‘Ni una menos’ en Bolivia: una necesidad
Detrás de cada una de las 94 víctimas este año hay una historia de dolor que debemos enfrentar.
El nombre del movimiento “Ni una menos” se refiere a la inaceptable pasividad del Estado y de la sociedad frente a los feminicidios, fruto de un machismo tan patético como tolerado. Es un mal endémico en nuestro país y una vergüenza para toda nuestra sociedad. Es importante registrar que detrás de cada una de las 94 víctimas de feminicidio este año hay un nombre y una historia de dolor que debemos enfrentar.
No es un movimiento feminista particular, es algo de todos. Es un colectivo ciudadano en el que, unidos en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, admite una amplia variedad de posiciones ideológicas. La agrupación boliviana es un movimiento ciudadano que no excluye a nadie.
“Ni una menos” surge en Argentina en 2015. La primera marcha se hizo el 3 de junio, detonada por el asesinato de la adolescente Chiara Páez.
Pronto se convirtió en una ola imparable que trascendió las fronteras. El 19 de octubre, tras el incremento de feminicidios en ese país, se convocó a un plantón a nivel regional. México, Perú, Chile y Bolivia, entre otros, se sumaron desde los colectivos ciudadanos que conforman “Ni una menos”.
En Bolivia, al igual que en los demás países, el colectivo está liderado por un grupo de mujeres que han decidido no afiliarse con los movimientos feministas existentes. Las motiva el objetivo de despertar a la sociedad y a las autoridades, de superar la indiferencia frente a tanta violencia machista. Buscan mejorar las condiciones de vida de las mujeres que están sujetas a situaciones inaceptables, incluida la tragedia de la muerte violenta.
Pero en el interior hay inquietud y discusiones. De un lado recordemos que el mismo 19 de octubre algunas de las integrantes del movimiento marcharon en respuesta a la convocatoria latinoamericana. Al grupo trataron de unirse mujeres asambleístas (de la oposición y del oficialismo), lo que generó una interpelación pública desde las mujeres autoconvocadas. El grupo oficialista desfiló por la plaza Murillo, mientras que el grupo autoconvocado se dirigió hacia el Ministerio de Justicia. Es fácil imaginar el descontento del colectivo. A partir de ese momento varias agrupaciones que tenían interés por participar están molestas e indican que los partidos políticos, las iglesias y algunas ONG buscan cooptar el movimiento.
Importa mucho que toda la población entienda que ésta no es la lucha de grupos o de intereses particulares, sino que es la lucha de toda la sociedad, decidida a imponer con firmeza en la agenda de los poderosos la necesidad de frenar esta violencia. Este movimiento llama a las mujeres y a los hombres de a pie a que se unan para repudiar la indiferencia y la pasividad social. Hacen falta cambios profundos: jurídicos, judiciales, sociales, ciudadanos. Ponerse del lado de la víctima, proteger a las mujeres.
En la página de Facebook (reúne ya cerca de 10.000 personas) pueden verse algunos de los debates al interior del colectivo. La mayoría de los que en él participan desea que se dirija al país un mensaje claro en favor de la seguridad de la mujer. Hablan desde el dolor, no desde el odio. Para la noche de Todos Santos hicieron una vigilia por las que ya no están. Con velas encendidas y una cruz inscrita con el “Ni una menos” se convocó a la población a unirse a esta lucha de todos. El dolor que manifiestan presenta una realidad lacerante: a pesar de tantas leyes que buscan un mejor trato entre los seres humanos, estamos en una sociedad que no escucha el clamor de las mujeres, porque no las valora y las cosifica. Como mujer, entiendo que esta lucha es necesaria y merece el apoyo de la ciudadanía. Y como católica, espero que mis hermanos y hermanas católicos se sientan parte de esta iniciativa, dado que este Año de la Misericordia hemos aprendido a acercarnos y sostener a los vulnerables, a los descartados y a los oprimidos.