Presidente y Alcaldesa
Ojalá un encuen- tro entre ellos se concrete en el corto plazo, no hay que darle vueltas.
Hace días el presidente Evo Morales manifestó su interés en que la alcaldesa de El Alto, Soledad Chapetón, lo acompañara en la entrega de obras en esa ciudad; la autoridad local opositora respondió favorablemente y solicitó trabajo conjunto. Estas son señales positivas que aportan a fortalecer nuestra cultura cívica democrática y a servir de mejor manera a los alteños.
Una de las particularidades del periodo que vive Bolivia desde inicios de siglo es la persistencia de una gran pluralidad política en los gobiernos territoriales autónomos. Actualmente, varios departamentos y la mayoría de grandes municipalidades urbanas son gobernados por autoridades que no pertenecen al MAS. Incluso en las zonas rurales, es notorio el incremento de alcaldes y concejales que responden a partidos opositores o a fuerzas locales autónomas. Los resultados del oficialismo en todas las elecciones locales desde 2005 han sido siempre mediocres, lo que indica un sistemático deseo de los ciudadanos de desconcentrar el poder. Esta es una particularidad que fortalece la democracia.
Ese panorama plantea retos importantes a las autoridades en términos de coordinación, correcta repartición de competencias y ejecución concurrente de proyectos y políticas. Temas cruciales, como la provisión de servicios básicos o la seguridad ciudadana, exigen un trabajo simultáneo y articulado de varios niveles de gobierno. Aún más, ciertas cosas solo podrán resolverse si todos contribuyen aprovechando sus capacidades, hay ciertas tareas que solo podrán ser bien hechas por los gobiernos municipales, mientras que en otras el Gobierno central tiene mayores ventajas.
Sin embargo, a veces estas relaciones se complican debido a que priman las diferencias políticas y la desconfianza entre las autoridades y los partidos. En esas peleas, los grandes perjudicados son los ciudadanos. Peor aún, esos dimes y diretes le hacen un flaco favor a la promoción de una cultura política democrática basada en el respeto, la unidad en torno a objetivos nacionales o de bien común, y la posibilidad, aunque sea mínima, de dialogar con el que piensa diferente. Si los líderes no dan el ejemplo, es difícil esperar que esos valores se impongan en las redes sociales y otros espacios públicos cada vez más contaminados por la invectiva y la intolerancia.
Por tanto, hay que alegrarse de los gestos del Presidente y de la Alcaldesa, ojalá un encuentro entre ellos se concrete en el corto plazo, no hay que darle muchas vueltas, que sean generosos y con altura de miras. Puede que las divergencias grandes y pequeñas que los separen sean importantes, lo cual es legítimo en una democracia, pero, como dice un refrán conocido, lo cortés no quita lo valiente, hay mucho trabajo que hacer por los alteños para detenerse en mezquindades.