¿Por qué necesitamos héroes?
¿Por qué en Bolivia llamamos héroes a las personas cuando todo lo que hicieron fue su trabajo?
El viernes pasado, al llegar a mi oficina, fui sorprendida por la euforia inusitada del surgimiento de un nuevo héroe nacional: el arquero de la selección Carlos Lampe. Su hazaña de atajar al menos cuatro certeros intentos de gol en un partido contra Brasil lo catapultaron a la fama. La mañana siguiente, las redes sociales fueron inundadas de memes y salutaciones a la proeza; “¡El mejor arquero del siglo!”, “Lampe 0, Brasil 0”, “Se merece un monumento”… se leyó en Twitter. Algunos avezados incluso lo proponen como candidato presidencial en las próximas elecciones.
Lo que llama la atención es, ¿por qué estamos tan necesitados de héroes? ¿Qué mueve en nosotros ese súbito amor por un extraño? Algunos creen que una sociedad sin héroes es una sociedad sin esperanzas. Necesitamos héroes, dicen, para creer en nosotros mismos; por ello andamos inventando historias donde gente corriente hace cosas extraordinarias. ¡Y cómo sabe de eso la industria cinematográfica! Cien años después de inventado el cine, continúa vendiendo entradas para contar la historia increíble de un superhéroe.
Es que el héroe es la plasmación de nuestras mejores aspiraciones (por ejemplo Lampe, que nos permite soñar con ganarle a Brasil en fútbol); por eso los héroes son “fantásticos” en el doble sentido de la palabra: si no los encontraremos en nuestro mundo cotidiano, los inventamos. Y es que en la vida necesitamos íconos que nos hagan sentir menos miserables, capaces de actuar de manera extraordinaria en situaciones extremas. Los humanos necesitamos nuestra dosis de emoción.
Pero eso que parece tan positivo en la sociología de masas, también nos habla de un profundo sentido social de una cultura caudillista. Esperamos al héroe/caudillo del momento para resolver nuestros problemas, y celebramos su carisma creando el mito en torno a su historia. Si volvemos a Lampe como ejemplo, ¿qué de extraordinario hizo para llamar nuestra atención? Evitó por todos los medios de que el equipo rival marque un gol. ¿No es acaso ese el “trabajo” de un arquero? Pero claro, en un equipo donde sus otros 10 compañeros no hicieron su “trabajo”, el arquero brilló como semidiós.
Entonces nos preguntamos, ¿por qué en Bolivia llamamos héroes a las personas cuando todo lo que hicieron fue su trabajo? El dramaturgo alemán Bertolt Brecht nos dice: “Infeliz es la tierra que necesita héroes”. ¿Por qué infelices? Porque es un lugar que carece de personas normales que hacen lo que supuestamente deben hacer, que no se intimidan ante sus responsabilidades, y que lo hacen de la mejor manera que sus recursos se lo permiten. A falta de ese tipo de ciudadanos, un país busca con desesperación figuras “heroicas” y distribuye medallas a diestra y siniestra. De allí que el fin de semana las redes sociales y los medios de comunicación locales se inunden del nuevo héroe que podría resolver con un milagro nuestro pésimo desempeño deportivo.
Humberto Eco comparte la idea de que una tierra infeliz necesita con desesperación superhombres porque “nadie sabe cuál es su deber, así que la gente busca frenéticamente un héroe que les diga qué hacer”. Por eso, el partido del jueves anterior no me emociona como a otros. Yo esperaba que no solo Lampe hiciera su trabajo en la cancha, sino todos los jugadores. Es lo que espero todos los días de los bolivianos y las bolivianas.