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Friday 26 Apr 2024 | Actualizado a 16:52 PM

Periodismo y redes sociales

Twitter, que según los especialistas no es precisamente una red social, está cada vez más en la vida laboral de los periodistas bolivianos.

/ 19 de noviembre de 2017 / 11:41

Las redes sociales han facilitado el trabajo periodístico. Al navegar por Facebook se pueden hallar datos, opiniones, fotos, informes, reportes… que en muchos casos marcan una pauta de alguna noticia que aparece en los medios impresos o en los audiovisuales. Será una noticia, claro está, si es el resultado de un trabajo adecuadamente contrastado y valorado, de acuerdo con las circunstancias y el contexto.

Twitter, que según los especialistas no es precisamente una red social, está cada vez más en la vida laboral de los periodistas bolivianos. Gracias a esta herramienta tecnológica, la libertad de expresión, fundamental en democracia, encontró una vía clave para revalidarse. Hoy miles de opiniones/ideas circulan a través de la red, incluso debates; pero también, y con mayor intensidad, aquellos mensajes que son parte de una estrategia de posicionamiento político.

El presidente Evo Morales y varios políticos de las oposiciones emplean Twitter para transmitir ideas y hasta posturas ideológicas que son tomadas por los periodistas para sus noticias. El asunto favorece, pero ha mermado, en algunos casos, las posibilidades de alejarse de las declaraciones diarias para cambiarlas por la investigación a partir de un espíritu crítico, siempre en favor del lector y el resto de las audiencias.

Ahora bien, si el asunto de las redes sociales aún forma parte de los privilegios, en Bolivia todavía no se puede decir que éste sea un derecho ciudadano. Ni los políticos ni los activistas se pueden confiar en el poder de las redes para armar movilizaciones o forjar su imagen y reputación. Peor aún, los periodistas tampoco pueden creer que logran influir con opiniones y datos en el universo de sus ciberlectores, que para este caso también tiene una cuota de sus colegas, siempre presentes en la red.

A pesar de esta constatación, hay una tendencia a favor de una mayor interconexión de la sociedad boliviana. De hecho, la velocidad con la que circulan los datos se ha incrementado. Por eso, la inmediatez de la información ya no es un privilegio de las agencias de noticias, que han sentido el golpe de Twitter en todo el mundo; aunque también es cierto que esta herramienta ayudó a muchos medios a reinventarse.

En todo caso y ante este panorama, el profesional del periodismo debería volver a las fuentes de origen, a ser testigo de los hechos, a contar las historias que bullen más cerca del ciudadano, antes que esperar a que el pajarito del fondo azul le diga cual es el horizonte. Aún hoy, a pesar de las facilidades tecnológicas, es bueno estar en el lugar de cada hecho; olfatear para luego transmitir información y también sensaciones.

* es periodista de La Razón

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El periodismo y las redes sociales

/ 3 de febrero de 2019 / 03:29

Cada día, millones de ciudadanos publican en sus cuentas de redes sociales otros millones de datos relevantes; historias de interés general o asuntos privados. Estas herramientas de la tecnología han hecho posible que la información fluya casi sin restricciones. En menos de un lustro, la difusión de textos y material audiovisual a través de los teléfonos móviles ha penetrado a casi todos los estratos de la sociedad.

Los niños despiertan en un mundo rodeado de pequeñas pantallas táctiles y cuando llegan a la edad de leer prefieren mirar la realidad a través de estos artefactos. La lectura se hace en estos equipos y no de los impresos en papel.

La tecnología ayudó a simplificar la vida de millones de ciudadanos en el mundo. Ya no es tan necesario ir al banco para hacer transacciones, pues los dispositivos celulares tienen esas aplicaciones maravillosas que ayudan a transferir dinero y pagar las cuentas. En el país, la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (Agetic) está promoviendo el gobierno electrónico y la simplificación de trámites.

En el ámbito empresarial, el sector de los medios de comunicación es el que más ha sufrido el impacto de este “mundo en redes”. El consumo de periódicos ha caído estrepitosamente. Por las calles, mucha gente pasa de largo por los anaqueles de los rotativos con la mirada gacha y concentrada en las pantallitas.

El “mundo en redes”, que trastocó los hábitos del consumo de la información, ha puesto en la calle a millones de periodistas. El rubro más afectado es el de las agencias de noticias y los periódicos. Los canales de televisión también están afectados; con mayor frecuencia los telediarios dedican espacios para mostrar lo que sucede en las redes, generalmente, videos cortos e interesantes, producidos por millones de ciudadanos sobre situaciones tan comunes como raras.

En este contexto, por ejemplo, la Agencia Alemana de Prensa cerró su servicio en castellano luego de 58 años. La decisión fue intempestiva. Al menos 100 experimentados periodistas se vieron sin empleo de la noche a la mañana. En Bolivia, la Agencia de Noticias Fides está vigente gracias al compromiso de sus periodistas y a cooperaciones de distinta índole. El fundador de este medio, el padre José Gramunt, decía que la vida de la ANF era “una cuestión de fe”.

En La Razón, los textos más elaborados dejaron de subirse a la Internet para que los lectores los busquen en el papel. La decisión, orientada a mantener la venta del impreso y las fuentes laborales, afectó la influencia del rotativo. El efecto voraz de las redes seguirá y es posible que este diario necesite otra reinvención, esta vez en el azaroso mar digital.

* Periodista de La Razón

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¿El ocaso de la tinta?

/ 28 de enero de 2018 / 03:54

El Gráfico, la emblemática revista deportiva que por poco llega a la centuria, anunció el fin de su edición en papel, lo que también marca el ocaso de una era para sus lectores, quienes lamentaron la noticia a través de sus cuentas en las redes sociales. Muchos aún expresan sus condolencias por intermedio de las plataformas digitales, desde donde transcurren debates, creencias y los intereses de miles de ciudadanos.

El Gráfico, que ya en 2002 dejó de ser un semanario para convertirse en una publicación mensual, se declaró devorado por la era digital; pues, según el comunicado de Torneos (la firma responsable de la revista), “esta triste decisión se tomó en un contexto global de decreciente consumo de medios impresos”. En el comunicado anotó haber ensayado alternativas para reflotar sus finanzas.

Para muchos editores de medios impresos latinoamericanos, esta noticia fue desalentadora, ya que seguramente en este mismo momento ellos juegan con los números, las proyecciones, y esa consabida “cuestión de fe” para encarar el futuro, en un contexto invadido por nuevos hábitos de consumo de la información. Los mismos lectores de El Gráfico leyeron en su celular la triste noticia de su desaparición y no tuvieron que esperar al café del desayuno para preparar las condolencias por esta pérdida.

Durante el primer trimestre de 2017, La Razón asumió la decisión de acercar sus contenidos a los ciudadanos, hacerlos más atractivos con diseños más amigables y romper los esquemas tradicionales con los que muchos colegas se formaron. Los ejecutivos de esta editorial tendrán ya una evaluación de sus resultados y los lectores una idea de lo que se puede encontrar en la edición impresa de este medio fundado en 1990.

Sin embargo, el desarrollo de la comunicación digital tampoco ha dado tregua, y sin bien muchos ciudadanos son capaces de emitir mensajes a través de sus redes sociales, también existen otros que buscan acceder a información en medios que presenten datos creíbles. Ésta quizá es una gran oportunidad para el impreso, aunque también hará falta conectarse de mejor manera con las corrientes de opinión que circulan en las redes, entre la gente. El periodista y el editor de hoy no pueden obviar el escenario digital, pero tampoco la habilidad de recuperar los intereses y preocupaciones de la gente; eso sí, sin perder la pluralidad ni la capacidad de ayudar a interpretar procesos de lo cotidiano y que pueden llegar a ser históricos. La interacción aún es una deuda.

La oportunidad para la tinta y el papel aún está vigente en función de los contenidos y las oportunidades. ¿Cómo es nuestra sociedad? ¿Cómo son sus publicaciones? Usted tiene una respuesta.

*es periodista de La Razón.

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Armando Loaiza, las lecciones de honestidad

Dejó la Cancillería en 2006  luego de 37 años de servicio sin interrupciones. Pero aun así no se alejó de la diplomacia; fue  analista y estuvo dispuesto a transmitir sus conocimientos y reflexiones. ¡Gracias, querido embajador!

/ 25 de enero de 2016 / 04:19

Armando Loaiza despertó muy temprano, al menos dos horas antes de lo habitual. Un vehículo oficial aguardaba por él para llevarlo hasta el Palacio Quemado. Allí, un grupo de futuros funcionarios públicos, entre los que estaba el futuro canciller y el mismo presidente electo, había instalado una de las comisiones para la transición del nuevo gobierno. 

Entre diciembre de 2005 y la primera quincena de 2006, el entonces canciller Loaiza preparó, junto con el nuevo gobierno, la lista de los invitados y los detalles protocolares para el traspaso de la presidencia, de Eduardo Rodríguez Veltzé a Evo Morales, el candidato que había logrado el 54,7% de los votos, un apoyo que prometía estabilidad política, según reconocía esos días el canciller saliente.

En medio de los preparativos, Loaiza tuvo que enviar una nota de protesta a España por una broma de muy mal gusto que le jugaron a Morales desde un programa radial de ese país. El locutor se hizo pasar por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), para felicitar “en vivo” al nuevo presidente de Bolivia. En la nota de protesta —respetuosa, pero firme— el diplomático valoraba el derecho a la libre expresión, pero lamentaba la forma en la que se pretendía mirar al país a partir de esas expresiones. El embajador español expresó públicamente sus disculpas y Rodríguez Zapatero, esta vez el auténtico, habló con Evo Morales para iniciar un diálogo bilateral que fue muy intenso.

“Fue un canciller comprometido con Bolivia, que supo defender los intereses del país en el mundo y es, por lo tanto, una gran pérdida”, comentó el actual representante de España en Bolivia, Ángel Vásquez, durante las exequias del diplomático, cuyo corazón dejó de latir el 18 de enero.

Sin interrupciones, Armado Loaiza fue funcionario diplomático de la Cancillería durante 37 años, hasta ese 23 de enero de 2006, un día después de la primera juramentación de Evo Morales a la presidencia de Bolivia. Entregó su despacho a David Choquehuanca, quien ya es el jefe de la diplomacia con más tiempo en el cargo. Pasó los documentos, muchos de ellos reservados sobre las negociaciones en curso y los gestos de los países sobre el futuro del país. Dejó instaladas las bases para conversar con Chile sobre el mar, en el marco de una agenda mínima que cumplió “con responsabilidad”, según recordó Ramiro Prudencio, historiador y diplomático muy cercano a Loaiza.

“Lo más destacable de tu labor en este ministerio fue tu interés por buscar una mayor vinculación con Chile. Cuando asumiste el cargo (junio de 2005), lamentablemente la relación con ese país era fría y casi sin contactos. Parecía que los dos gobiernos anteriores desearon mantener a los dos Estados de espaldas uno del otro (…). Pues bien, determinaste (a merced de una negociación) que debían eliminarse esas absurdas trabas (exigencia del pasaporte) y ahora se puede viajar con el carnet de identidad como se hace en la Unión Europea. Además, te preocupaste para actualizar el Acuerdo de Complementación Económica (ACE 22) por el fin de que Bolivia tenga mercado para sus productos en Chile”, recordó Prudencio en el salón principal de la Cancillería, donde el cuerpo del
diplomático fue homenajeado antes de su inhumación.

Prudencio recordó que en esos siete meses de transición se produjo una reunión de consultas políticas en Iquique. Estas reuniones, activadas por los vicecancilleres de Bolivia y Chile, se constituyen en la instancia de mayor jerarquía del diálogo entre Bolivia y Chile ante la ausencia de relaciones diplomáticas a nivel de embajadores. Recordó que Loaiza logró empatía con Ignacio Walker, el canciller chileno de esos días y que el vicecanciller de ese país, Christian Barros, había enviado una señal, una especie de ruta crítica sobre la forma en la que se debía zanjar la demanda marítima de Bolivia. “Barros expresó en Iquique (octubre de 2005) que desde hace muchísimos años su país ya tenía una solución: un corredor al norte de Arica con continuidad territorial desde Bolivia hasta el mar con plena soberanía; eso sí, agregó que era menester que haya un canje de territorios, porque no habría ningún chileno que aceptase la reducción del territorio de su país. Con este entendimiento (Armando) habías abierto la puerta que nos conduciría al mar. Y gracias a ella el presidente Evo Morales fue recibido con alto entusiasmo en Santiago. Lamentablemente, unos imponderables que se sucedieron posteriormente, cerraron dicha puerta y Bolivia se vio obligada a llevar el tema marítimo a la Corte de La Haya”, detalló el amigo de Loaiza mirando al féretro que estaba casi sumergido en un mar de flores.

Evo Morales comenzó a gobernar en medio de los estragos causados por las intensas lluvias y los indomables ríos de la amazonía que se desbordaron sin piedad. Invocó la ayuda internacional para la emergencia, incluida la de Chile que envió helicópteros para llevar asistencia a las poblaciones que quedaron aisladas. En marzo de 2006, ya con la experiencia de haber recibido a Ricardo Lagos en su departamento ubicado en la avenida Busch, el Presidente participó de la primera toma de juramento de Michelle Bachelet. El 16 de julio de ese mismo año, los vicecancilleres de ese tiempo, Mauricio Dorfler (Bolivia) y Alberto van Klaveren (Chile) firmaron el acta por el que se estableció la Agenda de los 13 puntos, el temario que por primera vez incluyó “el tema marítimo” en el escenario de las conversaciones bilaterales. Así se estableció el mecanismo de construcción de la confianza mutua que llegó hasta el intercambio de jefes militares y el homenaje en Calama del héroe boliviano Eduardo Abaroa por parte de tropas chilenas. Loaiza cimentó este diálogo que se diluyó por muchas causas que merecen otro análisis.

“Cuando uno se va, quedan siempre recuerdos, enseñanzas como las de un gran diplomático y político como Armando Loaiza (…). Agradecer a la familia por su aporte que será para el bien de toda Bolivia”, afirmó el presidente Morales en ocasión de las honras fúnebres. Además, admitió que sentirá su ausencia en el equipo del mar formado por excancilleres y diplomáticos del país.

Loaiza fue canciller del presidente Rodríguez Veltzé entre el 14 de junio de 2005 y el 23 de enero de 2006. Llegó a ser ministro de Relaciones Exteriores luego de pasar “por todos los puestos” de esa repartición estatal, según recordó el exministro Gustavo Fernández, quien además valoró a Loaiza como director de la Academia Diplomática y embajador en varias legaciones del exterior, entre las que estaba su misión de tres años en el Vaticano.

El embajador Loaiza escribió varios ensayos sobre los derechos de Bolivia en el marco de la Convención del Mar (Convemar). También era un experto sobre las relaciones entre Bolivia y el Vaticano, una temática sobre la que trabajó durante muchos años como docente e investigador en la Academia Diplomática y en la Universidad Católica Boliviana.

Era creyente y así juró de nuevo, en 2015, como representante boliviano ante el Obispo de Roma, aunque esta vez la misión sería más estratégica, estando de por medio la demanda marítima instalada ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y el gran antecedente del papa Francisco como facilitador del diálogo entre Cuba y Estados Unidos.

Se tomó el cargo con cautela. Estaba consciente sobre el carácter estático de la política internacional, pero no por eso se alejó del entusiasmo de volver a Roma. Era un diplomático que debía dialogar con todos. “Se conversa hasta cuando hay estado de guerra, hay que hablar con el enemigo, incluso, para definir los términos de la batalla”, afirmaba. Creía en la libertad de prensa y en el beneficio de enviar los mensajes adecuados para facilitar el diálogo político, siempre en favor del país.

Con esos valores encima aceptó hablar con el periodista chileno Claudio Fariña de TVN sobre su misión. Habló sin saber que estaba siendo grabado y así le achacó a Evo Morales “un trauma anticatólico” que debía superar. El colega dijo haber triunfado aun a costa de vulnerar la reserva que implica el off the record. Loaiza tuvo que renunciar, porque fue honesto; le dolió mucho el abuso de confianza en el que incurrió Fariña. Y no, éste no es un recuento de daños ni de responsabilidades; simplemente es homenaje.

De hecho, ante el féretro de Armando Loaiza, el presidente Morales pidió unidad al país, aún a pesar de las diferencias ideológicas, y así le agradeció por las lecciones aprendidas.

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Publicidad estatal

Un Estado fuerte se basa en instituciones serias y leyes claras, alejados de criterios de la hegemonía

/ 6 de septiembre de 2015 / 04:06

Bolivia tiene un Estado fuerte. La afirmación corresponde al vicepresidente Álvaro García Linera a propósito del papel que jugaban las organizaciones no gubernamentales (ONG) en los endemoniados años neoliberales. ¡Qué tiempos aquellos!

Ahora bien, un Estado fuerte también es aquel que basa sus decisiones en principios institucionales y normas claras. Bolivia posee desde 2009 una Constitución Política pródiga en derechos y libertades ciudadanas que, en esa medida, exigen un desarrollo para que estos enunciados sean parte de la realidad.

El presidente Evo Morales y el Vicepresidente han señalado, hace pocas semanas, que la publicidad estatal, aquella que se financia con los impuestos y los ingresos que generan las empresas públicas, no será para los medios que “mienten” o aquellos que “hacen política”. Ambos criterios, totalmente discutibles, no están en el marco de los principios de la institucionalidad del país ni en la legislación internacional establecida sobre este tema.

De hecho, aún hace falta una norma que precise los criterios objetivos para que los anuncios y campañas recalen en todos los medios de prensa, independientemente de la línea editorial que pudieran tener, pues esto ayudaría a que la pluralidad de criterios (políticos por supuesto, si de eso se trata) estén a disposición de los ciudadanos. De lo contrario, las condiciones —actualmente vigentes— para la censura indirecta se mantendrán y eso no ayuda a edificar un Estado fuerte.

Contrariamente a esta corriente está el Decreto Supremo 181, que regula la contratación que realiza el Estado de la publicidad sobre la base de principios de participación, libre participación y equidad: “Los proponentes pueden participar en igualdad de condiciones, sin restricciones y de acuerdo a su capacidad de producir bienes y ofertar servicios”. ¿Se lo cumple? La pregunta flota ante la necesidad mancomunada de generar una política pública sobre este tema.

Un Estado fuerte también requiere de periodistas y medios con la capacidad de actuar en función de la pluralidad que exige el país. Mientras más voces nos ayuden a comprender la realidad, la cosa marchará mejor. Otras serán las historias.

El abogado Iván Lima, hasta hace poco magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, recordó que hay medios latinoamericanos que demandaron a sus Estados por censura indirecta, discriminación o vulneración de la libre competencia. Entre ellos está la emblemática revista chilena Punto Final, que accedió a la pauta oficial tras ganar un proceso legal planteado en 2006. Este medio denuncia hoy un veto gubernamental de Chile contra García Linera. ¿Estados fuertes? Que venga el debate.

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Democracias en el mundo quechua

El antropólogo peruano Alejandro Díez Hurtado se ha sumergido durante tres años en las comunidades quechuas de su país y de Bolivia para realizar un estudio sobre la cultura política de esas comunidades, con énfasis en el papel de las mujeres en instancias de decisión.

/ 27 de enero de 2013 / 04:01

Justicia, democracia, Estado… esos conceptos formales, asimilados con distintos matices por las culturas sudamericanas, son parte de un diálogo intercultural permanente entre las comunidades indígenas y las instancias propias de los Estados.

Esta línea de análisis básico ha dado origen a un estudio de tres años, realizado por el antropólogo Alejandro Díez Hurtado, en las comunidades quechuas de Bolivia y Perú. Las conclusiones de la exploración cualitativa, que incorporó variables elementales de participación, ciudadanía y equidad de género, fueron reflejadas en el libro Conceptos políticos, procesos sociales y poblaciones indígenas en democracia, presentado en La Paz el 17 de enero en el marco del proyecto Cultura Política y Diversidad Cultural que respalda la Unión Europea a iniciativa del Movimiento Manuela Ramos de Perú y la Comunidad de Estudios Sociales y Acción Pública de Bolivia, dos organizaciones no gubernamentales interesadas en la promoción de la mujer en la esfera de la participación y la democracia actual.

Bolivia y Perú, firmantes de acuerdos y convenciones internacionales sobre los derechos de los pueblos indígenas, apuestan por políticas distintas de participación. Perú ha optado por el camino del desarrollo de la interculturalidad y Bolivia, por desarrollo del multiculturalismo. Los dos países ensayaron, en los últimos 15 años, varias fórmulas para transformar las estructuras de participación; uno por la vía de la descentralización regionalizada y el otro por el Estado Plurinacional.

“En términos globales, lo que se nota en este trabajo cualitativo es que en Bolivia se sabe más de derechos y de Estado que en Perú (…) y son los hombres bolivianos que están más imbuidos del sistema político formal. Ellos conocen más sus derechos”, apunta Díez Hurtado en una conversación con Animal Político de La Razón, poco después de la presentación del estudio binacional, aplicado en las regiones peruanas de Ayacucho, Huancavelica y Abancay —la zona de la sierra sur, al norte de Cusco y Puno—  y las poblaciones rurales en el departamento boliviano de Cochabamba.

Díez Hurtado, que tiene un doctorado en Antropología Social y Etnología de la L’École des Haute Études en Sciences Sociales de París, dirige el programa de posgrado de esa misma disciplina en la Universidad Católica del Perú. En el desarrollo de la investigación, el experto apeló a entrevistas y grupos focales entre otras técnicas válidas para acercarse a la realidad, siempre compleja, incluso para discutir al menos 20 conceptos formales de la democracia liberal.

El estudio se ejecutó en al menos tres ámbitos, partiendo de la vida  cotidiana de las comunidades donde aparecen las diferencias de roles de género y los problemas de violencia contra las mujeres, y en ese marco, la comprensión de conceptos básicos como el acceso a la Justicia. El estudio abarcó luego una valoración sobre los conceptos de derechos y deberes ciudadanos, los derechos indígenas. En el tercer nivel aparecen las relaciones de poder, participación y democracia y lo que significa ser autoridad en el mundo quechua.

De acuerdo con las reflexiones del estudio, en Bolivia y Perú aún existe una situación de “seminterculturalidad de la práctica y la comprensión política” que se traduce en la ausencia de un bilingüismo que sea ejercido por parte del Estado en su relación con las sociedades quechuas, un factor que acentúa las brechas de género y la exclusión femenina de los espacios de decisión.

Para Díez Hurtado hay “esfuerzos insuficientes” en ambos países para acortar las brechas culturales que permitan fortalecer una relación de equilibrio entre hombres y mujeres; de hecho, existe la “necesidad de una lectura complementaria de los términos políticos”.  Y ocurre que “lo que la población entiende por participación no es exactamente lo que dice la ley de participación” porque en las comunidades quechuas hay conceptos más amplios que deben articularse progresivamente con las instituciones formales de descentralización que tiene el Estado.  

El estudio de Díez Hurtado incluye propuestas de acción para fortalecer la formulación de políticas públicas.

Las mujeres y el poder

La participación de las mujeres en escenarios de decisión ha mejorado en Bolivia y Perú, no obstante, entre las comunidades quechuas se exige, a diferencia de los varones, que ellas estén “bien preparadas, con estudios”, un aspecto que puede derivar en factores de discriminación, reveló el estudio dirigido por Alejandro Díez Hurtado.

En el caso de los varones, los quechuas exigen que consiga dinero para ejecutar las obras que necesita la comunidad, para mejorar su calidad de vida. “Cuando las mujeres quieren significar democracia expresan una idea de armonía, de paz”, un concepto mucho más amplio que en el futuro puede favorecer al diálogo intercultural, remarca el investigador.

“Es un concepto sobre el cual se puede aportar a la propia comprensión de la democracia fuera de tu espacio quechua”; no obstante, las poblaciones quechuas que se aproximan a los espacios formales del Estado no reciben el mismo grado de respuesta que se puede traducir en la configuración de una política pública con acciones en favor de la equidad de género.

En cuanto al acceso a la Justicia, otra variable del trabajo del antropólogo peruano, los varones han mostrado mayor conocimiento de las leyes que protegen a las mujeres que ellas mismas. “En Perú, las mujeres saben donde denunciar agresiones, son más proclives a la denuncia, en Bolivia no”.

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