Voces

Wednesday 29 Nov 2023 | Actualizado a 17:06 PM

Estafas piramidales

Las empresas investigadas ofrecen intereses altos con productos poco conocidos.

/ 3 de enero de 2018 / 04:07

Dice un refrán que “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”; sin embargo, a pesar de ser tan conocido y de su evidente sabiduría, hay mucha gente que no lo toma en cuenta a la hora de invertir su dinero. Lógicamente hay quienes aprovechan esta debilidad humana y crean esquemas para estafar a las personas ambiciosas; en Bolivia hay varios casos.

En efecto, la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (Asfi), anoticiada del incremento de casos de estafas, realizó un rastrillaje digital que le permitió identificar solo en Facebook 170 cuentas en las que se producen “estafas piramidales multinivel”. Este tipo de fraudes, que consisten en el ofrecimiento de jugosas ganancias que solo se hacen efectivas cuando la persona interesada involucra a otras personas en el negocio, parecen funcionar al principio y para unos pocos; pero mientras más incautos caen, menos retorno se produce para las y los interesados.

Según alerta un informe de la Asfi, las empresas dedicadas a este negocio son, entre muchas otras, Pay Diamond, Bitcoin, Gladiacoin, Bitcoin Cash, Trader Club, Coin Space, Seven Opportunity, D-9, Arbit Club, Flor de la Abundancia, Euroexchange Securities y Global Club. Todas ellas están siendo investigadas por la autoridad financiera. Agrega el informe que las firmas investigadas ofrecen intereses altos con productos poco conocidos, como monedas digitales o por inversiones en diamantes.

Las ciudades donde hay más empresas dedicadas a este tipo de negocio son Ivirgarzama, Chimoré y Quillacollo, en Cochabamba; Yacuiba, en Tarija; Villazón y Llallagua, en Potosí; El Alto, en La Paz, y Yapacaní, en Santa Cruz. No es difícil imaginar que estas entidades cometen, asociados al de la estafa piramidal, otros ilícitos, y tal vez esa sea la razón por la cual las ciudades intermedias son preferidas antes que las capitales a la hora de establecer este tipo de negocios.

De igual manera, hay numerosas denuncias ante la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), nueve fueron interpuestas por la Asfi y más de medio centenar por las y los afectados. Aunque este tipo de estafas no están tipificadas en el Código Penal, la Constitución establece que la intermediación financiera y otros servicios y actividades relacionadas solo pueden ser ejercidas previa autorización del Estado. Asimismo, la Ley 393, de Servicios Financieros, establece que la Asfi puede interponer denuncias y/o querellas en calidad de víctima en representación del Estado.

Ya en abril del año pasado la Directora de la Asfi reconoció que las personas caen en las estafas piramidales por falta de información, y anunció medidas adicionales para resolver esta carencia. Todo indica que las empresas dedicadas a estas estafas todavía gozan de buena salud, por lo cual urge hacer más y mejores esfuerzos desde todas las instituciones.

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Anticucho con su corazón

‘Ira, lo que no te dicen de ser buena’ es un buen caldo. Cuando el telón cae, suenan los acordes de ‘Gracias a la vida’

Ricardo Bajo

/ 29 de noviembre de 2023 / 09:42

Tres caseras del mercado se hacen preguntas. Y mientras se hacen preguntas, clavan con rabia el cuchillo entre la carne. Tres caseras del mercado van a confesar al final; una a una: “yo fui, yo fui, yo fui”. Las niñas buenas hacen caso, las niñas buenas se hacen respetar y no provocan. Las mujeres de bien no hacen el mal. Las mujeres de bien no se quejan. Las niñas y las mujeres decentes no se enojan, se aguantan. Y conjugan verbos diferentes que son todos iguales: atender, cuidar, servir, pagar, cobrar, descansar, contar. ¿Y vivir? ¿Y jugar? ¿Y soñar y saltar, saltar y soñar? ¿Y ser libres? ¿Y matar? Nadie decide que está bien y que está mal. Dicen que las que hacen todo bien serán recompensadas. Es mentira. Esa recompensa no llega (casi) nunca.

Tres caseras del mercado venden carne. Y cuando pueden juegan liga-liga, juegan rayuela. No lloran para no demostrar debilidad. Son Bea, Ceci y Adela. Son tres actrices: Avril León, Fez Frías y Gladys Cruz. Han aprendido a callar. Se han dado cuenta que aprender a callar es más fácil de lo que parece. Pero aunque su voz está callada, sus mentes no aprenden. Se han dado cuenta que aprender a soñar/saltar es más difícil de lo que parece.

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Estamos veinte espectadores en el Bunker. Es sábado. La entrada está a 40 pesitos, incluye anticucho o postre (una deliciosa gelatina con fruta). Las tres caseras de la carnicería están ocultas, están atadas. No será por mucho tiempo. Paradójicamente, el olor a carne les da asco. Todavía no saben por qué.  Estamos delante de tres “magas” y llega la segunda temporada de Ira, lo que no te dicen de ser buena, texto y dirección de Alexis Maceda (Colectiva Maga Ecléctica, un elenco autogestionado de mujeres de La Paz y Sucre). La primera fue en septiembre; mismo lugar.

Estamos frente a un texto atrevido, rebelde, contestón, desafiante, perturbador; tiene una puesta en escena a la altura y una coreografía envolvente que te conduce hacia el abismo. Es la obra ganadora del segundo lugar en el XVII Concurso Municipal de Escritura Dramática “Adolfo Costa du Rels” (2022) del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz. Es la hora de la (dulce) venganza, es tiempo de revancha. Va a ser una hora oscura. Intensa.

Los trabajados/sutiles sonidos del mercado nos trasladan al Lanza, al Rodríguez, al mercado de Villa Fátima o al Hinojosa. La musicalización de Javier Molina tiene el gran acierto de llevarnos a un lugar que todos conocemos. El diseño de luces (de Antonio Peredo) nos coloca ora en el mercado, ora en el matadero, ora en el patio del recreo. “Abuela, ¿qué es ser mujer?; abuela, ¿por qué tengo que callar?”.

Tres caseras del mercado se hacen preguntas y algunas no son fáciles. ¿Qué diferencia hay entre matar/vender una vaca y matar a un hombre? Bea, Ceci y Adela también tienen respuestas y algunas son como un golpe al hígado: “la diferencia es que la vaca no te ha hecho nada”. El Jero sí ha hecho cosas. Es el único hombre (ausente) de la obra, del mercado. El Jero tiene fama de mujeriego y pega a las mujeres. Celoso, como todos. Van a hacer anticucho con su corazón.

Las mujeres de bien aprenden a no llorar, aprenden a ser responsables, a ahorrar. Y todos esos verbos en infinitivo que ya sabemos. Tres caseras del mercado van a vender carne humana porque la Bea ha matado un hombre. Y la Ceci y la Adela se van hacer con ella un solo cuerpo. Tres veces vamos a escuchar “yo fui, yo fui, yo fui”. Sororidad rima con complicidad. Contubernio y confabulación. Matar o morir. ¿Tuvieran las tres la chance de escoger? La tuvieron y eligieron estar juntas, pelear juntas, matar juntas, confesar juntas.

¿Es la peor decisión de sus vidas —ante la violencia y la humillación— o es la mejor? ¿Deberían haber confesado? ¿Son víctimas o son verdugas? ¿No tenemos todos manchas? ¿No cargamos todos frustraciones? ¿No mata —en realidad— el capitalismo y sus mentiras?

Ira, lo que no te dicen de ser buena es Tarantino en el Rodríguez; es Kill Jero. Es Lisbeth Salander aunque ni Bea ni Ceci ni Adela tienen un dragón tatuado. Es Lady Vengeance de Park Chan-wook. Son tres Nikitas. Es Margot Robbie en Hermosa venganza. Es Carrie. Es Hamlet, tragedia de venganza; es una cuestión de honor. Pero ni Adela, ni Ceci ni Bea son justicieras de peli gringa; ni super heroínas; tampoco son hackers ni mujeres de terror. Son tres caseras del mercado. En busca de una expiación por sus pecados. Venden carne. Y ya saben qué harán con los huesos. Ira, lo que no te dicen de ser buena es un buen caldo. Cuando el telón cae, suenan los acordes de Gracias a la vida. Gracias a la ira.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista

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Entre el sadismo y el masoquismo

El mundo de la política económica es más amplio y flexible que no cabe el uso de etiquetas estrechas

Gabriel Loza

/ 29 de noviembre de 2023 / 09:35

Parece que la economía por sí sola no puede explicar determinados eventos como la reciente elección en Argentina con la proclamación de Milei como ganador por más del 50% de los votos, por lo que tendríamos que recurrir a otras ciencias sociales, en especial a las ciencias del comportamiento humano que incluyen a la psicología, la psicobiología, la criminología y las ciencias cognitivas.

No podría ser de otra forma que, en términos de programa económico de gobierno, millones de personas tengan que escoger, aparentemente, entre dos opciones. La primera, con su candidato Massa, de una u otra forma, significaba el continuismo, más amplio, más moderno del peronismo, pero que en lo económico se expresaba en inflación del 142,7%, una caída de la actividad económica (-2,8%), caída de las reservas internacionales y un aumento de la pobreza en torno al 40%. Desde el punto de vista de las ciencias del comportamiento humano pareciera que el grupo de votantes de la primera opción tiene algo de masoquismo (de L. von Sacher-Masoch, 1836-1895, novelista austriaco), en el sentido de gozar siendo maltratado por los indicadores económicos y sociales y seguir persistiendo en el mismo camino, aunque sea con algunos cambios.

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La segunda opción, significaba algo nuevo y diferente, anticasta, anti-Banco Central, anti-Estado. Era una opción diferente a todos los experimentos económicos anteriores. Dolarizar de frente superando a la tímida Caja de Conversión o relación uno a uno del dólar frente al peso argentino, la denominada convertibilidad, como fue a principios de 2000. Huir del peso argentino que olía mal según Milei, a excremento. Reducir 15 puntos porcentuales respecto del PIB el gasto fiscal, lo que significa privatizar empresas públicas, como YPF, y cortar con sierra los gastos sociales, en educación y salud pública, entre otros, y aumentar el desempleo. Para los psicólogos, la sierra es un símbolo fálico, para mí es un símbolo sádico, del gozar cometiendo actos de crueldad en otra persona, sadismo (de D. A. François, marqués de Sade, 1740-1814, escritor francés). Un 56% votó por Milei.

Me preocupa después de tantos avances en la política económica, en el laboratorio de experimentos que fue América Latina, de décadas perdidas y en el caso de Argentina de un siglo perdido, puesto que fue considerado a principios del siglo XX como un país casi desarrollado.

En mi libro Neoliberalismo vs Neopopulismo, un falso dilema (versión digital), planteo que la discusión es entre los diferentes grados y modalidades de intervención estatal ya sea directa, a través de empresas públicas, como indirecta, a través de los diferentes instrumentos de la política económica y de arreglos institucionales. Así, no se trata de buscar nuevos paradigmas ni recetas universales. La realidad muestra que no existe una receta única de medidas de política económica y que, la equidad y la reducción de la pobreza, deben ser parte de los objetivos explícitos de la política económica, junto con la estabilidad y el crecimiento. Concluyo que, no obstante, el importante rol que juega el Estado, no es un ente abstracto, refleja intereses de clases, de grupos que capturan renta independientemente de su ideología y de su voluntad, por lo que debe priorizarse la gobernanza corporativa y, en especial, la lucha contra la corrupción.

El propósito fue demostrar que es un falso dilema escoger entre neoliberalismo y populismo, puesto que un velo ideológico ha obscurecido el debate exaltando a los mercados o al Estado, apartándose de la amplia y rica teoría económica, de la evidencia empírica y de la realidad concreta. El mundo de la política económica es más amplio y flexible que no cabe el uso de etiquetas estrechas que, por una parte, sobresimplifican la complejidad de los problemas del crecimiento y la equidad y, por otra parte, no permiten el uso del arsenal de la política económica que admite una combinación de objetivos e instrumentos diversos.

El caso de Argentina es un ejemplo de los antagonismos entre el neoperonismo y el autodenominado “carajismo libertario” o versión reciente del neoliberalismo, y que va a derivar inevitablemente en una “moderación con la casta “o “Macrimoderación” del programa de Milei, y el remplazo de la sierra de Milei por la sierra del FMI.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Trump y el expediente cohete

Ya no es posible completar el juicio antes de la mayoría de las primarias presidenciales

Randall D. Eliason

/ 29 de noviembre de 2023 / 09:15

Si Donald Trump es el candidato republicano a la presidencia en 2024, ahora está claro que probablemente todavía tendrá acusaciones penales sobre su cabeza el día de las elecciones. Es posible que su responsabilidad penal por los acontecimientos que condujeron al motín del 6 de enero en el Capitolio siga sin resolverse. Si eso sucede, los votantes acudirán a las urnas sin saber si uno de los candidatos en las elecciones actuales es penalmente responsable de intentar anular al último y subvertir la voluntad de los votantes.

Celebrar unas elecciones en tales circunstancias es impensable. Como podría haber dicho Richard Nixon, los votantes tienen derecho a saber si su candidato es un delincuente. Se puede evitar, pero requerirá que el poder judicial tome algunas medidas extraordinarias. Y si eso sucede o no lo decidirá un puñado de juristas federales, incluidos varios nombrados por el propio Trump.

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De los cuatro casos penales pendientes contra Trump, el procesamiento federal por interferencia electoral en Washington tiene actualmente las mejores posibilidades de ir a juicio antes de las elecciones presidenciales de 2024. La fecha del juicio está fijada para el 4 de marzo. La jueza del Tribunal Federal de Distrito que supervisa el caso, Tanya Chutkan, ha estado haciendo un trabajo admirable para mantenerlo encaminado. Pero los acontecimientos legales que están fuera de su control ahora amenazan con descarrilar ese cronograma: las esperadas apelaciones previas al juicio podrían retrasar la fecha del juicio más allá de las elecciones de noviembre.

Tener una elección con Trump en la boleta y su responsabilidad penal por el 6 de enero sin resolver podría significar un desastre para el Estado de derecho. También es completamente evitable si los tribunales (y en particular, los jueces que controlan el calendario) están dispuestos a hacer lo necesario: acelerar la resolución de estas mociones para garantizar que el caso pueda llegar a juicio según lo previsto.

Algunos podrían argumentar que los votantes ya tienen suficiente información sobre las acciones de Trump y el 6 de enero. Pero un juicio penal es diferente. Después de las elecciones de 2020, Trump y sus aliados hicieron repetidas afirmaciones de fraude electoral y elecciones “amañadas”. Esas afirmaciones fracasaron uniformemente cuando fueron probadas en los tribunales por el sistema adversario, donde se requieren pruebas reales y los testigos testifican bajo juramento. En una era de desinformación y noticias falsas, los tribunales siguen siendo el escenario donde los hechos siguen importando.

Algunos votantes no aceptarán el veredicto de un juicio penal, sin importar el resultado. Pero para muchos podría ser un dato crítico a la hora de emitir su voto.

Ya no es posible completar el juicio antes de la mayoría de las primarias presidenciales. El supermartes, con más de una docena de primarias en estados y territorios de todo el país, es el 5 de marzo. Trump podría tener la nominación asegurada cuando termine el juicio. Pero el juicio podría concluir fácilmente antes de la convención republicana de julio, de modo que los delegados podrían decidir si realmente quieren nominar a un delincuente (si ese es el resultado) para dirigir el país.

Una democracia que funcione requiere un electorado informado. Es difícil imaginar una información más importante para los votantes el próximo noviembre que si un candidato es penalmente culpable por intentar anular las últimas elecciones presidenciales. Nuestro sistema legal puede resolver este caso rápidamente y al mismo tiempo proteger los derechos del acusado, pero el poder judicial tendrá que dar un paso al frente y hacer su parte para proteger la democracia.

(*) Randall D. Eliason es columnista de The New York Times

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El desperdicio de un gran avance médico

Francis Collins

/ 29 de noviembre de 2023 / 09:04

Hace poco más de una década, vi morir a mi cuñado Rick Boterf por complicaciones de la infección por el virus de la hepatitis C que acabó con su salud, su energía vibrante y, en última instancia, su vida.

Marido, padre y bromista, Rick diseñó y construyó intrincados interiores de barcos en Florida. Pero luego experimentó la lenta aparición de signos de insuficiencia hepática, seguidos de cinco años insoportables en la lista de trasplantes de hígado. En el momento de su cirugía de trasplante, se descubrió un cáncer de hígado no reconocido. Al final, Rick murió mientras dormía, un final desgarrador para un buen hombre que había sufrido terriblemente a manos de este virus destructivo.

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Solo dos años después, en octubre de 2014, la ciencia médica proporcionó una cura para la infección por hepatitis C. Basado en una investigación innovadora que más tarde fue reconocida con un Premio Nobel, el tratamiento es simple: una pastilla al día durante ocho a 12 semanas, prácticamente sin efectos secundarios y una tasa de curación del 95%.

Cuando la cura estuvo disponible, yo trabajaba como director de los Institutos Nacionales de Salud. Me alegré mucho de que se hubiera aprobado una cura, pero la noticia fue agridulce. Lo que me dio esperanza fue pensar en las muchas otras personas y sus familias que se salvarían de la miseria que experimentaron Rick y nuestra familia. Y, en gran medida, esa esperanza estaba justificada: estos medicamentos han curado a alrededor de un millón de personas en Estados Unidos.

Pero casi una década después, al menos 2,4 millones de estadounidenses siguen infectados con hepatitis C. Aproximadamente dos de cada cinco personas con hepatitis C ni siquiera saben que tienen el virus. De los que lo hacen, muchos no tienen acceso a la cura. El Congreso tiene la oportunidad de convertir esta tragedia humana en curso en un avance de salud pública, brindando apoyo a un proyecto de cinco años para eliminar la hepatitis C en los Estados Unidos. Pero el tiempo disponible para su aprobación se está acortando.

La hepatitis C progresa lentamente. La hepatitis C es también la principal causa de cáncer de hígado, responsable de la mitad de los 40.000 casos anuales de cáncer de hígado en los Estados Unidos. Cada año, alrededor de 15.000 estadounidenses mueren a causa de la hepatitis C, muchos de ellos entre los 40 y los 50 años. Dada la cura segura y eficaz disponible durante los últimos nueve años, el número correcto de muertes en 2023 debería ser cero.

En pocas palabras, estamos desperdiciando uno de los avances médicos más importantes del siglo XXI. Es hora de eliminar esta amenaza a la salud de los estadounidenses. No es ningún secreto lo que salió mal. El costo de los medicamentos curativos sigue siendo obstinadamente alto. Un mayor acceso a los medicamentos es necesario para un programa exitoso de eliminación de la hepatitis C, pero no es suficiente. Eliminar la hepatitis C es la respuesta compasiva de una nación que se preocupa por toda su gente, pero también es una reducción del déficit. A los contribuyentes nos está costando mucho más vivir con hepatitis C que curarla. Si no tomamos medidas, seguiremos condenando a muchas más familias a pasar por el mismo dolor que la mía sufrió con el sufrimiento y la muerte de Rick. La inacción es indefendible.

(*) Francis Collins es columnista de The New York Times

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Crisis de desconexión

Por 2.000 años, el entrenamiento retórico nos permitió hablar, discutir, pelear, negociar e involucrarnos

John Bowe

Por John Bowe

/ 28 de noviembre de 2023 / 09:37

A riesgo de parecer empalagosamente positivo, creo que he descubierto una solución sencilla y barata para nuestra deteriorada salud social, emocional y política.

Es fácil lamentar que nuestros problemas sean intratables y culpar a culpables familiares como la creciente desigualdad de riqueza, la tecnología (incluidas las redes sociales) y la captura corporativa de nuestro sistema político. Pero ¿qué pasa si nuestra alienación surge, al menos en parte, de un profundo fracaso de nuestro sistema educativo a la hora de enseñar hábitos de conexión, la mayoría de los cuales se reducen a pensar en los demás antes de hablar con ellos?

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Así que reunamos a los niños y enseñémosles cómo hablar, escuchar y ser escuchados, resolver diferencias y forjar consensos sin enfrentamientos, rupturas ni vituperaciones. Esta solución no es nueva.

Nuestro sistema educativo moderno, desarrollado en gran medida en los siglos XVII y XVIII durante la Era de la Razón para satisfacer las necesidades de la Revolución Industrial, prioriza la adquisición de conocimientos y habilidades técnicas al tiempo que degrada el habla al ámbito de las habilidades sociales. El resultado: los estudiantes pasan la mayor parte de dos décadas aprendiendo a resolver problemas en papel y luego se gradúan en un mundo de discursos de la vida real, donde el éxito profesional y personal a menudo depende de la toma de decisiones en grupos de personas con diversos puntos de vista.

¿Cómo esperamos que los jóvenes se enfrenten a nuestro mundo socialmente complejo cuando hemos fracasado tan estrepitosamente a la hora de dar ejemplo u ofrecer orientación?

Para que la idea de retórica no sea descartada por oscura o quisquillosa por su asociación con la antigüedad o la filosofía, pocas materias son más sencillas de enseñar; es el fútbol de las materias académicas. En la escuela media y secundaria, el habla se puede enseñar como una materia independiente o integrarse en las clases existentes. Los estudiantes, por ejemplo, pueden entregar un informe por semestre en voz alta. Una simple introducción será suficiente para transmitir los conceptos básicos del análisis de la audiencia, la organización del discurso y las habilidades de expresión.

Lo que es casi imposible de entender para nuestro yo moderno, no entrenado en el habla, es que la comunicación eficaz y segura (frente a la ansiedad y el miedo a ofender) es una habilidad técnica que se puede aprender.

El dominio del habla aprovecha las energías de niños neurodiversos, que no saben leer ni escribir, confiriéndoles el poder de competir contra sus pares tradicionalmente favorecidos. Si alguna vez ha notado que no son necesariamente las personas con mayor conocimiento o pedigrí las que lideran, sino los mejores comunicadores, sin darse cuenta habrá observado la primacía de estas habilidades supuestamente blandas. En julio, el líder del Partido Laborista británico, Keir Starmer, prometió que, si se convertía en primer ministro, daría prioridad a la enseñanza de la “oracía” para romper el “techo de clases”.

Durante 2.000 años, el entrenamiento retórico nos permitió hablar, discutir, pelear, negociar e involucrarnos, incluso con aquellos que no nos agradaban. Si el término parece demasiado sofisticado, llamémoslo habilidad para el éxito. Sea cual sea el nombre que elijamos, es hora de retomar la enseñanza de las habilidades que forman la base de la interacción y de una vida civilizada.

De hecho, las palabras son baratas, pero ni la historia ni la humanidad han ideado un mejor medio para unirse para abordar la injusticia o explorar el significado de la verdad (la mía, la tuya, la nuestra). ¿Lo que es bueno? ¿Lo que es correcto? ¿Qué opinas? Háblame.

(*) John Bowe es escritor y columnista de The New York Times

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