Calidad de vida
Un excelente reportaje de Guadalupe Tapia publicado en este matutino señala que el parque vehicular de esta ciudad creció en 45% en solo cinco años y, por lo tanto, nuestros automotores van a paso de tortuga a la irrisoria velocidad de 12 kilómetros por hora en promedio. Es decir, con semejante lentitud en sus estadísticas, vivimos en una ciudad al borde de un colapso definitivo.
Según los datos, en poco tiempo pasamos de 199.384 unidades a 290.249 entre motos, buses, camionetas, automóviles, micros, etc. Una cifra pavorosa que no cuenta los vehículos truchos o indocumentados, que todos sabemos son otro montón.
A ese incremento debemos sumar nuestros usos y costumbres que golpean sin pausa a esta pobre ciudad: marchas, bloqueos, comercio ambulante y, sobre todo, una incultura ciudadana que es patente en los trogloditas de la clase alta, media y baja que van prendidos al volante. A ello súmenle la compleja topografía de este hermoso sitio, la estrechez histórica de nuestras calles y avenidas… y el combo está servido. Ergo: retrocedimos significativamente en nuestra calidad de vida.
Se barajan ene soluciones. Vayamos a analizarlas. Primera: ampliar avenidas y calles (como sugieren algunos trasnochados amantes de la modernidad y el progreso mal entendido) no es solución. Lo estudiaron urbanistas de peso: a más autopistas, más automotores. Segunda: se está demostrando, de a poco, que ir por los aires tampoco es una solución definitiva. Tercera: ampliar la zona restringida del centro servirá en algo, pero no será suficiente. Cuarta: subir el número de placas restringidas a cuatro por día es mejor que la anterior, pero tampoco será suficiente. Quinta: el horario continuo y escalonado para oficinas y colegios ayudará mucho más que las dos anteriores. Sexta: extender el transporte público y masivo (el llamado PK) ayudaría mucho, porque mejora significativamente el servicio y obliga al sector sindicalizado del autotransporte (ese grupo de tiranos que nos ha abusado durante décadas) a mejorar su servicio. Séptima: aunque no lo crean, peatonalizar áreas centrales contribuiría bastante a mejorar nuestra calidad de vida: primero está el ciudadano, luego el automóvil. Octava: educación ciudadana. Nos tomará muchos años y varias generaciones, pero es sin duda una solución estructural. Novena: una planificación urbana y regional que desconcentre las ciudades y mejore nuestro espacio regional es otra solución estructural. Se trata de potenciar las ciudades intermedias en una lógica revolucionaria, tal como escribí hace años, y lo acaba de refrendar un encuentro de centenares de expertos hace muy pocos días en Santa Cruz.