Incahuasi y la ilusión rentista
El principio de equidad que alentó la creación del sistema de regalías está muy lejos de cumplirse.
El país sigue con nerviosismo la pugna por la ubicación del campo de Incahuasi. La idea es que la ubicación de los pozos no determina la localización de los yacimientos, y que es esta última la que importa para la distribución de las regalías. Es decir, de las rentas que provienen de la explotación de las riquezas del subsuelo.
En Bolivia acordamos hace años que las riquezas naturales pertenecen al conjunto de los bolivianos. Quien sea que tenga la propiedad de la tierra, no tiene la propiedad de lo que se encuentra debajo de ella y tampoco de lo que está por encima. Eso nos pertenece a todos. En esa tradición, se supone también, aunque nunca lo hemos podio comprobar, que el Estado representa al conjunto de los bolivianos, y por eso, en su nombre ejerce esa propiedad: otorga y quita concesiones, y cobra las rentas para usarlas por el bien común. Pero la representatividad del Estado siempre estuvo en duda; por lo que surgió la sencilla idea de que la parte que corresponde a la región donde se encuentren esos recursos quede directamente en el lugar. ¿Cuál era esa parte? Siendo nueve departamentos, sería la novena parte, el 11% para redondear. Así nació la regalía departamental.
La desconfianza hacia el aparato estatal se reduce cuando se lo tiene más cerca: sus obras y acciones son verificables con más facilidad; y teóricamente, las demandas de la gente le pueden llegar de manera más rápida y directa. Pero nada garantiza que sea más eficiente y equitativo, como lo han comprobado en todas las regiones; pese a lo cual la gente sigue mostrando preferencia por su estado local: por lo menos algo del dinero queda cerca. Esto explica la enorme fuerza que tiene en el país la demanda de regalías. La ilusión del desarrollo late en ellas.
Desde el punto de vista del conjunto, sin embargo, el sistema tiene mucho de injusto. Es imposible darle el 11% a cada región, porque del remanente tienen que cubrirse los costos de inversión, explotación y transporte, que en algunos casos pueden ser muy elevados, sobre todo si los precios de venta no son tan buenos como en los últimos años. Además, los nueve departamentos son muy desiguales en territorio y población, por lo que el principio de equidad que alentó la creación del sistema de regalías está muy lejos de cumplirse.
¿Cómo resolver el problema y evitar que surjan conflictos como el de Incahuasi? No es difícil, y por cierto no dependería ni de un viceministro, ni de un juez y menos de un estudio técnico caro y difícil. Bastaría con volver al principio constitucional y aplicarlo sin mediaciones.
Si las riquezas naturales son del conjunto de los bolivianos, ¿por qué las rentas que se obtienen por su explotación no van directamente a la gente? Si así fuera, a nadie le importaría si el campo de Incahuasi está en Santa Cruz o Chuquisaca, o si una parte del yacimiento subterráneo pasa por debajo de una frontera. Las rentas de ese campo se sumarían a las de otros campos para dar a cada chuquisaqueño y a cada cruceño la parte que le toque. Y por supuesto también a cada potosino y a cada pandino. Todos los bolivianos recibirían por igual, puesto que todos son igualmente propietarios de esas riquezas.
Este modelo evitaría conflictos como el que estamos viviendo y nos comprometería con una política razonable de explotación de las riquezas. Nos preocuparía a todos el agotamiento de los pozos y la falta de inversiones, así como las relaciones con sus mercados actuales y posibles.
Por último, si a la gente de una región en particular le preocupa la falta de recursos de su gobernación o municipio, pues podrá siempre establecer un acuerdo y entregar sus rentas para que se las administre el gobernador o el alcalde. Si no lo hacen, sabrán por qué.