Los efectos de la guerra comercial
Si las amenazas actuales se materializan, el producto mundial para 2020 podrían reducirse en un 0,5%
El caso de la política comercial proteccionista del Presidente de EEUU es emblemático, puesto que surge en la cuna moderna del neoliberalismo, donde es masiva la publicación de manuales, artículos y libros sobre las bondades del libre comercio. Así se observa un claro contraste, como diría Bhagwati en 1988, entre la elegancia de la demostración irrefutable de las ventajas del libre comercio por parte de los académicos, y la poco elegante práctica política que abraza la protección de las órdenes ejecutivas de Trump.
La discusión sobre a quién beneficia la liberación del comercio ha vuelto a ocupar la agenda de la política comercial. En el Gobierno de EEUU existe la percepción de que sus socios comerciales se aprovechan de sus bajos aranceles y de los acuerdos de integración que suscribió. En cambio, los textos señalan que con los acuerdos y el libre comercio todos ganan. Lo preocupante es que, impulsada por los medios, ha vuelto a cobrar relevancia un neomercantilismo basado en la idea de medir quién gana en el comercio a través de la balanza comercial, si ésta es deficitaria o superavitaria, una vieja concepción que parecía desterrada desde que Adam Smith la refutó en 1776.
Si Smith viviera le habría enviado un tuit a Trump con los siguientes párrafos de su libro La riqueza de las Naciones (p.263): “No puede imaginarse una doctrina más absurda que la de esta balanza de comercio sobre la cual se fundan no solo estas restricciones, sino casi todos los demás reglamentos comerciales (…) Hay ciertamente otra balanza (…) muy diferente a esta de comercio, y que según se halla más o menos inclinada hacia una nación, ocasiona necesariamente su decadencia o prosperidad, tal es la balanza del producto y consumo anual. Si el valor permutativo del producto anual (…) excede así del anual consumo, el capital nacional se aumentará en proporción de este exceso”.
Supuestamente, las medidas proteccionistas de Trump pretenden favorecer a los trabajadores estadounidenses. La respuesta de John Stuart Mill, el último economista clásico, habría sido la siguiente: “La más eficaz de estas falacias es el alegato capcioso de dar empleo a nuestros obreros y a la industria nacional, en lugar de sostener la industria extranjera (…) Para los defensores del libre comercio, la alternativa no está entre emplear nuestros propios obreros o los extranjeros, sino entre emplear una u otra clase de los nuestros” (Principios de economía política). Es decir, el problema no es dar prioridad a los 80.000 trabajadores estadounidenses de la industria del acero, sino en cómo emplear de mejor forma dicha fuerza de trabajo, puesto que las restricciones hacen que “el trabajo y el capital sean menos eficientes en la producción de lo que de otra manera hubieran sido”.
Para Barry Eichengreen, las consecuencias de las sanciones comerciales de Trump abarcarían en conjunto unos $us 100.000 millones en importaciones estadounidenses, equivalentes al total de sus exportaciones e inversiones en el exterior. Los efectos macroeconómicos serían relativamente bajos, al estimar un incremento del 10% en el costo de los bienes importados, lo que provocaría en un principio un incremento de la inflación en 0,7%. Según el FMI, si las amenazas actuales se materializan y hacen caer la confianza de las empresas, las proyecciones actuales del producto mundial para el 2020 podrían reducirse en un 0,5%. Para Bolivia, el indicador líder es el precio del petróleo, que ya cayó un 8% del máximo de $us 74 el barril a $us 68 a inicios de esta semana, aunque con una mezcla de factores geopolíticos.