Con el auspicio de la Fundación Konrad Adenauer, hace poco se publicó el libro Un siglo de economía en Bolivia, 1900-2015, que contiene, en dos tomos, más de 20 ensayos sobre los diversos sectores y ámbitos de la historia económica del país. El elenco de autores incluye a igual número de economistas bolivianos de reconocido prestigio y experiencia, y también vale la pena destacar la esmerada edición de ambos tomos.

Esta publicación me recuerda al esfuerzo desplegado en 1999, que se plasmó en el libro Bolivia en el siglo XX. La formación de la Bolivia contemporánea, en el que se compilaron 19 ensayos elaborados por otros tantos cientistas sociales provenientes de distintas disciplinas y enfoques teóricos, puesto que en dicha ocasión se abordaron, además de la economía, también temas de sociología, ciencia política, relaciones internacionales, cultura y otros.

Ambos esfuerzos tienen méritos propios, y resultan de gran utilidad para los estudiosos de nuestra historia e incluso también para un público más amplio. Son textos de referencia que se pueden consultar con provecho por parte de estudiantes, profesores e investigadores, para mencionar los principales grupos de potenciales interesados. No cabe duda de que también proporcionan una importante visión inicial para la cada vez mayor comunidad de cientistas sociales internacionales que se interesan en Bolivia.

Dicho esto, me parece interesante extraer algunas conclusiones de la mencionada interpretación reciente de la trayectoria económica del país en los pasados 115 años.

En primer lugar, se corrobora una vez más la naturaleza dependiente de la economía boliviana, que no se ha modificado a lo largo de las diferentes etapas de su desarrollo, no obstante los diferentes enfoques económicos y constelaciones del poder político en cada una de ellas.

Son, en efecto, las oscilaciones de los términos del intercambio las que explican mejor que cualquier otra circunstancia las expansiones y contracciones del excedente disponible. Mientras que las instituciones y las políticas económicas solo dan cuenta de los usos y destinos del excedente, cuando lo hay; pero asimismo de las conflictivas opciones cuando éste se encoge drásticamente.

En segundo lugar, resulta interesante que el país haya acudido en mayor medida al endeudamiento externo precisamente en las fases ascendentes de los sucesivos ciclos, lo cual sorprende ciertamente, puesto que eso indica que el correspondiente vencimiento de los créditos ha coincidido con las fases recesivas del ciclo, creando complejos desafíos para la correspondiente renegociación de la deuda con los acreedores externos, cuya composición ha variado a lo largo del tiempo.

En tercer lugar, se observa claramente la incorporación de los sectores de hidrocarburos y agropecuaria a las actividades primordiales de la economía, lo que ha traído aparejado el enorme flujo migratorio del occidente hacia el oriente del país, por una parte, y una inserción internacional cada vez más orientada a los mercados sudamericanos, por otra.

Por último, se constata claramente el movimiento pendular en el diseño y construcción de las instituciones económicas, sea porque existieron coyunturas en las que las condicionalidades de los organismos financieros fueron insoslayables, o sea porque se dio una combinación sinérgica de holguras del excedente con orientaciones ideológicas internas más autodeterminadas.

Lo que llama en verdad la atención es que en ese largo lapso, la matriz básica de la economía no se ha modificado en un sentido cualitativo. Ha habido crecimiento ciertamente, aunque insatisfactorio en su nivel comparativo de largo plazo, pero el único cambio destacable en términos cualitativos es la enorme preponderancia que ahora tiene la población urbana respecto de la población rural, lo que explica en buena medida la informalidad irreductible.

*es economista.