Cuidar el agua
Educar a nuevas generaciones es vital, pero también lo es asegurar que los usuarios sepan racionar.
Un diagnóstico realizado por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua revela que La Paz y El Alto sufren sequía cada siete u ocho años, lo cual, lejos de ser un destino inevitable, es una alerta que recuerda a todos la importancia de cuidar el agua que, ya se sabe, no se “produce”, sino se “conduce”. La experiencia de 2016 es un buen motivo para estar alertas.
El Director General de Agua Potable del Ministerio de Medio Ambiente y Agua informó a este diario que el tiempo de sequías fue identificado a través de un monitoreo de las estadísticas producidas por la Empresa Pública Social de Agua Potable y Saneamiento (EPSAS). Desde el punto de vista meteorológico, la sequía se produce cuando hay déficit de lluvias, dijo el experto, y las represas no se llenan de agua.
La solución pasa por tener más embalses, de los cuales cinco ya están en plena ejecución: Llamita, Chacaltaya, Pampalarama, para La Paz y El Alto, y otras dos en Batallas. Además, se estudia hacer lo mismo en Chuquisaca y Potosí.
Pero hay otros factores que inciden en la escasez de agua: la variación estacional, que, como está sucediendo este año, provoca cambios en los patrones de precipitaciones pluviales y los vientos; la variación de temperaturas, particularmente cuando se registran calores excesivos que incrementan la evaporación; otros fenómenos de evotranspiración, que se producen, como en 2016, cuando el suelo pierde su humedad y las plantas transpiran la humedad; finalmente, el peor de todos: el desperdicio y mal uso del agua.
Ya en 2016 se hizo evidente que gran parte de la culpa por el desabastecimiento que afectó a la sede de gobierno y su vecina El Alto tenía mucho que ver con las malas prácticas de las personas, que entre muchas otras prácticas aberrantes tenían la de lavar la calle y sus automóviles con agua de manguera. Durante los meses siguientes al desabastecimiento fue evidente que la mayor parte de la población había aprendido una dura lección, mas da la impresión de que dicho aprendizaje ya se ha olvidado.
Casualmente, los primeros días de octubre se realizó un taller sobre gestión de operadores del servicio de agua y saneamiento, en el que la empresa de aguas de Monterrey (México) informó que allá tienen una policía del agua que se encarga de sancionar el desperdicio de agua entre los usuarios; en Colombia se ejecutan agresivas campañas para asegurar que la población aprenda a cuidar el agua y darle un uso racional.
Es evidente, pues, que preservar las fuentes de agua para la población urbana (y EPSAS tiene ocho municipios a los cuales garantizarles el líquido) requiere de mucho más que solo acumular tanto como sea posible. Educar a las nuevas generaciones es vital, pero también lo es asegurar que las y los usuarios de hoy sepan racionar y eliminar las prácticas que provocan desperdicio. Toda acción suma, por ello hay que convocar a toda la sociedad a involucrarse en la tarea.