Basura nuestra de cada día
Cada uno necesita tomar conciencia clara de las consecuencias de nuestros hábitos de consumo.
Vivo en una ciudad que pende de un hilo”, dice Claudia Piñeiro en su última novela Las Maldiciones. Parece que la escritora es una nativa de La Paz, ciudad maravillosa; o al menos ha pasado una temporada de lluvias que es cuando todos sus habitantes vivimos con el Jesús en la boca. Y es que no sabemos de dónde viene el golpe: la granizada en “febrero negro” (2002), el megadeslizamiento (2011), la crisis del agua (2016)… ya son parte del imaginario de vivir a la vuelta de esquina de un desastre. Pero lo que nos angustia más es que siempre terminamos constatando que los desastres que enfrentamos son todos evitables por un buen gobierno.
Hoy le tocó a la basura. Desde el 16 de enero, un día después del deslizamiento en el relleno de Alpacoma, La Paz está asfixiada de basura. En nuestra ciudad generamos un promedio de 610 toneladas de desperdicios al día, y si lo multiplicamos por la cantidad de jornadas en las que la basura no se recoge, podemos imaginar la dimensión del desastre ambiental que enfrentamos. Y esto es solo lo que vemos. Lo que solo logramos imaginar es la catástrofe provocada por el deslizamiento en el relleno sanitario que liberó 200.000 toneladas de residuos y 10.000 m3 de lixiviados, según información del Ministerio de Medio Ambiente y Aguas (MMAyA).
Para darnos una idea de la dimensión del deslizamiento, esto equivale a la basura generada por la sede de gobierno durante un año. Y lo que es peor, según el MMAyA, el colapso de la macrocelda 4 y gran parte de la 3 fue producto del “mal manejo del relleno sanitario”, que provocó una sobresaturación de humedad debido a un deficiente drenaje de los lixiviados. A esto se suman otros elementos preocupantes como la modificación no autorizada del diseño original del vertedero, así como su posible funcionamiento con una licencia ambiental vencida. Si se confirman estas hipótesis sobre el desastre, claramente se trata de un hecho que, nuevamente, podía ser previsto y evitado.
Todas estas afirmaciones seguramente desatarán largos procesos de investigación que esperamos determine culpables. Mientras tanto, tres instituciones seguramente tendrán que trabajar de manera coordinada para encontrar una solución: la municipalidad y la Gobernación de La Paz y el MMAyA. Hasta ahora solo hemos visto confrontación y deslinde de responsabilidades. En lo que nos compete como ciudadanos, creo que llegó el momento de asumir nuestra responsabilidad personal sobre la basura que producimos y olvidamos rápidamente una vez depositada en el basurero público.
Solo como referencia tenemos que considerar el ya olvidado Diagnóstico sobre Residuos Sólidos en Bolivia que realizó en 2012 la Dirección General de Gestión Integral de Residuos Sólidos (DGGIRS). En él se sostenía que en Bolivia se genera al año 1,7 millones de toneladas de basura y tan solo se recicla el 2,8%. Esto sí es un desastre silencioso. Igual que con el agua, nunca imaginamos que, por ejemplo, los más de 10 millones de personas que habitamos este país producimos per cápita 4,5 kilos diarios de basura en promedio. ¿Se imaginan hacernos responsables de esto cada día? Si consideramos que de esos desechos el 55% son residuos orgánicos; el 22%, desechos reciclables (papel, plástico, vidrios, metales) y el restante 23% es basura no reciclable, podemos imaginar el gran desafío que tenemos por delante en el manejo de la basura. Si al menos una proporción de residuos orgánicos acabara en compost y, digamos, la mitad de nuestra basura reciclable fuera reutilizada, ¿sospechan cuánto espacio libre tendríamos en el botadero municipal?
No podemos seguir así. Indudablemente las autoridades deben asumir su responsabilidad, pero también cada uno de nosotros necesita tomar conciencia clara de las consecuencias de nuestros hábitos de consumo.