Saudade con FadoCracia (y PosGata)
Hace casi cuatro años, convocado por la función pública, me tocó replegar temporalmente la Saudade/columna para cultivar la saudade/silencio. Hoy, gracias a la generosa invitación de la amiga y directora de La Razón, Claudia Benavente, vuelvo a este quincenal encuentro. Retomar siempre es más complicado que empezar, pues implica disponer sobre lo ya construido. Asumo el desafío. Como bien advierte Lec: “todo está escrito, por suerte, no todo está pensado”.
¿Sobre qué me gustará escribir? Por su naturaleza, una columna de opinión debiera ocuparse de temas de coyuntura. Pero lo hace siempre en diálogo con procesos y principios. Y también con las militancias, para no hacerse pasar por “independiente”, esa falacia. Declaro aquí mis cuatro militancias: los derechos a la comunicación e información, la demodiversidad, el autogobierno indígena y la igualdad de género. Si no escribo sobre estos asuntos, escribiré desde ellos.
En tal horizonte, en esta columna inaugural asumo que, en los siguientes 13 meses, mucho de lo que se diga o calle en el espacio público-político estará incitado (a veces contaminado) por el proceso electoral, con un calendario largo que se inició en octubre pasado con la convocatoria a elecciones Primarias y que se prolongará hasta los comicios subnacionales de abril de 2020. Democracia de alta intensidad, dirá Santos. Hoy en medio de la polarización discursiva por el “factor repostulación”.
¿Cómo llegaremos a la votación de octubre? O mejor: ¿qué podemos esperar de esas elecciones? Más allá de cuán robustos/magullados estén los actores relevantes, me parece necesario apuntar dos cuestiones que no por obvias resultan menos esenciales. La primera es celebrar que, pese a ciertos aleteos rupturistas, las urnas sigan siendo el escenario para dirimir nuestras diferencias; la segunda, que un gran reto democrático hoy es evitar la degradación del debate público.
Dicen que no se tiene saudade, se la siente. Es el anhelo producido por una ausencia. O en palabras de Joaquín: nostalgia por aquello que jamás sucedió. Esta columna quiere expresar ese sentimiento: la añoranza del porvenir. No es la utopía inalcanzable. Es el “todavía-no”, como expectativa/anticipo de futuro. Ese porvenir poblará esta columna que es, a la vez, triple guiño: Saudade grave, FadoCracia irreverente y una PosGata por si acaso. Corramos la aventura.
NdD. Luego de una pausa “forzada” de cuatro años, La Razón se complace del retorno de José Luis Exeni a sus páginas de opinión. Estamos seguros de que los comentarios y deliberaciones de este comunicador, investigador, politólogo y periodista boliviano de amplia trayectoria van a enriquecer sustancialmente las reflexiones de nuestros lectores.
(En)fadocracia
Gobierno de los melancólicos, hegemonía de la saudade, tiranía de los sentimientos… Seducida por el fado, música de carácter triste y fatalista, que arruga el corazón y libera el almita. La FadoCracia que aquí habita es hermana gemela de la nostalgia, el silencio y la soledad. Y amante de la noche (Pessoa dixit), “señora del luto infinito”. Con esa declaración de identidad-principios nació esta trinchera de la palabra hace más una década. Luego hubo paréntesis. Hoy toca feliz retorno. Y el corazón agradece.
Vuelve la FadoCracia, cómplices lectoros, con la convicción de que cada pre/texto aquí publicado, desde la crítica, con algo de ironía, buscará alentar el “apetito de conversación”. Si además provoca desacuerdos, enfado o escepticismo, mucho mejor. Claro que hay límites: no se ocupará de la dirigencia de los choferes, por ejemplo, para no causarles más daño psicológico. Ya suficiente tienen con que, en la calle, en el espejo, les digan “maleantes”. Hay FadoCracia para rato.
* es comunicador.