El nuevo proteccionismo
EEUU está aplicando medidas proteccionistas unilaterales al comercio de bienes, servicios, tecnología y empleo.
La economía mundial está atravesando por una etapa muy crítica, caracterizada por la agudización de las tensiones comerciales y tecnológicas y por la supremacía de los intereses nacionales, lo cual está poniendo en riesgo el orden multilateral prevaleciente después de la Segunda Guerra Mundial, los avances de integración como la Unión Europea y la propia globalización.
Después de la crisis financiera de 2008, el crecimiento del comercio global fue similar al del producto interno bruto mundial, evidenciando la pérdida de dinamismo respecto al período precedente. A su vez, se observa una disminución del impulso de la liberalización comercial multilateral, y a través de acuerdos de integración preferencial. Como resultado, se está muy lejos de lograr un mundo sin aranceles y sin medidas no arancelarias. Por el contrario, se han desatado fuerzas que pueden revertir los avances debido al aumento de las medidas de defensa comercial (antidumping, antisubsidios y cláusulas de salvaguardia, entre otros). Sin embargo, los pronósticos mundiales se han corregido solo levemente a la baja, siendo la mayor preocupación el incremento de la incertidumbre en la política comercial, que inclina la balanza de riesgos de la economía global peligrosamente a la baja.
El brexit es un caso único y, como dijo el presidente del Banco Central de Inglaterra, los shocks de oferta negativos grandes son relativamente raros y no hay ningún precedente de una economía avanzada que se haya retirado de un acuerdo comercial tan profundo y complejo como la Unión Europea. La salida de Gran Bretaña de la UE va en contrarruta de la tendencia mundial hacia una integración profunda. Decisión que fue asumida por la predominancia de criterios nacionalistas y antimigratorios por encima de los impactos económicos, que son asimétricos entre sectores y regiones dentro del Reino Unido. La migración y la globalización hoy en día se ven como amenazas a la identidad, y se asocia el euroescepticismo al nacionalismo inglés. Con lo cual, antes que los intereses económicos priman los sentimientos identitarios.
El proteccionismo impulsado por Trump se tomó con poca seriedad, dando importancia sobre todo a lo anecdótico del empleo de Twitter para aplicar esta política. Lo cual desvía la mirada frente al trasfondo, que implica un cambio radical en los objetivos y en la instrumentación de la política comercial de Estados Unidos, especialmente de los nuevos actores como la asociación de manufacturas y los grandes grupos tecnológicos, que conforman los grupos de presión detrás de estas medidas. El establecimiento de un arancel a la importación de acero y aluminio, la guerra comercial y tecnológica con China, y la modificación unilateral del acuerdo del NAFTA son tres casos emblemáticos que evidencian la intención de la Administración Trump en procura de retomar el liderazgo mundial de las manufacturas y de la tecnología, bajo el eufemismo de la “seguridad nacional”, y la imposición unilateral en lugar de las negociaciones multilaterales.
A diferencia del pasado, cuando los países en desarrollo eran los que no cumplían las “reglas multilaterales”, Estados Unidos, la cuna moderna del liberalismo, ha decidido abrazar los viejos principios de la seguridad nacional para justificar la aplicación de medidas proteccionistas unilaterales, discriminatorias y discrecionales al comercio de bienes, servicios, tecnología y flujos de trabajadores. En la economía boliviana, los efectos de estas tensiones comerciales y tecnológicas no se manifiestan directamente, sino a través de la caída de los precios de los commodities, las reacciones cambiarias de los países vecinos y los efectos en Brasil y Argentina.
* Economista, expresidente del Banco Central de Bolivia (BCB).