Voces

Monday 13 Jan 2025 | Actualizado a 14:03 PM

Poder urbano

/ 5 de noviembre de 2019 / 01:00

La ciudad es la obra cultural más importante. Con sus virtudes y defectos, es la representación física en el territorio de cualquier sociedad. Y ese valor intrínseco ha sido aprovechado por teóricos como Edward Glaeser para alabar el triunfo de las ciudades como una victoria histórica del capitalismo. Y algo de razón le asiste. La concentración urbana, cuya fuerza motriz es el mercado liberal, ha conquistado sociedades tan cerradas como la china, cuya costa oriental está llena de paquidérmicas ciudades a lo Houston y su occidente es un páramo rural.

Ahora la población mundial es casi urbana. El 80% del PIB mundial se genera en las ciudades. Y es tal el avance de esta obra cultural que ahora se recicla un estamento urbano del pasado: las ciudades-Estado. Según varios pensadores, el siglo XXI será testigo del triunfo de las ciudades-Estado por encima del modelo Estado-nación, todo para repensar temas trascendentales: democracia, desarrollo sostenible, lucha (real no demagógica) contra la desigualdad, acceso a los servicios básicos y vivienda; entre otros, temas donde los Estado-nación fracasaron estrepitosamente. Malas noticias para los gobiernos centralistas y muy malas para los gobiernos autoritarios.

En Bolivia casi el 70% de la población vive en las ciudades y el 30%, en el campo y con elevadas tasas de urbanización. Las ciudades bolivianas son la construcción de la pluralidad, el melting pot de una posmodernidad abigarrada o c'hixi, a decir de Zavaleta o Rivera. Y los levantamientos ciudadanos de estos días, que son pluri-multis, deberían sacudir al estamento más conservador de la sociedad boliviana: los políticos. En muy pocos días estos movimientos ciudadanos se ubicaron entre el poder central y los partidos de oposición. Ahora la ciudadanía urbana marca la agenda política del país, desorientando a los partidos de oposición y empujando al oficialismo a declaraciones funestas como cercar ciudades o vietnamizar el país. Es decir: cercar la plurinacionalidad e iniciar una guerra a los centros vitales de la bolivianidad. Vaya desvarío.

Algunos afirman, con razones de sobra, que vivimos en una oclocracia. Hoy en día esa oclocracia se enfrenta a la ciudadanía de los centros urbanos que es multiforme, intensamente transversal y aleatoria, con nuevos actores en primera línea. En este nuevo milenio una juventud, hace poco apática e indolente, llena las calles sin miedos, sin patrones políticos, protestando con paradigmas viralizados en internet, y diseñando estrategias contra la autoridad presente y futura. Es un emergente poder urbano que ve más allá y expresa con furia la amarga distopía que le tocará vivir.

* Arquitecto.

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Una IA soberana

/ 10 de enero de 2025 / 08:11

El Foro Económico Mundial ha lanzado el desafío histórico a los pueblos del planeta para desarrollar una Inteligencia Artificial (IA) soberana, entendiendo a ésta como la urgencia de formar talento propio y centros de desarrollo (infraestructura de hardware, etc.) que contribuyan a formar, con sentido propio, la más disruptiva de todas las tecnologías digitales. Esta convocatoria plantea una IA soberana como una estrategia nacional de sobrevivencia ante el avasallamiento imparable de las Big Tech (Google, X, Amazon, Facebook, etc.), que inauguraron una nueva fase del capitalismo al formar parte del gobierno americano con la alarmante sociedad Donald Trump/Elon Musk. Pero, el imperialismo americano no está solo en la cuarta revolución industrial. El nuevo poder imperial chino, con larga experiencia en la sociedad del poder político con el empresarial, también trabaja en tecnologías disruptivas y conquista continentes.

Nuestro avance en una IA soberana es casi cero. Somos consumidores irreflexivos y maquinales. En Bolivia hay tantos teléfonos inteligentes como población, y más de la mitad de los hogares tiene internet fijo. Es decir, no hay lugar en este vasto y despoblado territorio que no tenga un consumidor aculturizado de toda la influencia extranjera que viene con esos artilugios. Pasamos el tiempo embobados con memes en TikTok o en FB, y deslizamos ociosamente los dedos en la pantalla buscando estupideces en la infinita basura universal de la nueva sociedad digital/global. En cualquier casona de la clase alta o en un rincón perdido del Altiplano intercambiamos esas boberías para reírnos de nuestra existencia. Pero, detrás de ese “entretenimiento”, se está gestando la mayor de las inequidades de la historia humana que afectará radicalmente a las sociedades del sur global sin haber lanzado un solo misil ni desembarcado tropas.

Un estudio llamado ILIA, Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial, analiza el desarrollo de la IA en la región con datos y gráficos país por país. Chile, Brasil y Uruguay encabezan el ranking en todos los temas. Bolivia está casi al final en todos los aspectos analizados: talento humano, investigación, regulación, institucionalidad, etc. En el último ILIA, donde solo participó un docente boliviano, se menciona: “Bolivia no cuenta con una Estrategia en IA ni de una institución abocada de forma específica a esta materia ni tampoco de mecanismos que generen participación ciudadana o de stakeholders”.

Somos y seremos pasto del imperialismo digital/global mientras reímos intercambiando memes sobre los mediocres y anacrónicos candidatos en la pugna electoral de este año 2025, que ya se percibe de espanto.

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Megalópolis

/ 26 de diciembre de 2024 / 22:35

La última película de Francis Ford Coppola, un genio de 85 años, es ambigua. Por momentos sobresaliente y a ratos un sopor. Como retrata a los arquitectos en medio de una distopía capitalista, van unos comentarios sobre algunas manías de mi gremio.

Ford Coppola construye al héroe, el arquitecto Cesar Catilina (Adam Driver), como un semidiós del urbanismo a lo Frank Lloyd Wright, Le Corbusier o Norman Foster. El arqui Cesar Catilina crea, ex nihilo, con un lápiz y unas escuadritas, la ciudad del futuro Megalópolis que reemplace al New York oscuro, amoral y libertino, del tercer milenio. Además, ese arqui vestido de negro, es también científico y crea un nuevo material, el Megalón, con el cual construirá ciudades, vestidos, tazas, etc. O sea, el arqui es: diseñador, investigador, promotor, churro, amante, filósofo, borrachín y puede detener el paso del tiempo. Todo un portento que merece el Premio Nobel. Vaya plomazo.

Las escenas donde Cesar Catilina muestra a una vasta audiencia su nueva ciudad son geniales. Explica su gran maqueta con esa filosofía barata con la cual los arquis presentamos nuestras ideas: un bla bla sobre la humanidad, lo fenomenológico, la resiliencia, el estilo, entre otras linduras. Todos subidos en un inestable andamiaje. Claro que el viejo Ford Coppola sabe de símbolos.

Lea también: ¿La pelota no dobla?

Megalópolis recibió críticas divididas: “Excesiva, errática, inclasificable… un despropósito de proporciones épicas”, “la cosa más loca que he visto. Y mentiría si dijera que no he disfrutado cada segundo”. Yo la he gozado por partes. Las escenas del estudio del arqui, con un grupo de asistentes a cuál más excéntrico y estrambótico, son calcadas de la realidad. A la hora de diseñar somos atrabiliarios y presuntuosos jugando con maquetitas sin pensar en el otro. Por si esto fuera poco, nos promocionamos como Mesías dispuestos a salvar la humanidad con nuestras ideas arquitectónicas; pero, por supuesto, sin perder la ocasión de hacer negocios para el gran capital sea del tío Crassus III o del alcalde el negro Cicero.  Obviamente, a tan enervante personaje, le iba a llegar su merecido: un niño, otro Hijo de Sam, lo encuentra en un estacionamiento y le pega un tiro en la cara.

Pero como los viejitos somos tiernos, Ford Coppola termina su fábula, épica y exuberante, con un mensaje de telenovela sudamericana: “con amor todo florece”. El arqui resucita con Megalón y con su nueva familia pasea por Megalópolis en unos espacios futuristas realizados, dicho sea de paso, con los peores efectos especiales del último tiempo. Al director y guionista, que puso 120 millones de dólares de su fortuna amasada con el vino, no le alcanzó para efectos de primer nivel. Es que las y los arquis no nos merecemos más.

Carlos Villagómez es arquitecto

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¿La pelota no dobla?

Carlos Villagómez

/ 13 de diciembre de 2024 / 06:01

Como este medio es indisimuladamente tigre (les estamos soplando la nuca, ya viene la Navidad, etc.), declaro que soy del Bolívar desde siempre. Mario Mercado, en persona, le regaló una mini camiseta celeste a mi hijo y la depositó en su cuna. Mis nietos continúan esa pasión. Por todo ello, van tres reflexiones sobre los partidos políticos (de derecha, centro o de izquierda) y los clubes de fútbol; porque, a mi juicio, ambos son empresas privadas con importantísimos réditos.

Consulte: Un plátano y un locoto

1. Partidos políticos y clubes de fútbol deben crecer ganando adeptos; a los primeros se los llama militantes, a los segundos, hinchas. Cada cual manda sus mensajes y construye relatos para convencer al soberano. Están sometidos a poderes globales, ejemplo: los partidos al Grupo de Puebla, Cuba o Estados Unidos; y todos los clubes a la FIFA (el mayor poder global sin ética ni trasparencia). Las “empresas políticas” conforman su politburó (Estado Mayor del Pueblo, presídium y jefaturas que son los principales accionistas) y los clubes de fútbol, sus directorios. ¿Quién controla a ambos? Pues, nadie. Sus manejos quedan en un agujero negro interestelar. Con un golpe de suerte, ambas empresas son de las más rentables, aunque con una gran diferencia: los partidos políticos juegan con plata ajena (casi toda del Estado) y los clubes arriesgan sus capitales.

2. Bolívar decidió incorporarse al negocio global del fútbol. Ahora tiene planificación a futuro, obras visibles, academias, y un trato a los jugadores inigualable. Eso levantó sospechas porque sabemos cómo son las empresas del fútbol internacional. Pero, Bolívar está construyendo algo imprescindible en Bolivia: institucionalidad seria, estable y resiliente. Como eso levanta envidias, sus rivales de la Liga le juegan a la mala, al catenaccio, a tirar pelotazos a ver si algún defensa se equivoca o les regalan un penal; objetivo táctico: ganar al millonario como sea y a festejar como posesos.

En el ranking FIFA Conmebol, Bolívar está en el puesto 16. En el último clásico, la posesión de la pelota llegó a 72% de los celestes y 28% de los atigrados. En lo referido a la institución, pienso que Bolívar tiene 90% contra 10% de los otros equipos de la Liga. Por esa voluntad de jugar bien al fútbol, administrar empresarialmente desde Mercado a Claure, los celestes cumplen dignamente en el exterior, los equipos del ollazo son una lágrima.

3. Pero veamos el trasfondo. En política como en el fútbol estamos muy mal; pero, paradójicamente, los gremios de los politólogos y los periodistas deportivos crecen como hongos porque el vil metal necesita voceadores que amplifiquen el usufructo de nuestras pasiones. El dinero dobla a la pelota y tuerce ideologías mientras adormece al pueblo con perorata mediática.

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Un plátano y un locoto

/ 29 de noviembre de 2024 / 06:00

Hace poco un joven chino escribía en sus RRSS: “Soy Justin Sun, y me complace anunciar que he adquirido la icónica obra de Maurizio Cattelan ‘Comedian’. No se trata solo de una obra de arte; representa un fenómeno cultural que une los mundos del arte, los memes y la comunidad de criptomonedas”. El asiático, dueño de la empresa de criptomonedas TRON, pagó a Sotheby’s la suma de 6.200.000 dólares por un plátano, común y silvestre, putrescible e insignificante, pegado con cinta adhesiva plateada en el muro de esa empresa de subastas de arte en New York.

Maurizio Cattelan es un artista italiano que cultiva el arte conceptual (una rama ambigua de las prácticas estéticas contemporáneas), conocido por irreverente y provocador. Realizó esculturas controvertidas de Hitler y de Juan Pablo II que lo llevaron a la cúspide del estrellato. Para seguir fastidiando al mundo artístico, el año 2019 pegó un plátano en un muro de la feria Art Basel Miami Beach diciendo que era una obra de arte y que costaba 120.000 dólares. Se armó un quilombo monumental. La prensa, televisión, las RRSS y los críticos de arte comenzaron una interminable secuela de notas que lograron lo que buscaba Cattelan: subir la cotización hasta los millones que pagó el chinito.

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En Occidente, el arte conceptual transita por caminos absurdos e ilógicos, pero con millonarias cotizaciones en New York, Londres o París. Como escribí anteriormente acerca del triunfo de la extravagancia en el arte, ahora nos toca insinuar el éxito de lo absurdo. ¿Por qué en esos espacios del arte se llegan a esos extremos? ¿Por qué Duchamp, que comenzó todo exponiendo a principios del siglo XX un urinario, sigue estimulando esas exacerbaciones estéticas?  Parece que el absurdo en el arte se convierte en un espejo que refleja nuestras contradicciones existenciales; y que sólo, en ese espacio especular, aceptamos experimentar en libertad las ganas de no pertenecer a la especie humana; y, por lo tanto, necesitamos experimentar ese arte absurdo para reimaginar nuestras percepciones del mundo de eme que vivimos. En el zafarrancho actual, en medio de incendios forestales, de mazamorras letales, del abuso mediático de políticos y políticas de quinta, queremos encontrar algún sentido vital a lo absurdo de existir, y mirar como un pinche plátano vale millones, se torna en una cojudez imprescindible.

La empresa de condones Durex aprovechó la fama fálica del fruto para un aviso publicitario que decía: esa banana también necesita protección. En otro contexto, el artista y amigo Mauricio Bayro, nos incita pegando en el muro de nuestros lamentos un locoto boliviano, rojo furioso y más picoso, que el desabrido plátano del italiano.

Carlos Villagómez es arquitecto

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Aportes para la Plaza del Bicentenario

/ 14 de noviembre de 2024 / 23:14

El proyecto para la Plaza del Bicentenario (PdB) sigue a pesar del restringido tiempo que queda. Es una pena que semejante obra, de trascendencia histórica para cualquier gestión municipal, se lleve a trompicones. Sin embargo, van mis comentarios como un ciudadano proactivo. De inicio, sugiero que la construyan con calma, tomen el tiempo necesario, y construyan pensando en materiales nobles y procesos adecuados, porque no es una placita más con colores de heladería.

Una plaza en la ciudad de La Paz que rememore dos siglos de la historia boliviana, tanto de la República como del Estado Plurinacional, es un desafío enorme por muchas razones, la más importante de todas: la PdB debe ser el espacio público que congregue los imaginarios heterogéneos (históricos/políticos/sociales/culturales) que las paceñas y paceños tenemos de la historia boliviana. Según entendidos, esa simbólica debe conjugar un set de inclusiones: Uno. La inclusión simbólica del pasado, para ello, la comunidad debe guiar la expresión arquitectónica/urbanística. Dos. La inclusión activa, a través de su función central (conmemorativa) en un área espacialmente óptima para propiciar eventos. Tres. La inclusión emocional, con instalaciones especiales vinculadas al medio natural y a la historia.

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Por otro lado, para la toma decisiones se deben analizar ejemplos análogos. Revisar las grandes plazas conmemorativas del planeta: la Plaza de San Marcos, Venecia, Italia; la Plaza del Zócalo, Ciudad de México, México; la Plaza de Mayo, Buenos Aires, Argentina; la Plaza Tiananmen, Pekín, China; la Plaza del Palacio Gyeongbokgung, Seúl, Corea del Sur; etc. Una característica común de estos ejemplos son los grandes atrios para reuniones colectivas, y desfiles multitudinarios. Ese gran vacío urbano debe incorporar la naturaleza junto a otras funciones, como un museo conmemorativo de los momentos épicos que ha soportado esta ínclita ciudad. La ciudad de La Paz, por su rol histórico y su entrega a la nación, debe construir la PdB más representativa de todas.   

El ejemplo paceño para inspirarnos es la Plaza de los Héroes en Miraflores. Este complejo fue construido en los años 50 del siglo pasado y conjuga la simbólica política de un proceso revolucionario con las reminiscencias de nuestro pasado prehispánico. Correctamente alineada a un eje urbano fundamental, la gran explanada remata en el Monumento a la Revolución Nacional del arquitecto Hugo Almaraz, una edificación de potencia alegórica que contiene murales, didácticamente ideologizados, de grandes artistas. Una maravilla.

¿Cómo construimos la PdB de este tiempo que este a la altura de ese extraordinario ejemplo histórico?

Carlos Villagómez es arquitecto.

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