Fue por el feminismo
La lucha en favor de la equidad ha permitido que los cargos jerárquicos también estén compuestos por mujeres
En ocasión de la inauguración del año judicial 2020, una emblemática foto recorrió las portadas de algunos medios impresos y los perfiles de redes sociodigitales de varios noveles entusiastas feministas. La imagen revelaba un dato no menor: al iniciar este año, tres de los cuatros poderes del Estado están encabezados por mujeres. Junto con este dato se enfatizó un importante relato en torno a la figura de Jeanine Áñez como la segunda presidenta mujer del país, e incluso se ha cuestionado por qué los feminismos no celebran estos datos.
De ninguna manera corresponde atribuirse la voz de tantos y tan diversos feminismos respecto a lo planteado, pero es importante ensayar algunos momentos políticos que permitieron que Áñez se encuentre en la línea de sucesión constitucional y que Eva Copa llegue a la presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP).
La Constitución Política del Estado de 2009 estableció la equidad de género para las candidaturas a la Asamblea Legislativa. A su vez la Ley del Régimen Electoral (2010) delimitó con claridad que la “equivalencia de condiciones” se materialice en paridad y alternancia en las listas de candidaturas tanto para diputaciones como para senadurías. Finalmente, un reglamento del Órgano Electoral Plurinacional permitió el cumplimiento riguroso de estos principios en las listas de candidaturas. Con lo cual las elecciones generales 2014, en las que fueron electas Jeanine Áñez y Eva Copa, fueron las primeras en las que se aplicó este principio de paridad.
En una nota publicada días atrás en un periódico de circulación nacional, el historiador alteño Ángel Cahupaza relata que Eva Copa, siendo precandidata en representación de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), no figuraba como favorita para llegar a las listas de senadurías; fue la obligatoriedad de que una mujer se ubique detrás del primer candidato a senador por La Paz y su condición de alteña lo que terminó abriéndole las puertas a la Asamblea.
En el caso de Jeanine Áñez, la voluntad política impulsada por las leyes antes mencionadas en varias asambleístas (de todas las tiendas políticas), junto con la activa participación de organizaciones en defensa de los derechos de mujeres, permitió la vigilancia del cumplimiento de la paridad de género. Lo cual a su vez permitió que la conformación de las directivas en las dos cámaras legislativas fueran paritarias desde el 2015. Esta práctica se mantuvo hasta la última elección en la que Áñez ingresó en la directiva. Si comparamos la línea de sucesión constitucional desde el 2005 con la de este 2019 podremos observar que recién en los últimos años aparecen mujeres en cargos relevantes; cosa que no ocurría en la sucesión de hace 15 años.
En suma, las acciones ejecutadas de manera sostenida por organizaciones de mujeres han sido las que han permitido que nuestro escenario político y sus cargos jerárquicos estén compuestos también por mujeres. Ello posibilitó que aún en un escenario tan anómalo como el que estamos viviendo ellas tengan la oportunidad de tomar el mando. Estar a favor de que estos avances no retrocedan y, por el contrario, se amplíen en todo el espectro político y social, no implica la obligatoriedad de apoyar políticamente a toda mujer por el hecho de llegar a un determinado cargo de poder. Pues, se sabe, el ser feministas no implica una homogeneidad de pensamiento político. Lo cual no significa que no se siga abonando el camino para que todas (así, diversas) puedan acceder al poder político. Y qué mejor cuando se da a través del voto del pueblo.
* Comunicadora. Twitter: @verokamchatka