Deliberación sana
Las redes sociales como Facebook y Twitter, y los servicios de mensajería como WhatsApp y Telegram difícilmente sirven para generar deliberación de temas públicos; y menos aún para generar consensos públicos.

Son las redes sociales y los chats un lugar de deliberación pública? Esta es una pregunta relevante tanto para las democracias como para los negocios. Y es investigada hace años, incluso décadas, por las ciencias sociales que estudian las tecnologías de información y comunicación.
Las respuestas han sido variadas. Por un lado, se entiende que son herramientas de contacto que permiten que fluya información, e incluso que se generen deliberaciones y acuerdos. Por otro lado, se sostiene que son herramientas que por su rapidez (y ahora desinformación, fake news y otros aspectos), no permiten una deliberación informada.
Las condiciones han cambiado con el inicio de la cotización en Bolsa de estas plataformas de redes sociales (lo que sucedió para Facebook en 2012 y para Twitter en 2013), y ahora muestran un panorama más unívoco en la respuesta a esa pregunta: no son espacios de deliberación pública, sino de polarización.
Como cotizan en Bolsa, para que sus acciones suban deben mostrar que tienen muchos usuarios que se incrementan constantemente, y que estos usuarios son activos; es decir, que no son cuentas muertas. Por lo que uno de los grandes problemas que deben resolver estas empresas es ¿cómo incrementar las interacciones entre usuarios?
Como las interacciones extremas, violentas, no conciliadoras tienden a consolidar más apoyos y también más interacciones de disgusto (porque quienes apoyan la posición saldrán a defenderla, y quienes se sienten molestos por ella lo expresarán incluso furibundamente), los mensajes que les funcionan mejor a las compañías de redes sociales son los que tienen un carácter polémico.
Continuando con la explicación, habrá que entender si hay alguna forma en que las empresas pueden motivar este tipo de interacciones polémicas. Sí, eso es posible a través de algoritmos que privilegian posts con más interacciones en la parte de arriba del muro (o time line). Incluso podrían entender qué gustos tiene cada usuario y hacer que aparezcan opiniones contrarias de vez en cuando. La verdad es que se sospecha que los algoritmos funcionan de esta manera, al menos en parte. Pero no se puede saber con certeza por qué las empresas no han hecho caso a las demandas por transparentar sus algoritmos que se les viene haciendo desde hace al menos siete años.
Las redes sociales como Facebook y Twitter, y los servicios de mensajería como WhatsApp y Telegram difícilmente sirven para generar deliberación de temas públicos; y menos aún para generar consensos públicos. Por esto, no son espacios limpios para el debate democrático. Como usuarios y usuarias será bueno entender que nuestras interacciones en esos espacios no son un debate libre, informado y sano.
Eliana Quiroz
es ciberactivista y burócrata.
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