‘Cuarentena dinámica’
La salida gradual desde las casas debe hacerse con el respaldo de datos ciertos, y no improvisando o probando suerte

A tiempo de decretar la tercera ampliación de la cuarentena iniciada el 22 de marzo por efecto del nuevo coronavirus, el Gobierno provisorio anunció que desde el lunes 11 de mayo pasaremos de la cuarentena total a una todavía incierta “cuarentena dinámica”. No están claras las condiciones sanitarias para este paso, sobre todo porque las pruebas en Bolivia siguen siendo mínimas.
La pandemia ha obligado a los Estados nacionales a declarar situaciones de emergencia sanitaria (de excepción, de “calamidad”). Ello implicó algunas medidas drásticas a fin de disminuir el crecimiento exponencial de contagios y, en su caso, mitigar los letales efectos de la COVID-19. El declarado objetivo de “aplanar la curva”, y así extender los casos en el tiempo, responde a la necesidad de evitar el colapso de los sistemas de salud. El escenario es dramático.
Así, el aislamiento social fue asumido como una medida imprescindible contra el temible “contagio comunitario”. Y adoptó diferentes formas desde los gobiernos. La menos frecuente fue la invocación voluntaria a la ciudadanía para quedarse en casa. La más común, al menos en la región, fue la declaratoria de confinamiento obligatorio. Están también los que niegan los efectos de la pandemia (bolsonarismo). Y otros que aprovechan la emergencia para fines políticos persecutorios a título de “delitos contra la salud pública”.
Siendo imprescindible, el confinamiento (y las sanciones que correspondan por incumplimiento) no resuelve por sí mismo la inminente crisis sanitaria ni evita, en algún momento, el pico de contagios. Su fortaleza indiscutible es que permite ganar tiempo para fortalecer el sistema de salud y dotarse de pruebas, respiradores, unidades de terapia intensiva, equipo de bioseguridad, personal médico, protocolos. La cuarentena por sí sola, sin pruebas masivas por ejemplo, es un cojo que prolonga su caída.
Hoy se cumplen seis semanas de confinamiento total y obligatorio en Bolivia, asentado más en acciones represivas que en medidas sanitarias. No es poco tiempo. Todos sabemos que en algún momento debe encaminarse el retorno a la “normalidad”, como lo están haciendo ya varios países en el mundo. Sobre todo por los elevadísimos costos socioeconómicos del encierro. Pero la salida gradual desde las casas al espacio público debe hacerse con el respaldo de datos ciertos, y no improvisando o probando suerte.
En Bolivia, con muy escasa información y falta de transparencia sobre la gestión gubernamental de la emergencia sanitaria (más allá de los reportes diarios de contagios y decesos), queda la sensación de que avanzamos a tientas. Así ocurre con la “cuarentena dinámica” desde el 11 de mayo. Más allá de la interesante clasificación, ¿cómo se definirá si un territorio mantiene riesgo alto o ya califica como riesgo mediano o moderado? ¿Con qué datos? ¿En qué condiciones sanitarias? El dinamismo en su hora incierta.