Ley para los ‘medios alineados’
Parece inútil esperar que los actores políticos, cualquiera sea su signo, asuman la necesidad de autocrítica. Y no es que les falten motivos. Al contrario: sobran errores, desviación, retrocesos. Igual lo suyo siempre será la (auto)conmiseración, lo más lejos posible de la reflexividad y el examen crítico en el espejo. ¿Podemos decir lo mismo, salvando distancias/similitudes, de los actores mediáticos? ¿Cómo está hoy, señorías, el oficio periodístico?
Hay esquiva discusión sobre el desempeño de los medios en general, y algunos diarios en especial, en la coyuntura crítica de 2019. Aunque el tema está ausente en el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, quedan los hechos. Y las evidencias. Algunos operadores mediáticos no solo fueron parte activa de la polarización: también promovieron selectivamente la crisis, manipularon noticias, legitimaron masacres.
Veamos un hecho más cercano. En la reciente disputa de calle en el marco del día de la democracia, la cobertura informativa reafirmó sus nichos retorcidos, empezando por la denominación de los movilizados. Las etiquetas cuentan. Los de un lado son ciudadanos, activistas, sectores; los del otro, en tanto, “grupos de choque” (sic), “afines al MAS”, “gente pagada”. Hay no solo posicionamiento político, sino también prejuicios, carga racial, odios viejos.
No sorprende pues la Resolución del Pacto de Unidad (que agrupa a las cinco organizaciones matrices que sostienen “el Instrumento Político”), en la que, entre otros puntos, rechazan “el papel nefasto de los medios de comunicación alineados y de propiedad de la derecha y la oligarquía neoliberal”. Y los asocian con mentiras y afanes desestabilizadores. La retórica es beligerante. E inaceptable. Pero así percibe una parte de la sociedad a los medios. Debiera preocuparnos.
¿Qué hacer? El mismo Pacto de Unidad exige la distribución equitativa de la publicidad estatal y avanzar en una ley de comunicación. El primer punto es necesario y encomiable. Tengo reparos sobre el segundo. Dudo que la solución sustantiva a la actual degradación del campo mediático pase por una ley. El desafío no es controlar o sancionar a los operadores mediáticos, sino democratizar la comunicación. Se dice fácil. No lo hemos logrado en casi cuatro décadas de democracia.
El debate sobre los derechos a la comunicación e información es de larga data. No es un terreno de anomia. Existen leyes, entre el riesgo de la regulación y la coartada de la autorregulación. Los medios digitales multiplican la complejidad. Urge más deliberación (menos verdades) y autocrítica (menos ombligo) en el gremio periodístico y sus organizaciones.
FadoCracia hipocrática
1. Algunos miembros de la Iglesia Católica tienen afición por los niños. Y los violan. Otros se preocupan también por las niñas. Niñas violadas. “El amor siempre vence”. 2. Si una de esas niñas, digamos de 11 años, es embarazada por un violador, opera el milagro: de víctima se transforma en ni-ña-ma-má. Aleluya. 3. A los antiderechos, camuflados de “provida”, les importa un carajo la vida de la menor. Quieren hacerla parir. La cri-a-tu-ri-ta será su trofeo. 4. El operativo es sencillo. Y funciona. Filtran la decisión de interrupción legal del embarazo; los medios-canalla agitan el “debate”; no falta el médico hipócrita/hipocrático; los jerarcas con y sin sotana intervienen en la nocturnidad, prometen, amedrentan; la menor es secuestrada en un albergue hasta que sea madre. 5. El embarazo forzado es un acto de tortura, advierte la ONU. 6. ¿Y el Estado laico? Excepto por la Defensoría del Pueblo, más parece un Estado flácido. 7. Si su “Dios de la vida”, prelados, permite esa tortura, no lo quiero: “tutor de los perdones / distribuidor de penas / condona las condenas / condena los condones”. No gracias.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.