Voces

Tuesday 7 May 2024 | Actualizado a 23:36 PM

La obra de Alfredo Domínguez

/ 30 de enero de 2022 / 00:21

Alfredo Domínguez Romero ha quedado dentro de la memoria colectiva de gran parte de la población boliviana que lo recuerda, principalmente, como uno de los mejores exponentes de la guitarra. Igualmente, es también conocido el aspecto multifacético que tuvo el “Genio Salvaje” al haberse distinguido en pintura, grabado y fútbol, entre una diversidad de capacidades y destrezas que pudo desarrollar. De esta manera, ha dejado una herencia que se manifiesta en diferentes espacios del día a día en nuestro país y en el exterior, ya que el reconocimiento llegó más allá de las fronteras nacionales, destacándose en países como Francia y Suiza. De forma complementaria, debemos considerar el desarrollo de su obra enmarcada en un contexto y coyuntura llena de bemoles como la Revolución Nacional o los años de dictadura, que marcaron facetas de su pensamiento y que perviven hasta nuestros días en las letras de sus canciones como por ejemplo No fabriquen balas, en medio de su formación libertaria influida por el Conjunto Teatral Nuevos Horizontes.

En un aspecto especial, Domínguez fue y sigue siendo uno de los elementos más característicos de la identidad contemporánea de los Chichas, y sobre todo de Tupiza, esto debido a su lugar de nacimiento. De esta forma, dentro de su obra se encuentran plasmadas gran parte de las escenas tradicionales que se desarrollan en esta parte del país, de lo cual se puede desglosar y entender las formas de expresión de la población de los Chichas. Pero, por otra parte, está la oportunidad de abordar el pensamiento de Alfredo y su forma de entender la realidad de su pueblo, que se refleja en toda Bolivia, por su aspecto de representatividad en los rostros de obreros, indios y migrantes. Entonces, al considerarlo como nuestra proyección identitaria, debemos analizar su obra musical haciendo énfasis en las letras que reflejaban sus pensamientos y reflexiones que después se publicaban en canciones vigentes hasta nuestros días, denunciando la situación de la mayoría de la población en el país, con afirmaciones contundentes como el “sí, señora, soy un indio”.

Desde este punto de vista, para todas y todos nosotros es importante brindar atención especial a las letras, las cuales también resultan muy relevantes, complementando la interpretación musical, porque aquí están implícitas las formas representativas de lo que debemos recuperar en la construcción de nuestra identidad; significado y significantes. Esta tarea también está latente porque dentro de toda su obra, lo más conocido son los álbumes Algo más de Alfredo Domínguez y Juan Cutipa, donde se ha dado una atención especial a la interpretación de la guitarra y su gran capacidad en la ejecución. En contraposición, se ha dejado de lado, y en desconocimiento, otros álbumes donde una mayoría de interpretaciones tienen letras que develan y permiten adentrarnos en su forma de entender la realidad de sus tiempos; donde no quedaron exento de los hechos, por ejemplo, dictatoriales que afectaron a todo un país junto a un sinfín de problemáticas sociales.

A esta capacidad analítica de la realidad se suma la opción de hacerla pública mediante sus interpretaciones para que sirva como una forma de manifestarse contra los aspectos negativos de una sociedad compleja en momentos críticos.

Así, con la muerte de Alfredo Domínguez (28 de enero de 1980), su legado ha tomado aún más fuerza y nos lleva a visitar una y otra vez esta obra para adentrarnos en su pensamiento y su forma de entender la identidad o la problemática social para confrontarlas con lo que se vive en la actualidad. Sin duda queda mucho por estudiar en la obra de este gran personaje que, para agrado propio, fue oriundo de los Chichas, por lo que somos los responsables de continuar con este trabajo para que nos sirva en la construcción de una identidad seria y comprometida como la de Domínguez con su pueblo. Así, es posible que cuando alguien pretenda profundizar más en lo que Domínguez realmente era y proponía, no faltará alguien que refunfuñe “vos, seguí nomás tocando tu charango, sin molestar a la gente decente”.

J. Augusto Yañez Vargas es sociólogo e investigador chicheño.

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Los censos y la condición indígena

Las identidades culturales son construcciones contingentes y en permanente proceso de ajuste a los cambios económicos y sociales.

/ 17 de marzo de 2024 / 06:17

Dibujo Libre

El territorio del actual Estado Plurinacional de Bolivia, históricamente tuvo una población mayoritariamente indígena (con sus variantes conceptuales de india, campesina y originaria, entre otras). Así, durante los diferentes periodos históricos fueron considerados como una amenaza a las estructuras de poder que con la llegada e imposición del régimen colonial se fue sometiendo y excluyendo cada vez más. Dentro de la historia de los censos en Bolivia, podemos remontarnos al realizado el año 1900 bajo la definición de “Censo general de la población de la República de Bolivia”. En este documento encontramos elementos importantes que muestran el panorama de constitución de la población de aquel tiempo. En este sentido se puede identificar a la población indígena que mediante mecanismos de identificación se plasman dentro de los resultados de dicho censo.

Resulta sugerente que el capítulo III se titula como “Razas”, donde se identifica a cuatro: indígena, blanca, mestiza y negra. Pese a que este documento no realiza un análisis conceptual sobre la categoría indígena, si nos permite tener una aproximación a la presencia de pueblos indígenas que en la actualidad han desaparecido a poco mas de un siglo. Entre estos se encuentran los pampeanos, muchojoenes, chapacuras o quitemocas, cusiquias, mococas, curaves, laips, corabecas, curiminacas, caracanecas, paiconacas, mataguayos, noctenes, dejoses, ocales, malbales, chunupis, chorotis, entre otros que según se conoce llegaban al centenar de pueblos existentes al momento de la fundación de la República. Asimismo, se reporta la existencia de 920.000 indígenas de los cuales el 9% se encuentran en estado de barbarie. Otro aspecto destacable es la advertencia que se hace sobre la desaparición lenta y gradual de la raza indígena, motivada, entre otras causas, por la sequía, el hambre, la peste y el alcoholismo.

Este era el panorama dentro de un régimen caracterizado por el colonialismo interno donde los grupos de elite pretendían, luego de la independencia, seguir minimizando y anulando a la población indígena pese a que esta, históricamente, fue mayoría. Así se reportaba en el primer documento que levantó información estadística en Bolivia, a decir del Informe sobre Bolivia de Joseph B. Pentland en 1826. En dicho documento se refiere: “La gran masa de los habitantes de Bolivia se compone por indios aborígenes que forman tres cuartas partes de la población total o sea cerca de 800.000 almas [de un total aproximado entre 1.100.000 y 1.200.000 registrados en ese momento]”. Aunque Pentland no tomaba en cuenta, dentro de esta cifra, a la población, categorizada entonces como negra.

Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente. El año 2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia a pueblos originarios e indígenas, que dio como resultado el 66,2% autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a la consolidación de un proyecto en las elecciones de 2005 y la constitución de un Estado Plurinacional.

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El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41%, lo cual también generó varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480 pertenecientes a dicha nación, ubicándose como la cuarta con mayor población perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.

En 2024, más de una década después como establecen los criterios técnicos, nos aprestamos a un nuevo censo nacional de población y vivienda. Para llegar a este tiempo nuevamente surgieron cuestionamientos y debates desde los categoriales, como la del recurrente mestizo, hasta los político partidarios que apuntan a otros intereses y objetivos como la redistribución de escaños o el pacto fiscal. Mas allá de estos debates macro, se pone en cuestión aspectos determinantes como la autoidentificación de nuestra población que a partir de estos procesos de relevamiento de información demográfica que lleva consigo una serie de aspectos más complejos en un contexto donde se vive un vaciamiento ante un panorama de globalización y transculturización que atentan, también, a nuestras identidades originarias.

 (*)J. Augusto Yañez Vargas es sociólogo

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Navidad en la Nación Chichas

Augusto Yañez Vargas, sociólogo de la Nación Chichas, comparte las tradiciones que congregan a la gente de la región en Tupiza

Por J. Augusto Yañez Vargas

/ 31 de diciembre de 2023 / 06:27

La llegada de diciembre marca el calendario para que se retome una práctica, casi ritual, de las personas que tuvieron que salir de Tupiza —municipio ubicado en la provincia de Sud Chichas de Potosí, a 260 kilómetros de la capital del departamento— hacia otros lugares por diferentes motivos. Este tiempo significa el retorno al pago sureño donde las remembranzas permanentes vuelven a ser realidad, generando tiempos para el reencuentro y para arraigarnos nuevamente con la tierra de origen. Así, se va conformando un fenómeno social no muy común, que tiene que ver con la oleada de personas que regresan demarcando un ciclo recurrente año tras año, habiendo superado el tiempo de espera para tener este espacio de reunión con los suyos y, principalmente, con uno mismo.

De esta manera, cuando nos acercamos a la bibliografía chicheña, que nos permite tener la mirada de fines del siglo XIX, encontramos las letras de Eduardo Wilde que en su obra Aguas Abajo hace una sugerente descripción de la Navidad en

Tupiza indicando: “Los primeros preparativos para la Navidad, se hacen visibles en las casas por el afán con que desde muchos días antes del 25 de diciembre, las dueñas echan trigo en cuanta vasija encuentran a mano, lo riegan día a día y

La chicha, la aloja, anchi, mistelas, singani y otros abundan en esta época.
La chicha, la aloja, anchi, mistelas, singani y otros abundan en esta época.

obtienen matas verdes verticales, abundantes y frescas. Crecido el trigo puede nacer Jesús cuando le dé la gana”. Así, se iban conformando los prolegómenos a esta festividad, en letras de uno de los documentos de crónica más antiguos de la denominada Joya de Bolivia.

También tenemos otros autores que en sus escritos han plasmado elementos principales de la festividad en los Chichas, donde se encuentra Mario García Rivero que, en su libro ¡Tupiza… leyenda y poesía!, refiere a “la adoración, el huachi-huachi, la contradanza, la cadena, la estrella, las palmas, el borrachito y las trenzas son villancicos que serán difíciles de olvidar, como la infaltable aloja y chicha de maní o los buñuelos que solíamos gustar por adorar (danzar) al Niño Dios”. Entre estos relatos destacan formas particulares de realizar las adoraciones, donde se encuentra la trenzada, que Mario García describe. “Esta danza consiste en colocar un palo de más o menos cinco metros de alto, en cuya cúspide se sujeta cintas de diversos colores y cuyos extremos son tomados por un danzarín”. Con el paso de los años la trenzada sigue vigente y se practica desde el 24 de diciembre hasta la llegada de la fiesta de Reyes, el 6 de enero.

Por su parte, Iván Barrientos Oviedo, en Crónicas de Tupiza, se refiere a otra danza tradicional de esta época del año. “Empezaban con la cadena; cinco o seis parejas mixtas, se colocaban en dos filas frente al nacimiento, se tomaban de las manos, y con paso saltado retrocedían y avanzaban tres veces”. De esta manera, el tiempo de la Navidad era transcurrido entre melodías del armonio, guitarra, mandolina, charango, quena, pinquillo, caja, chullu-chullus. Sin embargo, el preferido de niñas y niños era la armónica, lista en los bolsillos para ser interpretada en cualquier momento para demostrar habilidades con una contradanza o el huachi torito.

El músico Alfredo Domínguez escribió también sobre la Navidad en Chichas.

Alfredo Domínguez Romero, el genio salvaje, también dedicó algunas letras a esta fiesta que lleva consigo una magia especial para quienes hemos vivido en estas tierras. Así, con un sentido crítico de la realidad, describe la vivencia de esta fiesta en un entorno, casi, rural en medio de los vericuetos y contradicciones que plantea lo comunitario y la modernidad. Justamente, Alfredo titula a esta canción como Navidad Rural, que en su letra dice: “Ya llegó la Noche Buena / cielo y campo se alegró / por el niño de una india / que María se llamó. Con olor a tierra pura / cuentan que encontrábase / saboreando su akulliku / el indio Tata José. Con esta letra, Domínguez asocia a la tradición cristiana con la condición india de nuestros pueblos, en un sugerente intento de apropiación de la fiesta colonial y su encuentro con nuestra identidad”.

En la actualidad, la Navidad en los Chichas sigue manteniendo costumbres y tradiciones rurales que se adecuan a los tiempos de la tecnología y el mercantilismo que cada año intentan ganar espacio en la mente y el territorio. Pero la pausa del tiempo para el retorno se prolonga unos días más (pasando por Espíritu y Año Nuevo, al ritmo de las anatas de media noche), hasta la Festividad Grande de la Nación Chichas, la Fiesta de Reyes, que se realiza el 6 de enero y recibe a una serie de visitantes entre feriantes y compradores que departen música como la tonada y la copla al son de la caja y el erke; danzas tradicionales como las ronda; entre las comidas se tienen tamales, humitas, pasteles, cordero a la cruz, ají de palqui, entre otras y bebidas regionales donde se encuentra la chicha, aloja, anchi, mistelas, singani, ratafia y vino, principalmente. Asimismo, encontramos productos de la región como el maíz, palqui, charque, cerámica y muchos otros que provienen de las diferentes comunidades y municipios aledaños, retomando el sentido de la fiesta como encuentro de los pueblos del sur pertenecientes a la Nación Chichas, que se ofrecen y llevan consigo la identidad plasmada.

El músico Alfredo Domínguez escribió también sobre la Navidad en Chichas.

De esta manera concurre la fiesta cada año en la tierra colorada, a la que cuidan y acompañan los centauros y amazonas en uno de los lugares con mayor caballería en Bolivia. Así a la caballería chicheña, se suma el norte argentino, Tarija, Chuquisaca y Potosí, quienes llevan adelante épicas gestas en competencia y carreras, para demostrar la habilidad sobre el caballo. Para quienes se encuentran fuera del terruño, este tiempo es el más esperado en el calendario anual, que permita el retorno necesario que nos permite seguir tejiendo la identidad y la historia de la Nación Chichas.

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Texto y fotos: J. Augusto Yañez Vargas

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