Cromática: Jean Carlo Sandi
Imagen: Jean Carlos Sandi
Imagen: Jean Carlos Sandi
El ensayista Bernardo Prieto reseña el libro que reúne la obra del artista boliviano de estos últimos años
Al terminar su vida San Agustín decidió realizar una revisión sumaria de todos sus escritos. Dicho libro, Las retractaciones son, en palabras de San Agustín, “una recensión de mis opúsculos en libros, cartas y tratados, corrigiendo con rigor de juez lo que no me agrada en ellos”. Hace unas pocas semanas el pintor boliviano Jean Carlo Sandi ha reunido, en un pequeño y bello libro, su producción pictórica más reciente y, dejándola a la vista de todos, ha procedido con el rigor de un juez. Es natural, por lo tanto, encontrar en cada uno de los pequeños prólogos que acompañan cada una de las series, descripciones breves y concisas que, como quien es llamado a testificar, responden por el sentido íntimo de cada obra. No por nada leemos, por ejemplo, en la primera serie (Negros) la “realización de un autorretrato atípico” para, después de un paseo por el universo sensible y afectivo del pintor, volver a un “terreno íntimo y personal”, Ni Madres, que trata de celebrar “el lazo invulnerable que une madre e hijo”. Y es que todo intento de recolección (incluso si se evita el gesto catastrófico de San Agustín, “lo que no me agrada de ellos”): muestra claramente un elemento profundamente escatológico: pues, en el último día, veremos cómo en una recapitalización vertiginosa todas nuestras obras.
Dicho libro contiene seis secciones y un anexo; la diferencias entre las diferentes secciones pueden percibirse, sobre todo, en la elección de la paleta cromática. Si bien en Negros, por una cuestión casi natural, son tanto el negro y el blanco los colores más visibles, esta serie no está exenta de usar colores rojizos y azulados. De alguna manera, dichos retratos parecen emular la intensidad emocional de Basquiat, pasando por tres estados de ánimo: Aburrimiento (Negro Ejecutivo), Enojo (Negro Energúmeno), Tristeza (Negro sin China). El contraste es evidente cuando vemos la serie siguiente: Orgías, aquí se destaca la “superposición de elementos” para poder representar el “deseo de siempre querer más” (la cupiditas, escribiría san Agustín). Este serie tiene, por decirlo así, una cualidad escultórica que, gracias a su diversidad cromática, aporta una sensualidad muy parecida a la de los lienzos de Klimt de la etapa tardía, la personas en sus poses casi artificiales parecen congeladas precisamente en el momento en que se consuma su pasión.
Luego tenemos Muchedumbre, serie que realiza un gesto poco usual en el Carnaval de Oruro: representar al espectador. Aunque aquí el contraste cromático sea evidente, pues el fondo lleno de colores cálidos es traspasado por la gris “indiferencia de las emociones colectivas”: es decir, el retrato casi monocromático de aquellos espectadores. En todo caso, más allá de esta intención de retratar la anonimidad de la Masa, según el concepto de Canetti, es en los detalles (la mixtura que se adhiera a los cuerpos, los sombreros, la pupila de los ojos) que la serie parece exhibir una divina contradicción. En el prólogo se insiste en retratar la “neutralidad” de aquellos “protagonistas advertidos” (como le gusta llamar así al pintor a los personajes del cuadro) y, sin embargo, gracias a estos pequeños detalles, ese muchedumbre no se convierte en Masa, sino en Demos, es decir, podemos reconocer la faz de cada una de las personas que mira atenta lo que sucede por la calle.
Luego viene una de las series más interesantes: Parranda Vallenata que, como leemos en el prólogo, es “la celebración de mi amor por la música vallenata”. En este caso la música se encuentra identificada con una mujer delgada y extrañamente hermosa. Aquí, la pintura deviene en alegoría. Pues, el vallenato (o, en este caso, la música vallenata) es una nueva Euterpe (aquella que trae alegría, podríamos traducir libremente): es decir, la musa de la música. Luego podemos ver algunas fotografías del proyecto multidisciplinario (conformado por diversa instalaciones) Sine Nomine, quizás, el proyecto mas ambicioso del pintor; no solo en términos técnicos (pues incluye fotografías intervenidas, video-ensayo, cuadros, presentación de diferentes objetos como máscaras y serpentinas, además de una intervención sonora), sino conceptuales: “donde la identidad y la máscara bailan al unísono”. Aquí la figura central es la china-morena; la cual, como la “musa vallenesca” de la anterior serie, se convierte en centro del proyecto.
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Por último tenemos la serie más personal, frugal y sobre todo mejor trabajada: Ni Madres. Si bien el humor es evidente ya en el título, especialmente en el cuadro También hay papás (y es que, al menos no claramente, no se logra divisar ninguna figura masculina, sino un saco de papas para comer portado por una madre). Los colores rojizos, ocres y el negro, en su mesurada combinación, crean una atmósfera de sobria tristeza. El anexo incluye algunas fotografías de las series y el proceso compositivo del pintor.
¿Qué nos dice todo esto? Pues bien, Jean Carlo Sandi, al recolectar sus últimos trabajos no solo muestra que es un pintor ya maduro, sino que, como todo artista verdadero recurre (casi inconscientemente) a determinados símbolos y tópicos: la musa, el Carnaval de Oruro, la historia personal, etc. Sin embargo, en cada unos de esto eventos pictóricos (y no solo) tiene la capacidad de expandir o estrechar su paleta cromática de un modo natural y orgánico. En este pequeño libro hemos visto algo de esa producción casi febril (pues lo mostrado ha sido producido entre 2022 y 2023) de un pintor que más allá de un estilo personal se encuentra buscando, como recuerda Borges, la revelación que no se produce. Por lo tanto pinta, crea, todavía pintando se espera.
Texto: Bernardo Prieto
Fotos: Jean Carlos Sandi