De capricho en capricho
Sin duda que desde que ganamos el derecho a soñar con futuros, en 2006, desde ese tiempo hemos vivido en zozobra, atacadas/os por el asedio permanente de la derecha boliviana. Nunca reconocieron nuestra victoria, nunca dejaron de complotar, permanentemente se manejaron —aún se manejan— dentro la lógica de que los únicos y las únicas que deben vencer en las elecciones, las calles o en cualquier escenario, son los denominados “pitas”, y bajo este armazón de lata caben todos los que se consideran “gente bien”. ¿Qué quieren significar con eso? No se sabe bien, pero lo único que sabemos es que son antimasistas. Porque cualquiera que apoye el proceso de cambios revolucionarios o cualquiera que reconozca que hoy tenemos otra Bolivia que aquella heredada del neoliberalismo, será marcado/a como masista y eso corta cualquier razonamiento de y con las y los “pitas”. No hay ningún posible diálogo.
¿Pero qué pasa con nuestro pueblo? Me parece necesario reflexionar, si de tanto defender nuestros sueños ante esa violencia, en un momento determinado, ¿no será que nosotras también podríamos funcionar como disco rayado igualito a la cantaleta “pita”? Por eso es necesario conservar la salud mental, la ética y los sueños por los que luchamos. Y es que se ha instaurado una práctica fascista en la sociedad que exacerba las frustraciones, los complejos, la envidia y la competitividad de las y los mediocres. Resultado de todo esto es que hay una práctica inquisitorial de linchamiento mediático, donde no se ahorran piedras, los/as consumidoras de este tipo de comunicación están dispuestos a tirar la primera piedra, sin reflexión ni escrúpulo. El apedreamiento mediático destierra el análisis, la reflexión y la búsqueda de caminos para construir el “vivir bien”.
No podemos caer en lo interno del proceso de cambio en esas lógicas, pues si así fuera será una derrota para nuestra lucha, porque nuestras luchas son revolucionarias, con nuestros pueblos; es contra todo tipo de corrupción, no queremos mentira y luchamos contra todo tipo de opresión. No podemos dejar que nos arrastren a funcionar con la misma lógica pita-fascista, pues si lo hacemos, nuestras supuestas victorias serán la derrota de nuestras propuestas de mundo. Y todo habrá sido en vano.
Los hermanos del proceso desde su machismo no dan brazo a torcer, todos quieren salir con su capricho y su gusto, el famoso principio de autoridad. A ver hermanos, no se trata del poder de uno, otro u otro más, se trata de las luchas de nuestro pueblo. Quienes siendo dirigentes o quienes siendo cualquier autoridad, por ejemplo ministros, y son denunciados —con pruebas— de hacer daño a la gente, de faltar a la ética, sea de su profesión, de su cargo u organización, deben ser retirados para que se defiendan en debido proceso.
Mantener ese tipo de autoridades dudosas —en el Gobierno— hace cómplices a quienes deberían destituirlas. Y como pueblo decimos: una cosa es defender el gobierno del pueblo, otra cosa es ser tontos o tontas útiles.
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.