La política en octubre
Hace tres años se desató la crisis política que derivó en un golpe de Estado y una sucesión presidencial de carácter inconstitucional. El MASIPSP sufrió una terrible derrota política y sus rivales lograron una inesperada victoria. Y perpetraron dos masacres, nunca debemos olvidar esos ominosos hechos. Fue también en octubre, un año después —octubre es un mes cargado de connotaciones en nuestra historia política— que el MAS-IPSP retornó al poder. En el tiempo transcurrido, los actores políticos no han realizado un balance de los hechos, de su participación y de sus responsabilidades, del porqué esa noche del 20 de octubre de 2019 se inició una coyuntura crítica que casi sepulta nuestra democracia.
Me gusta acudir a la idea de “efecto mariposa” para interpretar los procesos políticos a partir de ciertas decisiones y acontecimientos —muchas veces ajenos, varias otras fortuitos— que inciden en el curso de la historia. Así ocurrió con el rayo que desportilló la estatua de Pedro Domingo Murillo en el centro paceño y fue percibido como mal augurio. El terrible “febrero negro” de 2003 fue su consecuencia, pero precedida de un hecho casual: los alumnos del colegio Ayacucho iban rumbo al Ministerio de Educación y pasaron por la plaza Murillo que estaba desierta. Estaba desierta porque los policías amotinados estaban en apronte en los techos aledaños y los militares que custodiaban el Palacio Quemado se habían entrado para mitigar riesgos de enfrentamiento. Ante la ausencia de “la autoridad”, un estudiante decidió tirar un objeto y romper vidrios, luego, otro, y otro. La escolta militar, pensando en un ataque policial, lanzó gases desde la puerta del palacio para dispersar a los muchachos y los policías pensaron en un ataque militar. El resto no merece mayores comentarios. La pregunta inevitable es: ¿si los estudiantes del colegio Ayacucho tomaban otra ruta en su marcha se hubiera producido ese enfrentamiento armado entre policías y militares?
Así las cosas, ¿qué hubiera sucedido si Carlos Mesa, a las 20.20 de ese domingo de elecciones en 2019, no afirmaba que la segunda vuelta era inevitable pese a que el recuento no superaba el 85% de votos? ¿Y qué hubiera sucedido si el TSE no decidía suspender el TREP a las 10 de la noche y daba a conocer, como estaba planificado, los resultados extraoficiales con un recuento al 95%?
Las interrogantes pueden ir en cascada y resultan sugerentes, y aunque no aportan nada a la intelección de los hechos, permiten reflexionar, darle vueltas al asunto desde otra perspectiva. Por ejemplo, ¿qué consecuencias hubiera tenido para la gestión gubernamental si Evo Morales no regresaba al país al día siguiente de la posesión de Luis Arce y asumía el mando de Unasur en vez de la presidencia de su partido? ¿Qué sucedería en las pugnas y reyertas actuales si Eva Copa hubiera sido elegida alcaldesa por el MAS-IPSP? No respondo estas preguntas en mi último libro: Transiciones. Ensayos sobre democracia en tiempos de crisis (Bolivia 2019-2021), pero permiten lanzar otras interrogantes. En sus páginas analizo el golpe de Estado —ese ensayo fue escrito en enero de 2020— como resultado de la derrota del MAS-IPSP en la disputa por el sentido de la democracia, luego, planteo salir de la trampa “fraude o golpe” y demuestro el carácter inconstitucional de la sucesión presidencial. Otro ensayo se refiere a la capacidad de resistencia y rearticulación del MAS-IPSP pese a sus dilemas organizativos durante ese año de gobierno en manos de sus rivales. Finalmente, presento un balance de las elecciones generales 2020 y subnacionales 2021 prestando atención a los cambios en las filas de la oposición y en el campo nacional-popular. Son textos publicados con anterioridad, pero se me ocurrió que deben ir juntos para provocar la reflexión e incentivar un debate. ¿Será posible?
Fernando Mayorga es sociólogo.