La educación ya no es lo que era
Entre los muchos síntomas de cambio de época que el mundo está viviendo, gracias al acelerado avance de la digitalización, podemos contar la obsolescencia de las redes de telefonía analógica, la multiplicación de oportunidades de venta al por menor, la introducción de la impresión en tres dimensiones como solución para artículos híper-especializados y el traslado de las acciones de publicidad desde los medios tradicionales hacia las redes sociales.
La digitalización de nuestras actividades cotidianas —en especial, de nuestras actividades sociales cotidianas— ha generado oportunidades para un numeroso conjunto de nuevos oficios: community managers, especialistas en anuncios comerciales digitales, creadores de contenidos, analistas de datos, programadores, etc.
Incluso en oficios más tradicionales — como la vieja y conocida planificación— , ya no es suficiente solo saber planificar, ahora es necesario planificar con métodos ágiles. Pero la introducción de la agilidad en los procesos de planificación o de innovación, evidentemente genera estrés en los equipos organizacionales, lo cual ha dado pie a la introducción de la neuroplasticidad en dichos procesos y la gestión del cambio como una innovación en los servicios que facilitan la vida y la gestión de empresas e instituciones.
Esta multiplicación de nuevos oficios y nuevas habilidades y destrezas —necesarias todas para aprovechar las nuevas oportunidades— trae consigo nuevas modalidades de formación; desde hace algunos años se han generalizado las “certificaciones”, que son eso, programas que certifican que usted ha cumplido con un programa sistemático de conocimientos en una disciplina o método específico de trabajo y que ha dado un examen ante la entidad dueña del proceso o una entidad que tiene la licencia para formar profesionales en el proceso.
Esto implica un cambio fundamental en la “topografía” del ascenso profesional. Tradicionalmente, la ruta de ascenso socioeconómico se parecía al ascenso de una colina para llegar a una meseta: colegio, licenciatura, maestría (la colina) y de ahí en adelante, la llegada a una meseta de estabilidad laboral. La novedad ahora es que la “topografía” se parece más bien a una colina (la formación básica y profesional), un descenso a un valle (la desactualización de lo que una aprendió en la universidad), otra colina (la actualización vía cursos, certificaciones u otros) y otro valle de “desactualización”, que se contrarresta con otra colina de formación.
Otra novedad es que estas actualizaciones son muy prácticas y especializadas y no necesariamente van con el ritmo de gestión de la formación profesional universitaria tradicional y mucho menos se compadece de la voluntad, ni de los tiempos parsimoniosos de las autoridades de educación. Las oportunidades están ahí para quien tenga las certificaciones necesarias, no necesariamente los títulos universitarios de antaño.
Estas oportunidades están abiertas para quienes desarrollen estas destrezas y habilidades, que usualmente requieren una base de alfabetización digital. Estas nuevas oportunidades, por ejemplo, benefician a personas como la tiktoker Albertina, que está generando un nivel de ingresos que no era posible si ella continuaba en la ruta de sus ancestros. Su iniciativa, perspicacia e ingenio la han llevado a un nivel de notoriedad de clase internacional. Bien por ella.
Entonces cierro: las transformaciones actuales abren un mundo de oportunidades para los oficios digitales y para la actualización de algunos de los oficios tradicionales que traigan nuevas soluciones para los nuevos retos. La contraparte para acceder a estas oportunidades es la actualización permanente, la exploración de las nuevas modalidades de actualización, la identificación de métodos (certificables) de resolución de problemas y la alineación con las soluciones digitales para los retos sociales de hoy.
Quiero finalizar con un agradecimiento especial para mi amigo Iván, que me inspiró a pensar en el tema central de esta columna.
Pablo Rossell Arce es economista.