Las mentiras no tienen patas
No sabemos si los asesores del Presidente están enterados del perfil humano del gobernador cruceño Camacho.
Hace muchos años, en una charla que dio Marcelo Quiroga en la Escuela Fabril, remarcó un aspecto ético de los revolucionarios: “Aunque la verdad esté en contra de un revolucionario, este no debe mentir porque provocará descreimiento y desconfianza. Mentir al pueblo es una afrenta que puede ocasionar, inclusive derramamiento de sangre”. Esas palabras siguen resonando hasta ahora.
Una de las fragilidades más evidentes en los dos años de gobierno del presidente Luis Arce es la ineficiencia de varias instituciones estatales, entre ellas el Instituto Nacional de Estadística (INE) que juró y rejuró que el Censo estaba listo para este año en noviembre, es decir, nos estaban engañando porque no era cierto.
El director ejecutivo no fue capaz de informarle al Presidente que eso no era posible por las limitaciones de varios órdenes; prefirió seguir mintiendo hasta ofrecer en bandeja un argumento estupendo a los opositores que recibieron esta oferta para reorganizar a las fuerzas de la ultraderecha con el pretexto censal y mentir ocultando los verdaderos propósitos de la movilización. No sabemos si los asesores del Presidente están enterados del perfil humano del gobernador cruceño Camacho, con el que deben negociar y que se devela exteriormente por estos rasgos: colecciona armas de fuego, automotores y matrimonios, lleva constantemente una especie de rosario, muy parecido al que cargaba Guillermo Bedregal, el genocida de la masacre de Todos Santos (1979). La Biblia, como instrumento de temor y persuasión a la sociedad empobrecida, siempre es utilizada por los sectores conservadores para engatusar. No sabemos si conocen el versículo que dice que no se debe mentir porque: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz y sígala” (1 Pedro. 3:10-11). Así, el Antiguo Testamento condena la mentira en cuanto contradice y, de manera especial cuando destruye: “No darás falso testimonio contra tu prójimo” (Éxodo 20:16; Levítico19:12).
Como estos versículos existen decenas y se considera un pecado venial que nadie teme.
Otro tanto ocurrió con la ley de ganancias ilícitas, las autoridades anunciaron que estas medidas fueron socializadas y no era real; la oposición también recibió un regalo estupendo para erosionar la gestión del oficialismo.
Así como se miente en los ministerios troncales del Estado, en los niveles pequeños o michi poderes de la gestión pública, las prácticas mentirosas sirven para salir del paso y solo evidencian la pésima gestión en la mayoría de las reparticiones estatales y devela la podredumbre moral. Siglos de ineficiencia y desorden repercuten en la debilidad del Estado que no termina de consolidarse.
Por ejemplo, hace dos años que intentamos sanear la compra de un lote adquirido de una federación en 2001. Después de un agotador periplo por notarías, abogados, federaciones, alcaldías, no logramos nada. Este extremo se volvió un argumento superior a la célebre novela de Kaffa, El proceso, cuando un error simple de una escritura pública era imposible de enmendar, pese a que existe un acápite de la ley que otorga competencia a la notaría de hacerlo; el error fatal es que en ella dice solteros y no casados. Ante la negativa de la enmienda tuvimos que recurrir a la Dirnoplu (Dirección del Notariado Plurinacional) para que la autoridad ejecutiva, como fiscalizadora, verifique que la notaría está incumpliendo su competencia. Pasó casi un mes y nos informaron que la respuesta estaba lista; no era cierto, nos engañaron. Cuando conversamos con un “servidor público”, el abogado Boris Díaz nos dijo que esos reclamos los consideraba escritos en papel higiénico, en un manifiesto desprecio por el público que se ve impotente ante la incompetencia y menosprecio. Es fácil imaginarse el trato a los bolivianos que llegan del área rural a reclamar por sus trámites. ¿Confiarán en un Estado con esa clase de funcionarios? ¿Sabrá la máxima autoridad ejecutiva de la Dirnoplu, el exsenador Barón, el nivel ético de sus funcionarios? ¿Estará enterado el presidente Arce Catacora que en muchos ministerios e instituciones del Estado este tipo de funcionarios le erosionan su gestión y son parte de una silenciosa campaña de desprestigio?
Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.