Adiós a Enzo de Lucca
En sentido estricto era un anarquista… Llevaba sus días en constante desacuerdo con la “normalidad”, desde su mismo nombre: Enzo de Lucca Calderón de la Barca… Pero para nosotros era solamente “el Enzo”, nuestro Kropotkin… siempre envuelto en una estela de humo… Vivía dentro de varias obsesiones… En una de ellas, iba modificando su casa, sin concesiones… Era el último piso de un viejo edificio en la Mariscal Santa Cruz, una herencia aminorada por ser pariente lejano del presidente Pando… El espacio era como una suma de buhardillas, dispuestas casi en forma de laberinto… Tenía un albañil a tiempo completo que hacía cambios estructurales y retoques… Cambiaba de lugares las puertas, ventanas… Construía escaleras, camas colgantes… pasadizos ciegos… Y todo tenía detalles… Un tiempo, recuerdo, la cadenita del jalador de water tenía un cabeza de Marx… Del interruptor de la luz de la escalera colgaba una calavera… y el colgador de la toalla era un cuerno de rinoceronte que le había enviado un colega africano que “también vivía en el pecado de la Revolución”… Había ventanitas por todos lados, con fotos antiguas, collages, estatuillas… Hamacas… Sillones… Una vez se enamoró de repente de Elizabeth Salgueiro y se mudó con ella… No recuerdo en qué condición nos dejó al cuidado de su casa… Todo pintaba para que aquello fuera un romance de esos que “solo la muerte los separe”… Pero no fue la muerte, fue una puerta… Elizabeth vivía en un departamento de esos complejos habitacionales de Los Pinos y una mañana que fue a la oficina… Enzo llamó a su albañil y cambiaron de lugar a la puerta del departamento… Ahí empalideció el amor y ella lo dejó…
Los lectores de Cortázar podrían decir que Enzo era un extravagante, un cronopio… Y no, no era un cronopio porque no era ni afectado ni imbécil, era un hombre extremadamente inteligente… y muy político y politizado… Por eso se integró en un momento a El Caraspas y aun antes de la efervescencia indigenista a El Juguete Rabioso y Le Monde Diplomatique… En esos tiempos, para el periodismo convencional los indios todavía no podían ser actores de primera línea en la política… Enzo iba a los bloqueos y las marchas y los fotografiaba con una dedicación de cazador… Y no traía al periódico fotos de grandes masas, sino retratos… “es que yo los veo como si no fueran anónimos, los veo como si fueran importantes. Fíjate, Sergio, aquí hay uno que parece presidente”… Era 2001.
Por el tiempo en que hicimos El Juguete Rabioso juntos… por esos martes de spaghetti y de risas… Por esas noches de humo y de Sabina… me hubiera gustado ir esta noche a su velorio… ¡Adiós, Enzo!.. Ya lo dijeron tu pariente y los graffitis… “La vida es una barca” (Fdo. Don Calderón de la Mierda).
Wálter Chávez es periodista.