La venganza será terrible
Hace un par de semanas estuve en Rosario, hermosa ciudad con jacarandás. Fui a Argentina después de varios años, debido a la pandemia. El motivo de mi viaje fue especial porque estaba invitado al Congreso de la Democracia, un evento que organiza la Universidad Nacional de Rosario y al que asisto desde hace varias versiones. Es un excepcional espacio de encuentro con amigas y amigos para compartir, dialogar, chismear y debatir acerca de la política y la democracia en nuestros países y en la región. Así es en cada oportunidad, sin embargo, ahora ocurrió algo extraordinario.
En esta ocasión presenté mi libro Transiciones. Ensayos sobre democracia en tiempos de crisis (Bolivia 2019-2021) y me solacé con los comentarios de Esteban Iglesias y Mel Argento, colegas argentinos de lectura profunda y palabra precisa. También fui invitado a integrar el comité asesor de un Centro de Estudios en Teoría Política y Social. Un verdadero honor. En el acto de presentación de ese centro empezaron a ocurrir cosas raras. En mi intervención resalté mis múltiples vínculos con la cultura argentina y destaqué que mi próximo libro estaba dedicado a un intelectual de ese país: Alejandro Dolina, cuyo talento traspasa las fronteras disciplinarias o las anuda para contarnos múltiples historias con un estilo peculiar y transmitir lúcidas y poderosas ideas. Lo hace en su programa radial La venganza será terrible que se emite cada medianoche desde hace varias décadas. Es tal su fama que realiza giras por diversas ciudades para transmitirlo en teatros colmados de gente. Entonces, una colega me avisa que el programa de Alejandro Dolina se emitirá en el cine Broadway ese fin de semana. Nada menos. El asombro me condujo a postergar mi viaje y esperar el sábado para asistir al espectáculo.
Fui a comprar una de sus novelas —sí, también perpetra literatura— para pedirle una dedicatoria “a la salida”. Me puse a leer Notas al Pie mientras esperaba la visita de mi amiga Cecilia Lesgart que había conseguido boletos para asistir a esa función. Sin embargo, decidí no llevar ese libro porque es muy pesado, hace calor, será difícil acercarse al autor, etc., y tomé el ascensor del hotel para salir al encuentro con la calle. Para mi asombro, cuando se abrieron sus puertas, mi encuentro fue con Alejandro Dolina. Estaba tomando café y leyendo notas en el salón. Solo. Tomé coraje y le pregunté si era molestia. Dijo que no y le conté que era boliviano, que escribía sobre política y que presentaría —en dos semanas— un libro titulado Resistir y retornar. Avatares del proceso decisional en el MAS-IPSP y que ese libro estaba dedicado a él. Sí, a Alejando Dolina, que también es un anagrama.
Y le conté las razones de mi dedicatoria: después del golpe de Estado en 2019 en mi país, le dije, para mitigar la rabia, el miedo y la incertidumbre opté por tomar whisky y escuchar La venganza será terrible para conciliar el sueño. Esa compañía, cada noche, fue mi refugio para reflexionar y escribir… y salió ese libro. Él estaba perplejo, pero no se notaba. Le dije que le mandaría mi libro para que ojee la dedicatoria. No es necesario, respondió, y me pidió que vaya por el ejemplar de su novela y, obviamente, corriendo fui. Esbozó una sonrisa mientras sus ojos brillaban y escribió pausadamente: “Tu aparición fantasmal en la tarde restituye la fe en la política. Tal vez la casualidad nos ayude, ante la ausencia de las ideas. Un abrazo queda”. El resto no merece comentario alguno.
Fernando Mayorga es sociólogo.www.pieb.com bo/blogs/ mayorga/ mayorga.