Pensamiento divergente
El pensamiento divergente no gusta a una sociedad politizada. La divergencia crítica irrita y, sobre todo, se la siente pesimista. Sin embargo, en tiempos de un capitalismo estatal/privado, en épocas posmodernas del desvarío y de la posverdad mediática, analizar sin reservas esta ciudad es imprescindible.
Pienso que debemos encontrar las causas estructurales de esta bazofia urbana más en lo cultural que en lo técnico. Una de ellas, que la reitero siempre, es el cambio de una política de lo ciudadano por una guerra de intereses político/partidarios. Para desgracia colectiva, desde el retorno a la democracia, trastornamos la civitas y la ciudad se transformó en un cuadrilátero para que los medios divulguen la guerra de todos contra todos. Es una telenovela diaria que oculta los desastres estructurales, territoriales y ambientales, que somos incapaces de enfrentar. La arenga politiquera y su divulgación diaria nubla las miradas, idiotiza las mentes, y lleva a la ciudadanía a debatir lo nimio mientras el sistema sigue lucrando en la ciudad.
La norma que permite 40 pisos es una más de un proceso de densificación irracional que hace décadas se ejecuta en esta ciudad. Se inició con 15 pisos, en las dictaduras militares de los años 60 del siglo pasado, y desde entonces no ha parado porque queremos “modernidad y progreso”. Y por esa razón cultural, por ese chip ideológico implantado en nuestro cerebro, nada frenará el avance del capital en La Paz.
Hace décadas caímos rendidos ante el capitalismo global, por ello construimos sobre suelos inestables (los deslizamientos ocurren en edificaciones precarias de poca altura), en aires de río o en bosques urbanos, y afectamos severamente el asoleamiento y la permeabilidad del suelo natural (cuatro pisos precisan 10 metros de retiro y hace más de 50 años aceptamos edificios con retiros de apenas 3 metros). Por ello, una abrogación de ordenanzas o una marcha ciudadana son simplemente una catarsis colectiva extemporánea. Ni ciudadanos ni autoridades somos capaces de enfrentar las causas estructurales de nuestro desarrollo urbano.
Pero ¿por qué construimos una ciudad así? Pues, porque preferimos ser binarios y obtusos, y no tenemos ni un ápice de educación urbana contemporánea. Y no cambiaremos esa conducta. En 2050 discutiremos alturas mayores porque seguiremos creyendo que necesitamos más “modernidad y progreso”; así nuestra propiedad se valoriza y continuaremos felices en el feudo urbano del individuo sobre la comunidad y la naturaleza.
¿Te parece un diagnóstico pesimista? Pues no es. Solo tengo pensamiento divergente y no endulzo estos temas ni como técnico ni como político.
Carlos Villagómez es arquitecto.