Voces

Wednesday 24 May 2023 | Actualizado a 10:33 AM

La bicicleta de Tania

/ 24 de marzo de 2023 / 01:16

A la pregunta ¿la bicicleta es el transporte del futuro?, el ChatGPT respondió: “La bicicleta es considerada por muchos como una alternativa de transporte sostenible y ecológica, y su uso ha aumentado en las últimas décadas en muchas ciudades del mundo. A medida que más personas se preocupan por el medio ambiente y la calidad del aire, la bicicleta se está convirtiendo en una opción popular para viajes cortos y medios en áreas urbanas… Sin embargo, también es importante tener en cuenta que la bicicleta no es una opción viable para todas las personas o en todas las situaciones. Por ejemplo, en áreas con un terreno accidentado o un clima extremo …”

Algo que la Inteligencia Artificial (IA) tardará en entender es la tenacidad del pueblo paceño, tardará tanto como los pesimistas que a todo dicen no.

Para ambos va esta nota sobre una joven docente de la universidad pública que declara sin dobleces y sonriente: sí se puede implementar la bicicleta en La Paz como medio de transporte cotidiano. Tania Quisbert recorre en su bicicleta todos los días laborables de la semana desde Villa La Merced (cerca de la Terminal Minasa) hasta el centro de la ciudad a la Facultad de Arquitectura (calle Héroes del Acre). Es decir, recorre 6,3 kilómetros de ida y vuelta, un total diario de casi 13 kilómetros. El sube/y/baja va desde los 3.875 a los 3.550 metros sobre el nivel del mar. Una verdadera trayectoria de ciclismo de montaña en la capital más alta del mundo. Ese pedaleo por una ciudad que no tiene ciclovías o carriles exclusivos para bicicletas, está plagado de calles intransitables y conductores públicos y privados que no respetan a nadie. Un camino lleno de aventuras y riesgos que Tania realiza en una bicicleta de gama media treck, de aluminio, con frenos de disco para pendientes pronunciadas, y con todas las medidas de seguridad como ser casco, guantes, lentes y cuellera. Para los recorridos nocturnos está equipada con bandas reflectivas y linternas trasera y delantera. Todo un equipo para revertir la idea de que esta ciudad no es apropiada para bicicletas.

Muchos jóvenes de esta ciudad, como Tania, llevan una vida urbana propia de este siglo: consumen alimentos apropiados, minimizan la huella de carbono, cuidan el equilibrio entre naturaleza y ciudad; y así, generosamente, sirven a la comunidad. Algunos usan diariamente la bicicleta como un medio de transporte y no esperaron obras municipales para hacer realidad la bicicleta en esta ciudad. Con esas acciones, integrales y resilientes, dejan un ejemplo de vida y de esperanza para este nuevo tiempo. Es el verdadero “vivir bien” en las ciudades más caóticas e intensas de nuestra historia.

Carlos Villagómez es arquitecto

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No me gusta leer

Carlos Villagómez

/ 19 de mayo de 2023 / 09:24

En una reunión docente/estudiantil de la Facultad de Arquitectura, una joven estudiante dijo que la universidad debería actualizarse para llegar a los jóvenes de la generación millennial (26 a 40 años) y a la generación Z (cinco a 25 años), porque los actuales sistemas de enseñanza aburren a su generación. Finalizó su intervención con un sonoro: “no me gusta leer”. Tal audacia merece la respuesta de un integrante de la generación Baby Boomer (56 a 75 años).

La revolución digital ha provocado una lectura diferente. La lectura convencional de un libro es un proceso visual/pensante que va de izquierda a derecha y de arriba para abajo siguiendo los textos que procesamos, en el instante, con la debida atención o concentración. Las actuales tecnologías han creado el hipertexto donde las nuevas generaciones, nativos digitales, pasean indistintamente y aleatoriamente entre textos, imágenes y links, “navegan” en las pantallas de sus computadoras, en celulares o tabletas que cliquean constantemente, es decir, están revisando muchos mensajes con la atención dispersa pero altamente conectada y, por sobre todo, a una velocidad que distrae la concentración en un solo tema.

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Es evidente que los jóvenes Z son seres humanos con otras capacidades y aspiraciones, pero suponer que por ello la lectura convencional está fuera de moda y no sirve es una aberrante conclusión. Según estudios recientes existe un resurgimiento del hábito de la lectura entre jóvenes y adolescentes en algunos países desarrollados, como una necesidad existencial y un hábito emancipador ante el abuso desmedido e implacable de las redes sociales y el absolutismo de las grandes corporaciones. Esta renovación del hábito de la lectura se promueve mayormente en países escandinavos (la vanguardia mundial en educación), donde se implementa con un aditamento mayor: leen en familia, padres e hijos comparten ese hábito. Pero aquí, bajo el mayor estado de dependencia de la historia humana, donde se están amaestrando generaciones de consumidores irreflexivos y aculturados, el “no me gusta leer” campea en todas partes fomentado por una educación conductista y por amargas declaraciones de personajes públicos.

Como dijo Umberto Eco, el libro (físico o digital) no pasará de moda porque es un invento tan genial como la cuchara. Leer es un alimento del espíritu que te ofrendan tus autores preferidos, esos amigos que te cuentan historias, en lugares y con personas que tu mente imagina; o te plantean divagaciones e ideas que te revuelven el cerebro. Es así como la lectura forma pensamiento crítico y espíritu divergente, cualidades indispensables que todos, desde la A a la Z, deberíamos cultivar.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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‘Utama’

Carlos Villagómez

/ 5 de mayo de 2023 / 10:09

Utama, la opera prima de Alejandro Loayza Grisi, estimula la reflexión, genera debate y eso dice mucho de una película. Al ir acumulando premios internacionales escuché y leí de todo, desde alabanzas desmedidas hasta valoraciones aviesas como: estetización de la pobreza, despolitización de la nación indígena, visión comercial, etc. Por ello, va mi comentario sobre el espacio/tiempo y la visualidad/textualidad de esta obra.

Utama fue rodada en Santiago de Chuvica, municipio de Colcha K, en el departamento más fotogénico de Bolivia: Potosí. Allí, en el espacio sin aliento del Ande, bajo la luminosidad más hiriente del planeta, tienes locaciones hermosísimas. Cualquier ser u objeto puesto en ese escenario es un minúsculo punto (punctum) que se ofrenda a ese  manto terroso e infinito; metafóricamente hablando: volvemos a la tierra en vida. Por ello, las películas bolivianas filmadas en esos paisajes generan una empatía superlativa en el público. En Utama los protagonistas son ancianos, consecuentemente, los apegos son aún más intensos, y nos emparentamos con Virginio y Sisa por atavismos que nos aferran a la vida. Si a ello sumas una temporalidad “suspendida en el tiempo” (valga el pleonasmo), la empatía entre el espectador y los actores se cierra en bucle. Esos viejos viven en un momento histórico inclasificable (medioeval o contemporáneo), están suspendidos en una trama sin cotas temporales al interior de una casucha desterrada en el infinito. En ese bucle temporal, escuchamos sus diálogos por motivos existenciales: nadie quiere vivir en la nada.

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Aquí me nacen preguntas: ¿la obra de Loayza se afinca más en su visualidad espacial/temporal que en una textualidad? ¿genera nuevos imaginarios para el cine boliviano? o recrea, una vez más esas empatías condescendientes que el cine boliviano, desde Ruiz pasando por Sanjinés, generó en el público internacional; a saber: la representación de una bolivianidad miserable subsumida en un infinito paisaje andino.

Creo que Utama da un paso más allá y se desmarca de sus antecesores por una cualidad del guión, una diferencia sutil: la historia se estructura alrededor del marchitamiento de los suelos con el desecamiento de los pulmones de Virginio. El joven director reúne al territorio y al ser humano en una enfermedad terminal, como una representación simbólica de la decadencia de nuestra naturaleza y sociedad en los albores de un siglo que solo vaticina catástrofes y desencantos. Por ello, pienso que Utama va más allá de su excelsa visualidad y plantea una textualidad que entrevé la desoladora ideología contemporánea de las nuevas generaciones; y eso dice mucho de la sensibilidad de Alejandro Loayza Grisi.

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Una arquitecta africana

/ 21 de abril de 2023 / 01:10

Lesley Lokko es una académica africana dispuesta a cambiar el rumbo de la arquitectura, la disciplina artística más terca y reacia a la renovación teórica. De familia escocesa y ghanesa, esta profesional que se formó en The Bartlett School of Architecture, con doctorado en la Universidad de Londres, impartió cátedra en diversas universidades del norte. Cansada de un ambiente universitario cansino y disgustada por la discriminación hacia su persona decidió romper con las academias del norte y formar el African Future Institute, en Ghana, para iniciar una cruzada contra la hegemonía occidental en la arquitectura.

Lokko, una personalidad arrolladora y sin pelos en la lengua traza un doble objetivo: Descolonizar y Descarbonizar la arquitectura en este siglo XXI. Descolonizar como un objetivo que pretende fundar una teoría apropiada a nuestras condiciones materiales y culturales. Con Descarbonizar proyecta reducir la huella de carbono de la construcción hacia una sostenibilidad y sustentabilidad de las ciudades y los pueblos.

Con una capacidad de proyección inusitada, Lokko se instala en el debate global, y es nombrada curadora de la 18ª Bienal de Arquitectura de Venecia 2023, el evento más importante y decisorio del mundo. Su lema: África laboratorio del futuro, y cambia el evento con invitaciones a colectivos de trabajo, de jóvenes desconocidos que buscan reintegrarse a la sociedad con empatía y diseño de acción social, algo que las figuras rutilantes de la arquitectura global, ensoberbecidas por su ego, olvidaron hace tiempo. Para rematar esta nueva impronta premia con el León de Venecia a la trayectoria a un polifacético creador nigeriano, Demas Nwoko, que tiene obras de arquitectura precarias en extremo y plenas de la “fealdad” popular. Y saltaron los críticos porque esas obras, dizque, carecen de la exquisitez del fino arquitecto de élite; ergo: Lokko arremete contra el sometimiento cultural de siglos que nos castró el pensamiento crítico y divergente. Mucho coraje de esta arquitecta que desde el sur africano provoca un debate epistemológico y reposiciona el papel de los creadores en la sociedad. (Una acotación al margen: no nos enfilemos mañosamente al lado de Lesley Lokko. Ella no es una ocurrencia oportunista, de simples consignas, llegó a las grandes ligas con mucho estudio e investigación).

En una entrevista le preguntaron: ¿Cuál es su mensaje a los futuros arquitectos? Su respuesta: “Un arquitecto puede hacer mucho más que construir edificios. La arquitectura tiene impacto en la justicia, en la salud pública, en el paisaje y en las finanzas. El futuro es abordar todas esas disciplinas desde la arquitectura”.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Una mujer contra los ‘Big Tech’

/ 7 de abril de 2023 / 01:47

La propagación de las inteligencias artificiales ha provocado que personalidades del mundo tecnológico firmen una carta pidiendo seis meses de pausa. La carta del Future of Life Institute advierte que “no significa una pausa en el desarrollo de la IA, simplemente es un paso atrás en la carrera peligrosa hacia modelos de caja negra impredecibles cada vez más grandes y con capacidades emergentes”.

Si Elon Musk y Bill Gates están alarmados por esa “caja negra”, imagínate el sur global cuya dependencia económica, cultural y técnica crece exponencialmente. Estamos dominados por la revolución tecnológica y, subyugados e idiotizados, aceptamos las condiciones más asimétricas de la historia que no vienen de un país imperial, son oligopolios globales (los llamados Big Tech) que se comen al mundo por encima de cualquier frontera.

Pero existen extraordinarias formas de lucha contra esta nueva dependencia. Aparecen personas, plenas de humanismo libertario, como una joven nacida en Etiopía, que adolescente salió como refugiada al Reino Unido y luego a Estados Unidos, esquivando la interminable guerra en su región. Timnit Gebru es una brillante científica formada en computación en las universidades de élite (Stanford y Microsoft Research), y especializada en inteligencia artificial. Esta genia del sur tuvo una controversia en la empresa donde trabajaba, Google, por un ensayo sobre el reconocimiento facial y su sesgo racial. Resultado: la despidieron causando un revuelo en el mundo de los tecnólogos. Google la convirtió en mártir y en un santiamén Timnit Gebru se volvió figura internacional (entre las 100 personas más influyentes del mundo. Time 2022). Y comenzó una lucha por la defensa de la diversidad de raza y género en las tecnologías de punta. Fundó un grupo llamado Black in AI, con investigadores que trabajan en el desarrollo inclusivo de las IA. En otras plataformas globales promueve estudios y debates sobre las sutiles formas de dominación y discriminación, sexista y racista, que existen en esas herramientas. Promueve espacios de investigación como sus estudios en zonas urbanas deprimidas de Johannesburgo, donde identifica los movimientos sociales urbanos desde imágenes satelitales permeadas con mecanismos de IA para identificar las asimetrías socioculturales de las poblaciones negras en el urbanismo de hoy.

Timnit Gebru batalla, desde las entrañas del nuevo tecno/imperialismo, para concientizar al mundo sobre las complejas derivaciones de esta nueva e implacable dependencia; y, como una tesis revolucionaria de este milenio, ella se pregunta: ¿cómo se puede trabajar con las personas marginadas para dar forma a esta tecnología?

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Nuestro arte en el siglo XXI

/ 10 de marzo de 2023 / 01:31

Este tiempo demanda considerable claridad conceptual y constante reposicionamiento. Son épocas extraordinarias e inasibles donde los desafíos artísticos no pueden enfrentarse con ideas y estilos del pasado. Urge proyectar un sentido artístico apropiado para este tiempo milenarista. Aportemos algunos esbozos conceptuales.

Comenzaré reduciendo —groseramente— nuestra producción artística en dos grupos: las artes producidas colectivamente y las obras de artistas individuales. Por nuestra estructura cultural hemos cultivado un arte colectivo (superando las discriminaciones teóricas de antaño este arte comprende: entradas folklóricas, ferias artesanales, expresiones rituales, grupos musicales, etc.) que crece, sostenidamente, en proyección y propuesta. Son siglos de acumulación histórica de este arte colaborativo que goza de buena salud y con proyección nacional e internacional.

Pero en la escena de la producción artística individual existe una crisis existencial y propositiva, una pérdida del sentido artístico ante la imposibilidad de seguir los ritmos de los cambios sociales, políticos y tecnológicos. Se abrió la Caja de Pandora del nuevo milenio y los creadores observan ofuscados múltiples manifestaciones sociales y tecnológicas que no pueden asimilar y menos sintetizar artísticamente. Y no reclamo un “arte revolucionario” que acompañe a los humildes como se anheló en el siglo pasado y que algunas voces trasnochadas siguen anhelando (el arte subordinado a un corsé ideológico nace muerto, por eso tenemos artistas/zombies/revolucionarios deambulando por galerías o RRSS). Se trata más bien, de comprehender la dimensión extraordinaria del sentido artístico que subyace en la declaratoria de un Estado Plurinacional, que reconoce a todas nuestras naciones plenos derechos, incluidas las expresiones artísticas.

En una nueva Bolivia multicultural, que enfrenta la revolución tecnológica, los creadores individuales han perdido capacidad de síntesis; y por ende, las obras en forma y contenido se dispersan, se diluyen en el magma de las tensiones socio/culturales de un nuevo Estado inmerso en la globalidad presente. Por ello, no habrá más obras que sinteticen la nacionalidad boliviana como las que hacían los artistas del siglo pasado, egos que retrataban arbitrariamente una república “unitaria”. Ahora, el desafío para los artistas individuales conlleva una interpelación social sin parangón en la historia. Y en el reto de encontrar nuestro sentido artístico, se cometen torpezas e ingenuidades como pretender, desde las esferas del poder, un andino/ centrismo/estético que no construye un amplio sentido artístico plurinacional.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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