¿Por qué cantan (solo) las mujeres?
Cuando presenta ‘Hidrometeoros’ dice una frase que me deja pensando: ‘esta ciudad es mi madre’
Ricardo Bajo
En el público del Grillo Villegas hay de todo, como en botica vieja. Changos y changas de veinte años, sesentones y matrimonios viejos, treinteañeras con wawas, señores divorciados y otras faunas de la ciudad/madre. ¿Por qué cantan (solo) las mujeres? “Cantar es uno de los mejores ansiolíticos, vamos a olvidarnos del mundo por un rato”, ha dicho el maestro (de ceremonia) al comienzo de la tocada paceña de su gira 2023 Teoría de cuerdas. Cuando suenan las últimas canciones y todas las chicas conforman un hermoso coro, el Grillo dice: “¡qué lindo que canten y qué lindo escucharlas!”.
Cantar juntos nos hace bien. Los chicos apenas tarareamos en los conciertos del Grillo. Dice la ciencia que cantar espontáneamente en compañía de otras personas en un lugar público cambia nuestro cerebro para bien. Rodrigo Villegas es un faquir que cura con anfetaminas de música y cuerdas.
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El canto nos devuelve al útero materno. Escuchamos canturreos desde ahí adentro y no sabemos lo que son. Pero nos hace sentir bien. Luego cuando salimos (el gran pecado capital) siguen las canciones, los ruidos y los gruñidos; es un lenguaje maternal/musical. Por eso cantan (más) las mujeres; para arroparse. Por eso, el Grillo agradece, porque se siente arropado.
A veces no entiendo las letras del Grillo. Son enigmáticas; hablan de momentos de su vida y de otras cosas insondables. A veces su voz es ahogada por el cuarteto de cuerdas, por el sonido profundo y hondo de la batería, por un riff de su guitarra, por el piano de cola que emerge como un camión desde el fondo del escenario. ¿Cómo sé, entonces, si la canción es alegre o triste? Desapareciendo es triste. “Es la más cortavenas del disco más cortavenas”, dice el Grillo. Es del primer álbum de Llegas.
Cantar (juntos) mejora los niveles de estrés, la memoria y es tan misterioso/poderoso que los que sufren autismo o tartamudez se olvidan del mundo por un rato. Participar de un coro combate la depresión y aumenta nuestra tolerancia al dolor. Bailar juntos, también. ¡Qué pena que casi no hay espacio en el Teatro Municipal para bailar! Una vez vi gente danzar en los pasillos de la platea y vino alguien para decir que eso estaba prohibido. ¿Por qué todo lo que nos hace bien está prohibido?
El Grillo ha resucitado viejas canciones para tocar en vivo. Se arrepiente de algunas letras ingenuas, “era un jovencito enamorado”. Cuando pide al público que solicite una, no quiere las de siempre. “Desafíenme”. Entonces alguien grita Salto. Y esa es la elegida. “El miedo a estar solo se disfraza de amor”. A veces creo que las canciones de Villegas son aforismos, uno encima del otro.
El Grillo se ha rajado componiendo arreglos para sus temas y mete de contrabando composiciones de música clásica, a manera de “intros”. Unos funcionan bien; en otros, hay transiciones abruptas. Dice que los créditos para los arreglos y la dirección son de Hermeto, su gato, su “compañero”. En octubre cumplirá 33 años sobre los escenarios, el Grillo, no el gato. Pronto volverá Christian Krauss para conmemorar los 25 años del Pesanervios, el disco que no pudo presentar por su accidente de carro. Y pronto el Huye el sol hará 30. Nos estamos poniendo viejos.
Cuando presenta Hidrometeoros dice una frase que me deja pensando: “esta ciudad es mi madre”. Es verdad, La Paz es un útero gigante que nos cobija. “Suelta las mentiras / y ese disfraz que alquilas”. En el hall del Teatro, hay una chica que vende lindas camisetas negras (a 100 bs): tienen los nombres de los quince discos de Villegas, su verdadera historia; con sus tipografías originales (muchas de ellas son creación de Sergio Vega). “Mi vida está metida en esa camiseta”. ¿Para qué guardamos tantas cosas si todo entra en una polera?
Volvamos. Cantar (juntos) crea un fuerte sentido de comunidad. Las personas que cantan en grupo desarrollan una conexión especial. Por eso la hinchada de un equipo de fútbol se siente mejor cantando/estando juntos. Por eso, las seguidoras del Grillo son una “torcida” de bien/estar. Es pura química: las endorfinas se liberan y la oxitocina es la reina de la noche; una noche de abrazos. Nuestros cuerpos serenos necesitan de la música para respirar mejor.
Con las canciones del Grillo, con el chello de Andrea García, nos tocamos en la soledad de la oscuridad. Suena Huesos. Y la voz de Lucía Leyes (“la más nuevita”) nos trae de vuelta las voces de las (todas) mujeres (de Villegas); desde Rocío a Claudia, desde Mayra a Mariela. «Si necesito volar / a buscarte para cantar / y aquel silencio olvidar”. Por eso cantan las mujeres, para olvidar tantos silencios, para alejar las penas (de Raquel), para abrir las alas.
(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista