La Paz, ciudad viva
Patricia Vargas
El paisaje urbano de La Paz muestra a una ciudad viva que se mueve al ritmo que marca la vida pública y las rutinas cotidianas, donde el desencuentro también puede producirse.
Prácticas diversas que conforman la trama de una urbe por demás complicada como es hoy La Paz, la cual, sin embargo, sigue siendo la ciudad viva de la que se apropió su población.
Lamentablemente, la búsqueda de supervivencia de sus habitantes ha convertido a ciertas calles en el medio de sustento de sus vidas, especialmente en el centro urbano, que es el asentamiento preferido de los comerciantes minoristas. A ellos se suman otros tantos vendedores “flotantes”, que aparecen y desaparecen como satélites hasta invadir los barrios residenciales más vacíos.
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Está claro que La Paz nunca necesitó esforzarse para construir la ciudad viva, ya que esta forma parte de sus valores, fundamentalmente los culturales.
Con su frenética vida urbana en el área central, esta ciudad se reduce a una especie de núcleos de población que se asemejan a manchas móviles que se entrecruzan al medio de edificios, los cuales, desde sus alturas, permiten ser testigos de su particularidad.
Pese a todo, la yuxtaposición de actividades no solo asombra, sino que llega a incomodar, ya que hasta las aceras han perdido su verdadera función y hoy están circunscritas a la instalación de puestos de venta. Esto ocasiona que las personas, con esfuerzo, logren avanzar por las calles.
Esa realidad, que sucede principalmente en la zona central, denota una rutina citadina preocupante, pero son los sonidos diversos los que recuerdan que esta urbe, a pesar de las contradicciones que la acompañan y las molestias que incomodan al transeúnte, es una ciudad viva.
Otro aspecto llamativo es su escenografía urbana, la cual muestra una policromática gama de colores. Así, sus vistas relatan que es una ciudad hecha de fragmentos de vida urbana que podrían llevar a escribir desde las historias más inimaginables hasta otras tantas de dolor.
Todo eso no impide, sin embargo, que también haya otras personas que buscan otro tipo de experiencias, como el deleite con el arte a partir de exposiciones como La didáctica —una muestra de pinturas del Museo Nacional del Prado, de Madrid, ofrecida por la Embajada de España—, que se presentó en el paseo de El Prado de esta ciudad en 2019. Una actividad que atrajo a muchos transeúntes, quienes detenían su caminata para observar y disfrutar esas bellas obras pictóricas.
Otra opción son los eventos de arte vivo, como la del fallecido Roberto Valcárcel, quien pintó su cuerpo como expresión artística en pleno paseo de El Prado. O en su caso, exhibiciones fotográficas o muestras contemporáneas de arte expresivo que se desarrollan en el centro de la ciudad.
Igualmente, existe la posibilidad de apreciar los nuevos tiempos a través de, por ejemplo, la exposición de una colección de obras del gran pintor Salvador Dalí, presentada hace pocos meses en el Museo Nacional de Arte de La Paz, donde hasta trabajadores de la construcción se asombraban al ver tan bellas ilustraciones.
Tampoco se puede dejar de mencionar los cuadros de pintura colonial que son de propiedad del Museo Nacional de Arte, los cuales seguramente reaparecerán en nuevas muestras de arte histórico que se ofrezcan.
La Paz sigue siendo la ciudad amada por propios y extraños, y es ahí donde radica su fuerza y riqueza: en recibir a quien desee habitarla. Es que La Paz, ciudad viva, jamás estuvo cansada de su propio guion, el de estar abierta para todos.
(*) Patricia Vargas es arquitecta