Más allá del litio
La puesta en marcha de la planta industrial de carbonato de litio nos golpeará la conciencia por cada tonelada que se venda sin industrializar
José Pimentel Castillo
Con el mismo título, Armando Ortuño (La Razón 29-07-23) plantea salir de la visión coyuntural de la captación de divisas, con alternativas novedosas y realistas, antes que por la venta del litio, y plantea hacer de este emprendimiento un puntal del desarrollo, si no nacional, por lo menos regional.
El síntoma preocupante de la economía hoy es la falta de divisas: a pesar de los récords de los ingresos por la exportación, no hay dólares. La visión tradicional de que el Estado debe generar y ponerlos a disposición general lleva a buscar nuevos emprendimientos extractivistas por parte del Estado, obviando la enorme fuga de éstos por el sector privado en la explotación de los minerales, el oro y la agro industria.
Así se plantea que la solución es la venta del carbonato de litio, pero los resultados que son lejanos, 2025-2027, no solucionan el problema inmediato; además relegan la política nacional de la industrialización de los recursos naturales, que condiciona su explotación a darle valor agregado vía la industrialización. La urgencia hace perder de vista el horizonte.
Lea también: Minería ilegal o informal
En los debates últimos se ha demostrado que la industrialización del carbonato de litio aumenta su valor cuatro veces, cuando se los transforma a cátodos; 10, cuando se llega a baterías; así fácilmente, en teoría, el valor de $us 6.000 millones se trasforma sucesivamente, en $us 24.000 millones y $us 60.000 millones, desde luego una maravilla que se hará realidad si verdaderamente se trabaja denodadamente y no se pide que otros lo hagan. La industrialización es un objetivo estratégico de la nación y nos corresponde llevarlo adelante.
En el proceso de la industrialización, el carbonato de litio es un elemento más del conjunto llamado material catódico, que se compone de otros elementos como el níquel, el manganeso, el cobalto o el fluorofosfatado de litio, cuya explotación no se ha iniciado aún, a pesar que hace 70 años sabemos que existen en el país; esta labor no le corresponde a Yacimientos del Litio Bolivianos (YLB), es un problema de explotación y refinación del sector minero, que hoy mira para otro lado.
El salto a la fabricación de baterías es un paso que requiere otros componentes como los ánodos (cobre), el electrolito (hexafluoruro de litio), los conductores y el envase de plástico, producción que compromete a la Química Básica y a YPFB, que debe dar el paso en la producción de polímeros.
El Plan Nacional Maestro “Desarrollo de la Cadena Ampliada de la Industrialización de los Recursos Evaporíticos 2019-2030”, elaborado en la gestión del presidente Evo Morales, detalla las cuatro plantas que tiene que tener YLB y otras 20 para el conjunto de los requerimientos para la obtención de baterías, estableciendo la creación de 13.000 puestos de trabajo, 21% en forma directa y el 79% en industrias paralelas.
Este es el único camino del desarrollo soberano, largo, sinuoso, sacrificado, lleno de tensiones y zancadillas; porque de eso se trata una lucha contra el sometimiento imperial, que se opone y dificulta a nuestro desarrollo. Hoy se anuncia la puesta en marcha de la planta industrial de carbonato de litio, empezada en 2017, que producirá 15.000 toneladas; se anuncia una producción gradual por una serie de problemas no resueltos como la falta de provisión de agua y la no conclusión de todas las piscinas de evaporación, las denostadas piscinas, que, a pesar de todo, es lo único concreto que tenemos. Con esta puesta en marcha se puede obtener $us 650 millones de dólares por año, pero si se llega a fabricar el material catódico, su valor se elevaría a $us 2.600 millones, claro que para esto hay que poner en movimiento al Estado y a la misma sociedad. Pero, ante todo, hay que cambiar el rumbo de quienes hoy dirigen YLB, quienes han reducido su función a ser martilleros de la mejor propuesta para la obtención del carbonato de litio, olvidándose de la investigación y la labor práctica de poner en marcha el proyecto industrial, a la par que aumentan las reservas cuando el consumo actual es cero; la cuantificación de reservas y su certificación, en este caso, parecen tener el propósito de jugar en la bolsa de valores, que en nuestro caso no se puede por prohibición expresa de la Constitución.
La puesta en marcha de la planta industrial de carbonato de litio nos golpeará la conciencia por cada tonelada que se venda sin industrializar.
(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero