Votar por el insecticida
La fábula de los mosquitos cuenta que, debido a una vieja enemistad entre la cucaracha y la hormiga, esta última decidió votar por el insecticida. Murieron todos, incluso el grillo que había decidido no ir a votar y se quedó en su casa, a tocar la guitarra.
Vieja fábula política que también podría ejemplificar lo que a diario sucede en nuestros países. Atacamos al diferente, como si fuera el enemigo, decía Benedetti.
Gracias a millones de bocinas repitiendo el mismo discurso día y noche, los medios de comunicación lograron colonizar el sentido común de gran parte de la población, que comenzó a repetir los mismos argumentos de quienes, en realidad, están del otro lado del mostrador.
“Vagos”, “planeros”, “caraduras”, “mantenidos”, son algunos de los adjetivos que deben tragarse quienes, colorados de vergüenza, reciben algún plan social del Gobierno.
Lo curioso es que quienes se lucen profiriendo esas delicadezas, no son personas de grandes apellidos y billeteras abultadas, sino todo lo contrario, tanto el que insulta como el que recibe los agravios vienen de la misma exclusión.
Como quien dice una nimiedad, Milei adelantó que durante su gobierno se le cobrará la atención en salud a los extranjeros, sin embargo, de todos modos, los barrios donde suelen vivir las familias bolivianas, paraguayas, peruanas y chilenas, votaron por el candidato del insecticida.
Milei se adueñó de las preferencias de gran parte de la población, como dice Víctor Hugo Morales, no tanto por el carisma o la propuesta del candidato, sino por las miles de horas de televisión repitiendo la misma cháchara, que el Estado no sirve, que hay que dinamitarlo: “Es como pelear con Mike Tyson, voy a perder, por supuesto que voy a perder”, expresó el periodista.
Nunca antes el odio fue tan manifiesto, tan desvergonzado en anunciar exactamente lo que va a sucederle a Argentina si gana el sujeto de la melena rebelde.
En una actitud sadomasoquista, los mosquitos se lanzan hacia el insecticida sonriendo, encandilados por un sujeto que grita desaforado a los parroquianos que lo oyen, sin oír, a nadie le interesa lo que dice, aquí no se trata de enunciar ideas, sino de gritar palabrotas, alucinados, en estado hipnótico, incapaces de razonar. Después de Milei no hace falta tener argumentos, es la “degradación del pensamiento”.
Dijo que el papa Francisco “es un hdp”, también dijo que se comunicaba con Dios a través de sus perros. En el caso de que Dios exista, cuesta creer que vaya a comunicarse con un tipo que se la pasa insultando al prójimo.
“El asesino sabe más de amor que el poeta”, canta Joaquín Sabina. Cuando faltan menos de dos meses para las elecciones generales, Javier Milei se apuró a conseguir novia, una que lo entiende, que ama lo que el ama, pero sobre todo que odia lo que él odia. No es por amor, es por espanto.
Willy Maydana Esprella es comunicador.