¿Cuál indio?
Estamos en un tiempo en Latinoamérica o Abya Yala que, con la fuerza y la energía de nuestros pueblos y organizaciones sociales, en el continente se ha reposicionado a gobiernos que están hacia la izquierda. En este nuevo contexto surgen tres actores, que son puestos de moda por los intereses de un sistema de dominación que sabe manejar muy bien los hilos de los medios de comunicación, los organismos internacionales y la cooperación internacional. Estos nuevos actores de moda son: las mujeres, los indígenas y la población LGBT. No es que son nuevos como tal, como problemáticas, son temas de discusión y grupos humanos que ya existieron, cuestionando la historia de los pueblos y la humanidad.
Quiero tomar uno de esos actores para las reflexiones de este artículo, me refiero a los pueblos indígenas originarios. La pertinencia de escribir sobre este tema tiene que ver con la consolidación en Bolivia de la acción histórica de los pueblos indígenas originarios como sujetos capaces de autogobernarnos, a pesar de la colonización. El Estado republicano y la explotación capitalista del trabajo humano y de la Madre Tierra no pudieron enterrar la fuerza creativa de nuestros pueblos. Nos hemos posicionado y no hay vuelta atrás. Tenemos entonces la necesidad de entender políticamente nuestra presencia histórica, porque la tendencia desde las élites de poder es la de folklorizarnos.
Nuestra identidad de indígenas originarios y originarias de estos territorios, tanto del Kollasuyo como de todo nuestro continente Abya Yala. Ha sido un percorrer de experiencias acumuladas en la historia oral, en los mitos que nos contaban las abuelas. Es descubrir y entender el significado de nuestras luchas como indígenas originarios, del pueblo aymara, por ejemplo. En un primer momento del proceso de cambio de Bolivia, gestado por las organizaciones sociales, nuestra presencia ha significado la irrupción —de nuestros cuerpos, nuestra historia, memoria y nuestros deseos— en la disputa por los poderes establecidos.
Este primer momento, nuestra presencia, se consolida ante el asombro de la derecha racista y rancia de colonialismo y ante los ojos paternales de la izquierda, que se prepara para tutelarnos; hoy estamos ante otro momento, el de convertirnos en indios de decoración, decorando las nuevas formas de cómo el sistema de dominaciones y opresiones se reciclará. Para eso necesita que como hombres y mujeres indígenas nos conformemos con administrar el poder en el gobierno. Necesitan indios obedientes al sistema, al poder que les arrebatamos a esas clases dominantes. Conformarnos con administrar ese poder y gozar de las prebendas de nuestros antiguos opresores es mezquino, es miope y ridículamente nos llamaremos proceso de cambio, mejor sería llamarnos pasanaku.
Indios decorativos que no expresan nuestras radicales diferencias en las formas de cómo tratamos y protegemos a la Madre Tierra, nada diferentes de los capitalistas depredadores. Por otro lado, indios machistas y discriminadores de las mujeres indígenas. ¿En qué se diferencian estos hermanos de los k’aras colonizadores que nos violaban, golpeaban y mataban?
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.