Jesús, el palestino vetado por Estados Unidos
Hoy, la tierra de Jesús, minuto a minuto está siendo pulverizada, concurrida y transitada
Sdenka Saavedra Alfaro
Ya son más de 76 días que Israel intensificó su ataque hacia la Franja de Gaza con un saldo de ya más de 20.000 palestinos muertos, que en su mayoría son niños y mujeres, y cientos de miles de heridos, mientras se escriben estas líneas; sin contar los que se encuentran bajo escombros, algunos con vida que no han sido rescatados, sumándose a ellos los más de 1.900.000 desplazados.
Hoy, la Franja de Gaza, la prisión sin techo más grande del mundo, se ha convertido en un campo de exterminio donde la población civil, con cientos de niños, otros huérfanos, con miedo, con traumas y heridas continúan pidiendo ayuda, al igual que las mujeres buscan protección para sus hijos, los que se encuentran sin comida, agua, energía eléctrica, pues la gran mayoría de los 2,3 millones de habitantes ya se han quedado sin hogar.
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Es invierno, cae la nieve, y no solo el hambre y el frío acechan al enclave costero, sino la desolación, la angustia y el miedo. Cientos de miles de familias duermen en la intemperie en tiendas improvisadas, donde las enfermedades y virus como el cólera, el COVID o la difteria, sumados a los traumas cerebrales, son una amenaza mayor a las bombas y los misiles. A eso se suman los bombardeos del ejército de Israel a más de 14 hospitales, asesinando no solo a los heridos, sino a todo el personal de salud, causando la muerte de más de 200 trabajadores sanitarios y la destrucción de más de 250 centros médicos en la Franja, según datos proporcionados por el Ministerio de Salud de Palestina.
Somos testigos de uno de los capítulos más oscuros de la historia contemporánea, el holocausto palestino, la limpieza étnica, el genocidio, la crisis humanitaria más letal después de la Segunda Guerra Mundial, un apartheid más mortífero que el de Sudáfrica, la vergüenza del siglo XXI, pues Israel junto a Estados Unidos y los países europeos están exterminando a los palestinos, que obedeciendo a sus deseos barbáricos, capitalistas y neoliberales quieren tomar el control de las reservas estratégicas de gas y petróleo en las costas de Gaza.
El papel de Estados Unidos es fundamental en el envío de millones de dólares, así como en la solvencia del armamento enviado para que continúe este genocidio, pues el país del norte vetó y sigue bloqueando la resolución de las Naciones Unidas, respaldada por casi todos los demás miembros del Consejo de Seguridad y otras naciones que exigen un alto el fuego inmediato en Gaza, convirtiéndose en cómplice de este exterminio, y lo continuará haciendo porque de lo que se trata es de continuar exprimiendo los yacimientos de petróleo y gas natural de la Cuenca del Levante —o Mar Levantino, dentro del Mediterráneo— que tienen un valor neto de $us 453.000 millones.
Y en este tiempo de celebración para los católicos y cristianos del mundo, cuando se recuerda el nacimiento de Jesús en Belén, aquella pequeña ciudad a menos de 10 kilómetros de Jerusalén, donde hoy se apagarán las luces por el dolor y la tristeza de los miles de muertos ocasionados por las acciones criminales de Israel contra el pueblo de Jesús: el pueblo Palestino.
Hoy, la tierra de Jesús, minuto a minuto está siendo pulverizada, concurrida y transitada, pero no por los tres reyes magos que van a su adoración, sino por tanques y bulldozers que barren con la vida de los descendientes y coterráneos de Jesús, donde el resplandor y las luces no son por la estrella de Belén, sino por los misiles y el fósforo blanco que con su brillo asesina y entristece al pueblo de Jesús.
Durante más de 75 años, el pueblo de Jesús ha tenido que vivir con los tormentos, las torturas, las tristezas y los dolores propinados por el sionismo mas no el judaísmo, pues los verdaderos judíos siempre han vivido en armonía, respeto y tolerancia con el pueblo palestino, todo lo contrario del movimiento sionista, el autor de los crímenes contra el pueblo de Jesús, el “hijo de Dios”.
Jesús fue golpeado, escupido, expulsado, vilipendiado, humillado y crucificado; hoy su pueblo, su descendencia, sufre los embates igual que en su tiempo, por lo tanto ellos no tienen nada que celebrar, al contrario, llorar por sus más de 20.000 muertos, pero siempre con la esperanza de que más temprano que tarde serán victoriosos; así como el “hijo de Dios resucitó” en un Domingo de Pascua, el pueblo palestino resucitará de las cenizas y los escombros para volver a brillar.
(*) Sdenka Saavedra Alfaro es periodista, escritora y profesora universitaria