Caballeros del Blood Bowl
Cada sábado, una jornada de fantasía.
Todo comenzó con el Tapagol. Hace 15 años, el músico y actor Vladymir Mendieta Meruvia, entonces de 23 años, se reunía con sus amigos para jugar con tapacoronas en torno a las competiciones más importantes del fútbol mundial. Muchos de los asistentes se habían iniciado antes en juegos de rol como Calabozos y dragones o Vampiro, pero la verdadera sensación llegó con un nuevo entretenimiento proveniente de Inglaterra que terminó por apasionarlos de tal forma que, aunque inofensivo, causó revuelo en sus familias.
Hoy, ya adultos, y con un espíritu lúdico y competitivo feroz, al menos una docena de entrenadores se entregan a este juego de estrategia y fantasía como si no existiera el mundo exterior. La mayoría son varones, aunque no faltan las mujeres, y suelen caracterizarse por tener entre veintitantos y treintaipocos años, por ser ávidos lectores, amantes de la informática y por andar con el manual de reglas bajo el brazo.
Blood Bowl es un juego de tablero por turnos para dos jugadores creado por Jervis Johnson para la compañía Games Workshop. Se trata de una partida de fútbol americano que está ambientado en el mundo de Warhammer Fantasy, otro juego de batallas épicas, que tiene la particularidad de estar poblado por razas fantásticas como humanos, enanos, duendes, elfos, orcos y más.
A Bolivia, el juego llegó a manos del grupo de Vladymir gracias a un amigo que lo trajo de un viaje. Ellos fueron sacando fotocopias, haciendo dibujos, improvisando figuras para que hagan de jugadores y juntando muchas ganas de divertirse. El grupo fue creciendo y cambiando para forjar sus propias reglas de juego. Esta movida ha sido incluso motivo de una tesis de Sociología sobre masculinidades en la actualidad.
Para conocer a los entrenadores, la cita es en un cibercafé de la avenida Pando, al lado del hotel del mismo nombre, a las cinco de la tarde, aunque van llegando poco a poco y sin prisa, total, las jornadas muchas veces se prolongan hasta la medianoche.
En este momento se lleva a cabo una ceremonia muy importante: la premiación de los ganadores del anterior torneo, oficiada por el actual responsable y comisario del Blood Bowl en La Paz, Percy Viscarra, de 37 años. Abogado de profesión, tiene a su cargo el control de cada partido que se celebra, así como el arbitraje y la medición del tiempo. Él es quien tiene los tableros y las tablas oficiales y quien, en caso de celebrarse un partido extra a los del sábado, designa a un responsable para que registre y controle los resultados.
En la premiación se entregan diminutos trofeos a los ganadores. “Estos juegos de Black Bowl se juegan entre las diferentes razas de Warhammer, cuando no se encuentran en guerra. Nosotros somos como los entrenadores y dueños del club: podemos comprar jugadores y recibimos dinero de las recaudaciones”, explica Percy. El grupo también entrega certificados pequeñitos para identificar tanto al jugador más golpeador como al equipo que ha sido más golpeado, además de una variedad de categorías creadas con sentido del humor.
Al año se celebran tres torneos: dos con los tableros convencionales y uno muy especial en que cada entrenador arma escenarios mágicos y que se gana a la primera anotación con balón. “Claro, primero hay que encontrar la pelota en alguno de los cofres, mientras los entrenadores y el mismo juez juegan como otro participante más. Se ponen obstáculos, portales mágicos y muchas trampas. Pueden darte muchos golpes”, cuenta Juan Carlos Ruiz, un abogado de 29 años que ya lleva tres años enganchado cada sábado en el juego.
Armando una mesa está Etson Alonso Quisbert Fernández, de 30 años, que juega desde sus 17. Si de lunes a viernes es mensajero, en sábado se convierte en el temible líder de los nigromantes, aunque en la última temporada ha sido uno de los más golpeados, como atestigua su flamante certificado. Él participa con figuras que no son de Blood Bowl. “En el grupo no importa con qué juegues, puedes venir si quieres con soldaditos de plomo o de plástico, lo importante es tener ganas de participar y hacer nuevos amigos”, invita José Luis Alarcón, el propietario del cibercafé donde no sólo se practica este juego: al fondo hay seguidores de Magic y otros más “luchan” on line.
José Luis tiene 33 años y lleva 15 con esta pasión. “Al principio eran los tilines donde nos pasábamos todo el día. Luego conocí el Magic (juego de cartas) y me encantó. Cuando comenzamos con el Black Bowl fue muy difícil, pues nuestros familiares no entendían qué era lo que hacíamos. Era un grupo de jóvenes encerrados un sábado por la noche sin tragos y sin bailar, muy concentrados, con libros en los que aparecían monstruos y calaveras, tirando dados con más de seis lados. Recuerdo que una de las mamás se asustó cuando leyó en alguna de las páginas ‘Ritual Siniestro’, y se deshizo del manual de un amigo”.
José Luis recuerda una partida que se prolongó hasta la madrugada, en que la habilidad de los jugadores y su concentración se llevaron al límite. “Al salir del local, uno de los chicos nos sorprendió con un ‘¿No conocen un bar por aquí?’, y nosotros le respondimos que no. ‘Es que si no llego con olor a alcohol, mi mujer no me va a creer que estaba jugando’”.
Dilón Rojas (35 años), uno de los más feroces luchadores con su equipo de orcos, recuerda que en sus 14 años de jugador, él y sus amigos tuvieron que hacerse pasar por un grupo parroquial, por estudiantes de una ayudantía y mucho más para encontrar un lugar donde reunirse. “En las casas era muy difícil, porque surgían las habladurías de que hacíamos algo satánico o brujería. Además, éramos como 20 en un cuarto. En oficinas vacías o en un aula vacía podíamos reunirnos con más tranquilidad. Así también perdimos citas amorosas y uno de los compañeros casi no llega a la petición de mano de su novia”, rememora.
A las nueve la cancha está lista para que Etson enfrente a Silvia Mariela Moscoso Pino, de 33 años, una maestra parvularia y secretaria que lleva dos años jugando. “Me molestan porque soy muy lenta”, sonríe.
Todo está listo para el partido. Tres se realizan simultáneamente para no perder tiempo. Vladymir, el fundador del grupo, acaba de vencer a su esposa, Mariana Muñoz, la socióloga que hizo una investigación sobre el pasatiempo de su pareja; y los elfos oscuros de Percy vencen a los orcos de Dilón. Del Tapagol inicial apenas quedan recuerdos, pero la fantasía de entonces está intacta ahora y es contagiosa.