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Wednesday 12 Jun 2024 | Actualizado a 21:13 PM

Somos 10.027.254

Celebro que aún podamos ponernos de acuerdo sobre la distribución y uso de nuestros recursos.

/ 5 de agosto de 2013 / 06:59

El Censo 2012 es y será tema de discusión por varios meses. La variación de 3,5% como posibilidad de error entre los datos preliminares y los finales promete dar tema de discusión para rato. Yo no quiero ocuparme ahora de esto, dejo la discusión para quienes más saben de censos y estadísticas. Más bien quiero discutir otras ideas en torno a una cifra definitiva: somos un poco más de 10 millones de personas en un territorio de 1.098.581 km².

En el marco de la discusión sobre la despenalización de aborto, muy candente en las últimas semanas, muchas personas compartieron un argumento que inesperadamente vincula ambos temas: la idea es que el censo ha arrojado una cifra desalentadora del crecimiento de la población boliviana y, por tanto, si el aborto se despenaliza, el crecimiento poblacional será aún menor. “En Bolivia somos muy pocos” se quejaba un compañero en una reunión de discusión, e inmediatamente me surgió la pregunta ¿somos muy pocos respecto a qué? O a la inversa, ¿para qué queremos ser más?

Estas ideas se remontan a las amplias controversias que en demografía y desarrollo se discuten desde hace mucho tiempo, y que tienen base en la pregunta de cuántas personas son suficientes para un desarrollo sustentable. Que la población mundial ha aumentado de manera acelerada es algo evidente. Se estima que a comienzos de la era cristiana la población mundial comprendía 200 millones de personas; la mortalidad era alta y la esperanza de vida al nacer no llegaba a los 25 años. Hoy la mortalidad infantil se ha reducido espectacularmente de la misma manera que la esperanza de vida media se ha incrementado. Así se explica que en 1960 la población mundial llegara a 3.000 millones de personas, hoy sea de 6.900 millones y se espere que lleguemos a ser alrededor de 9.100 millones en 2050.

Estas cifras reflejan el progreso de la humanidad en términos de salud y alimentación, lo cual es motivo de satisfacción. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, Thomas Malthus presentó una tesis pesimista ante el crecimiento demográfico conocida como la catástrofe Maltusiana. El aumento de la población, creciendo en progresión geométrica, y el de los medios de subsistencia, creciendo sólo en progresión aritmética, amenazaba un desastre humanitario. Ante ello, el control de la natalidad era indispensable para la supervivencia de la Humanidad.

Si bien la previsión maltusiana en términos históricos ha sido superada, hoy por hoy el fantasma de la catástrofe social y ambiental por la potencial escasez de recursos del planeta ha vuelto a ser tema en discusión. Pareciera ser que cuántos queremos ser tiene que ver con qué calidad de vida queremos para el conjunto de la población. Así, temas como la sustentabilidad del planeta, el equilibrio entre seres humanos y naturaleza, la adaptación al cambio climático y la sustentabilidad de la vida retoman la discusión en torno al necesario control del crecimiento de la población mundial.

Claramente no somos los países pobres quienes debemos asumir la responsabilidad de los desafíos ambientales del planeta. La desigualdad en la distribución de la riqueza y una cultura “occidental” del consumo como modelo de desarrollo han sido los principales motores del problema. Sin embargo, con una densidad poblacional de 9,13 habitantes por kilómetro cuadrado, todavía tenemos posibilidades de una planificación responsable de nuestro desarrollo. Por todo esto, celebro que seamos apenas un poco más de 10 millones de habitantes y, por tanto, que podamos ponernos de acuerdo sobre la distribución y uso de nuestros recursos naturales.

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Ese México violento y querido

/ 9 de junio de 2024 / 00:05

Con una Asamblea Legislativa en penumbras (literalmente) y un Tribunal Constitucional Plurinacional que nos llena de vergüenza a todas y todos (menos a los nueve magistrados autoprorrogados), es mejor mirar hacia otro lado en busca de esperanza y buen ánimo. Hoy celebramos en toda la región el triunfo electoral de la científica e izquierdista Claudia Sheinbaum, quien asumirá como la primera mujer presidenta en la historia de México.

Con ánimo celebratorio (que tanta falta me hace) contacté con mis amigas mexicanas, quienes me sorprendieron con un optimismo mesurado, casi temeroso. La violencia electoral que sacudió a México los últimos meses ha sido muy amarga, dejando al descubierto la tremenda vulnerabilidad que viven todos y todas las mexicanas. Esa sensación de incomodidad en la celebración fue muy bien reflejada por la escritora Alma Delia Murillo, quien en un artículo publicado por la BBC News Mundo sostiene: “Me siento esperanzada y desencantada al mismo tiempo: ocurre que soy mujer y que soy mexicana; la intersección de esas dos variables ahora mismo en este país es un espacio muy complicado de habitar”.

Y eso que ella no habla desde ser además indígena y pobre. Un espacio impensable por las violencias que atraviesa. Hablamos de un país, lindo y querido, que vive 11 feminicidios al día, y que hoy se presenta como una distopía de la violencia, con casi 6.000 fosas clandestinas donde cada día las madres buscan a sus hijos e hijas desaparecidas. Un México que, según el Índice Global de 193 países, ocupa el tercer lugar en cuanto a niveles de crimen organizado, y donde prácticamente todas sus instituciones están penetradas por las redes de tráfico de drogas, trata de personas y tráfico de armas que utilizan el soborno, los secuestros y la extorsión para ejercer un fuerte control sobre el país.

Ese México que ha hecho suya la frase «plata o plomo», la forma que tenía Pablo Escobar para proponer a los políticos ingresar en su «planilla de sueldos» o recibir la descarga de la ametralladora de un sicario. Y es que esta ha sido una de las campañas electorales más letales de la historia con 82 personas asesinadas, 34 de ellas aspirantes a una candidatura. La página web del Laboratorio Electoral presenta 190 casos adicionales a los asesinatos, con atentados, amenazas y secuestros. Así comprendo la ilusión medida con que las mexicanas reciben el avance histórico de tener a una mujer presidenta.

El caso emblemático que retrata el momento que vive el país es Gisela Gaytán, candidata de Morena a la alcaldía de Celaya, Guanajuato, quien fue asesinada a tiros en su primer día de campaña. A pesar de que la paridad de género tiene rango constitucional, en México es muy difícil convencer a una mujer para ser candidata por los riesgos que implica. De allí que se espera que la persecución sobre Claudia Sheinbaum será feroz, y por supuesto bien se sabe que la exigencia no tendrá el mismo rasero de permisividad que se ha dado a los hombres que fueron presidentes.

A pesar de todo, cierro este espacio con mucha ilusión por el cambio que el querido México llevará adelante. La agenda de la nueva presidenta no es menor, con la amenaza de la exacerbación de la pobreza por el deterioro de las condiciones fiscales del gobierno, y por ello es poderoso que plantee “no llego sola, llegamos todas”. No es poca cosa que 35,9 millones de mexicanos y mexicanas confíen en una mujer para que los gobierne. Por ello, en todo América latina hoy se cantan los versos de Vivir Quintana que dicen: “No te olvides de tus ojos de mujer/ No te olvides de tu boca de mujer/ No te olvides de tu lucha de mujer (…)/ Compañera presidenta, seas quien seas, es preciso que te llames compañera”.

Lourdes Montero es cientista social.

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En busca del voto conservador

La reacción a las declaraciones de quienes ven en la figura del senador Rodríguez una genuina renovación del proceso de cambio fue de incredulidad.

/ 28 de abril de 2024 / 00:22

Las desafortunadas declaraciones del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, desataron una confrontación pública en torno a la dirección de la reforma de la Ley 348, que garantiza a las mujeres una vida libre de violencia. El senador pasó por alto que diversas organizaciones de mujeres vienen discutiendo mejoras de la norma desde 2020, buscando fortalecer los mecanismos de prevención, atención, protección y reparación integral a mujeres en situación de violencia.

Sin ningún respeto a todo el proceso social que durante dos años recogió y sistematizó cerca de 1.000 aportes en todo el país, el senador priorizó poner en discusión un confuso y mal redactado proyecto de ley que pone en riesgo todos los avances en materia de derechos humanos, y arroja por la borda los compromisos estatales signados en instrumentos internacionales como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) y la Convención Interamericana de Belém do Pará.

La reacción a las declaraciones de quienes ven en la figura del senador Rodríguez una genuina renovación del proceso de cambio fue de incredulidad. “No comprende la dimensión de lo que ese proyecto propone”, dijeron algunas; “está mal asesorado”, defendieron otras; “han descontextualizado su intervención”, apuraron a decir en su entorno. Sin embargo, al día siguiente, una conferencia de prensa dejó en claro que el senador no fue mal interpretado. Genuinamente él apoyaba la reforma desde una dimensión regresiva.

El senador no solo ponía en duda el espíritu de la ley que enorgullecía la gestión del presidente Evo Morales, también planteaba que la legislación destruía familias y ponía en la cárcel a hombres inocentes. En las primeras palabras del senador se podía identificar un guion bien ensayado (y reconocible); por ello, fue muy fácil encontrar su inspiración en un reciente discurso de Macarena Olona, militante de Vox, partido de la ultraderecha española. Gracias a las redes pudimos constatar que no se trataba solo de una inspiración, sino de la copia fiel de todos sus recursos demagógicos.

Esta declaración confirmó que no se trataba de un error inocente, o mala asesoría. Detrás del apoyo a una ley regresiva se podía vislumbrar un cálculo político electoral que buscaba atraer a los votantes conservadores que victimizan a los hombres y se sienten incómodos frente a una mayor igualdad de las mujeres. Al senador parece no molestarle que ganar esa popularidad implica desconocer que en Bolivia los índices de violencia por razón de género son los más altos de la región.

El Ministerio de Justicia fue contundente en refutar los supuestos que sustentaban ese discurso. En Bolivia, el Ministerio Público reporta que entre 2013 y 2024 se han registrado 1.189 víctimas de feminicidio y casi medio millón de denuncias de violencia de género. Y por ese total de crímenes, el Régimen Penitenciario informa que, a la fecha, 18.459 personas se encuentran privadas de libertad, es decir que, del total de las denuncias citadas, solo en el 4,16% se ha determinado el presidio para los criminales.

Por ello, la autoridad competente afirma que “la situación de injusticia que hoy alegan algunos varones es la misma que han denunciado por años las mujeres contra jueces, fiscales y policías que aplican la ley de manera discrecional”. En ese marco, ¬¿cuánto tiempo ha dedicado la Asamblea Legislativa a fiscalizar a los operadores de justicia? ¿Cuánto se han implicado senadoras y senadores en comprender el problema? El debate respecto a la Ley 348 debiera ser para avanzar y no para consagrar la impunidad.

Con esta experiencia, nos queda por discutir cuán amorfo y elástico puede llegar a ser un programa de izquierda desesperado por ganar elecciones, o cuánto conservadurismo en derechos de las mujeres puede caber en una propuesta del campo “progresista”.

Lourdes Montero es cientista social.

 

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¿Quién pone límites a la minería aurífera?

/ 14 de abril de 2024 / 00:15

Uno de los temas que más indignación causa es la impunidad con la que actúan los cooperativistas mineros en Bolivia. Todos los días, por diversos medios, podemos leer sobre el comportamiento ilegal y violento de sus líderes y las redes de matonaje que han creado para intimidar a cualquier ciudadano que se atreva a cuestionar su próspero negocio. Esta semana pudimos ver un corto video donde se expresa esa su actitud de dueños del mundo, cuando intervenían una vigilia en rechazo a las actividades de la empresa Salvada Sociedad Colectiva, que opera en la comunidad Totoral Chico del ayllu Acre Antequera.

Con actitud violenta, y haciendo explotar cachorros de dinamita, intimidan a pobladores que ponen en duda ese tremendo poder que les da el dinero y su aparente pacto con la Autoridad Jurisdiccional Administrativa Minera (AJAM), cuyo silencio frente a estos hechos es muy sospechoso.

Por ello, la reciente declaración del relator especial de las Naciones Unidas, David Boyd, nos hace mucho sentido. A través de su cuenta de X, sostiene: “La situación en Bolivia es profundamente preocupante. El Estado debe dejar de perseguir a los defensores de los derechos humanos ambientales (a menudo indígenas), implementar leyes ambientales y cambiar la economía extractiva”. Y en Bolivia, es muy clara la relación que esta autoridad internacional plantea respecto a los derechos humanos y la crisis ambiental.

Es paradójico que el Estado Plurinacional de Bolivia, que ha liderado a nivel mundial el reconocimiento del Sistema de Naciones Unidas del derecho humano al agua, hoy sea el más permisivo con la minería del oro. Es también paradójico que los mismos liderazgos políticos que protagonizaron el reconocimiento constitucional del agua como “un derecho fundamentalísimo para la vida” hoy definan que el Ministerio de Minería y Metalurgia sea liderado por un cooperativista minero aurífero, que asiste a las conferencias de prensa con un casco de Fencomin. Claramente los intereses nacionales y el bien común no son la prioridad de esta autoridad.

Los casos de defensores ambientales intimidados son permanentes. Recordemos la persecución judicial a la que fueron sometidos los guardaparques Marcos Uzquiano y Raúl Santa Cruz, funcionarios del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), demandados por el minero Ramiro Cuevas, cuando éste intentó ingresar a la zona de protección del Parque Nacional Madidi. La judicialización también alcanza a autoridades indígenas de tierras altas, como sucede en el ayllu Cala Cala, en Potosí, donde unas siete personas están procesadas por cortar un camino “ilegal” a través del que ingresarían a trabajar los equipos de la Cooperativa Molle Pata. Otro conflicto por actividad minera es el de la comunidad de Jupichaque, nación chicha, en Potosí. En septiembre de 2023, la compañía Cruz Arce Limitada Empresa Minera (Calem) interpuso demanda contra las autoridades originarias, cuando éstas exigían ejercer su jurisdicción para la protección del agua.

Otro ayllu afectado por la minería es San Agustín de Puñacas. En septiembre del año pasado, se tomaron muestras de sangre y orina a 20 lugareños para constatar que presentan concentraciones de arsénico con valores muy superiores al límite de la salud, y aunque los dirigentes no han sido procesados, tampoco reciben solución a su demanda de agua sana.

Los mineros cooperativistas sienten hoy que tienen el sartén por el mango. Tal vez por eso hoy celebramos que la Cámara de Senadores determinó devolver a la Cámara de Diputados el proyecto de ley que aprueba 19 contratos mineros, debido a que venció el plazo de 90 días para su tratamiento. Tal vez solo se logre ganar algo de tiempo, pero al menos es una señal de que los cooperativistas mineros no tienen todo el poder.

Lourdes Montero es cientista social.

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Una pesadilla llamada crisis climática

/ 17 de marzo de 2024 / 00:07

Desde el año pasado, el mundo entero está experimentando anomalías climáticas que no tienen precedentes. En Bolivia, cada año nos preguntamos si sufriremos olas de calor, sequías, inundaciones o todo al mismo tiempo. El planeta lleva décadas sufriendo un calentamiento progresivo, pero este año los récords de eventos extremos se han disparado de una manera inesperada.

Hoy en La Paz y en varios territorios de Pando y Santa Cruz, vivimos lluvias torrenciales e inundaciones sin precedentes. Los investigadores previenen que, con el fenómeno de El Niño, la temperatura global este año podría rondar un aumento de 1,5ºC respecto a niveles preindustriales, un récord que en los acuerdos de París se planteaban como la llegada de la catástrofe. Esto no quiere decir que este aumento de temperatura es permanente, pero sí nos está mostrando cómo será un mundo que haya alcanzado ese grado y medio de calentamiento sin retorno.

Así, esta sería la “nueva normalidad”, con iguales o mayores inundaciones como las vividas en La Paz, o lo ocurrido en Cobija en el rio Acre, que creció hasta casi alcanzar los 16 metros. Un segundo efecto proyectado son las olas de calor y sequía, como las enfrentadas en Santa Cruz el pasado octubre, con 43,4 grados en la Chiquitanía, y las consecuencias en incendios forestales. Esa distopía que nos presentan las películas de ficción climática, cada vez más se plantea no solo como posible, sino temiblemente cercana.

A pesar de lo evidente que resulta esta crisis climática, los humanos y humanas tendemos a olvidar que nuestra civilización está sostenida por las condiciones naturales que nos acogen. Por ello, estos últimos años hemos agregado a nuestro estilo de vida hiperconsumista de recursos, la amenaza de la tercera guerra mundial con los frentes de Ucrania y Gaza. Todo esto suma para presentar un clima global de alta incertidumbre que tendrá efectos inmediatos en la economía.

Ya en 2006, el economista Nicholas Stern publicó un famoso informe en el que avisaba que el cambio climático produciría pérdidas en el PIB de entre el 5 y el 20% a nivel global. Bolivia no escapa a esta realidad, y según la investigadora Lykke Andersen, del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), el cambio climático podría ocasionar una pérdida promedio del 8% del PIB para 2100, llegando al 16% con el incremento de inundaciones. La investigadora señaló que las inundaciones, en gran medida, se deben a la expansión de la frontera agrícola. Para un país como Bolivia este efecto negativo de una sucesión de eventos climáticos extremos puede ser catastrófico. En cierta medida, estos anómalos 2023 y 2024 que estamos viviendo nos pueden ofrecer la oportunidad de poder ver cómo va a ser un año normal en dos décadas. Este primer trimestre del año, en cierta medida, es una ventana al futuro.

Hace tiempo que sabemos lo que debemos hacer, pero preferimos mirar hacia otro lado. Por una parte, adaptación, pensando en que todas las inversiones estatales en infraestructura deben ser adecuadas a la realidad venidera, lo cual en muchos casos implica un costo financiero superior. Para ello, nuestras voces sobre daños y pérdidas dirigidas a demandar responsabilidades por el modo de desarrollo del norte son imprescindibles. Por otro lado, debemos encarar la mitigación, y la hoja de ruta en Bolivia parece muy clara: frenar la deforestación a causa de la ampliación de la frontera agrícola y pensar un futuro basado en una economía no exclusivamente extractiva.

Esa será una agenda central de discusión para las próximas elecciones. Hoy más que nunca debemos recordar que cuando llueve, nos mojamos todos.

Lourdes Montero es cientista social. 

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La noche oscura del parlamento

/ 3 de marzo de 2024 / 00:50

La semana pasada, la agenda informativa nos ha sometido a un ejercicio de paciencia sin límites. Las bochornosas escenas en la Cámara de Diputados exponen un parlamento que, más que espacio para debatir ideas, se ha trasformado en un cuadrilátero de lucha libre. Este capítulo de la pulseta entre el bloque arcista (que exige debatir primeramente siete créditos externos) y el ala evista, que con CC y Creemos pretenden dar prioridad a las leyes antiprórroga, no tiene la más mínima empatía sobre la sensibilidad cotidiana de las personas. “Los políticos nos tienen hartos” fue la sentencia que más he escuchado estos días.

¿Qué época estamos viviendo? ¿Qué sentido tiene? Con estas jugadas de la política, ¿qué ganamos realmente las mujeres, los jóvenes, los jubilados, los desempleados? Nuestra indignación ¿acaso importa? Y ese es el espíritu que hoy se vive en las calles: el hartazgo de tanta desfachatez. Hay mucho silencio en todos los frentes. Ya nadie discute horizontes de futuro, reformas audaces, cambios posibles… ya todos prefieren seguir su camino, cabizbajos, afanados por llegar a casa, resistiendo para no perder lo ganado, lo ahorrado, ese pequeño mundo de comodidad que 15 años de Estado Plurinacional nos ha brindado.

Se nos presenta un tiempo de lucha contra el despojo y la violencia que, de manera sistemática, amenaza con dejarnos sin ilusiones. ¿Por qué a pesar de tantos esfuerzos para transformar, hoy vivimos un presente del absurdo y un futuro incierto? Toda la energía desplegada en la Asamblea Constituyente se desdibuja hoy frente a la confrontación de todo un ejército de liderazgos chatos, deslucidos; como un conjunto de renacuajos que brotan por la lluvia y amenazan con convertirse en sapos buscando votos en las próximas elecciones.

Mientras tanto el horizonte económico se cierra para favorecer a unos cuantos; y frente al temor del desempleo, cada vez se aceptan sueldos más bajos, condiciones más precarias y extensión de las horas de trabajo. Y la poca transparencia estatal solo genera mayor incertidumbre. La desactualización de la información financiera en la página web del Banco Central de Bolivia, la escasa información sobre el desempeño de las empresas públicas y la opacidad en los contratos del litio nos mantienen en vilo.

Y la vida cotidiana transcurre al margen de ese teatro del horror en que se ha transformado la Cámara de Diputados. Preferimos cambiar de canal para no verles las caras (u otras cosas) y buscamos información sobre hechos importantes, como la conmovedora campaña en redes sociales de guardaparques de todo el país en apoyo a Marcos Uzquiano y Raúl Santa Cruz, enjuiciados por el cooperativista minero Ramiro Cuevas Echave. «En un mundo donde la naturaleza se encuentra amenazada, existen héroes silenciosos que día a día luchan para cuidar nuestras áreas protegidas. Sin embargo, su valentía y dedicación son cuestionadas y se enfrentan a juicios injustos por cumplir con su deber», es la voz de Beatriz Quispe, una de las pocas mujeres “guardas” del país.

Y nuestra atención ahora está en Cobija, que sufre la peor inundación de su historia. El desborde del río Acre ha sobrepasado los 15 metros y más de 900 familias han sido evacuadas a zonas seguras y albergues. Por la magnitud de esta inundación, la Alcaldía de Cobija declaró el miércoles a su municipio como una zona de desastre y la alcaldesa Ana Lucía Reis dijo que no tienen condiciones para enfrentar la etapa posinundación.

Son estos los temas que los diputados y diputadas deben considerar antes de dar un espectáculo que solo genera mayor indignación. En la sede de gobierno, cada vez más nos acercamos a compartir la peligrosa certeza que hace unos años acompañó al pueblo argentino: es mejor “que se vayan todos”.

 Lourdes Montero es cientista social.

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