La paridad no es solo un número
Paridad y alternancia se refieren a la democratización del poder y de las decisiones, la nominación y elección de las mujeres como titulares en el Senado, en las representaciones plurinominales y supranacionales y, en particular, en los escaños uninominales.
Muchas preguntas e imaginarios se desatan cuando se plantea la inclusión de las mujeres como actoras políticas titulares del poder y de las decisiones: i) prima la suposición de que deben ser los hombres los únicos y tradicionales titulares del poder, siendo ellos mismos los que se atribuyen para sí esta representación; ii) se cuestiona la calidad y la trayectoria de las mujeres en la vida organizativa y política, invisibilizando su participación, aportes y liderazgos; iii) se cuestiona las medidas afirmativas como mecanismos para reducir y eliminar los obstáculos expresados en los múltiples sistemas de opresión, discriminación, exclusión y violencia ejercidos hacia las mujeres; iv) y por si fuera poco, se ratifica, desde nociones también patriarcales, que las mujeres deben llegar a los espacios de poder sin que medie nada más que su propias luchas, que si bien pueden ser ejemplificadas a lo largo de la historia, se desconoce las condiciones estructurales que resquebrajan el criterio del alcance de la igualdad formal.
DEMOCRACIA. Si bien en los 32 años de retorno a la democracia y como resultado de los procesos de transformación que el país ha vivido, se han alcanzado importantes avances en la ampliación de la democracia, la inclusión y reconocimiento de nuevas actoras, actores y movimientos sociales, así como los alcances logrados en el reconocimiento explícito de la participación política de las mujeres en la Constitución Política del Estado (CPE) como en las actuales leyes, también es posible evidenciar un sistema político, que manifiesta resistencias, sanciones, situaciones de acoso y violencia política, expresando la persistencia de obstáculos, que en la mayoría de los casos mantienen aún inamovibles estructuras de ejercicio de poder y de sujeción de gran parte de las mujeres.
En este contexto, diferentes movimientos y organizaciones de mujeres, en todo el país, desde sus luchas y movilizaciones, han planteado que la inclusión de las mujeres en el ámbito político representa un principio de ampliación de la democracia, de reconocimiento de la diversidad y la pluralidad que representan. Las mujeres no expresan un “sector o una particularidad”, constituyen más de la mitad de la población boliviana, son campesinas, productoras, trabajadoras, mineras, indígenas, originarias, afrodescendientes, feministas, intelectuales, líderes barriales y de organizaciones, son niñas, adolescentes, jóvenes, adultas, por lo cual la democracia no puede entenderse sin la inclusión de más de la mitad de la población en los espacios de representación y de decisión.
Se plantea la propuesta de paridad y alternancia colocando nuevamente en el debate político nacional y en el actual contexto electoral las reivindicaciones y los nuevos sentidos de entender la práctica política. La noción de la paridad plantea la inclusión de un 50% o más de mujeres en las listas electorales, sin embargo este planteamiento apela también a la necesaria transformación de la democracia y del sistema político en particular.
Cuando se plantea la paridad se lo hace desde la construcción de una propuesta, de una agenda de transformación y emancipación. La paridad significa el desmontaje del patriarcado, la desestructuración y eliminación de las actuales condiciones de dominación que son parte del tejido del Estado y de nuestra sociedad. La despatriarcalización, como horizonte de emancipación, ha sido propuesta por las organizaciones de mujeres para que desde lo simbólico y las prácticas concretas permitan la eliminación de la opresión y la violencia.
REPRESENTACIÓN. Paridad y alternancia se refieren a la democratización del poder y de las decisiones, la nominación y elección de las mujeres como titulares en el Senado, en las representaciones plurinominales y supranacionales y, en particular, en los escaños uninominales. La elección de mujeres y hombres, que superando el número, posibiliten la representación e inclusión de una agenda despatriarcalizadora para la eliminación de las relaciones de poder y la inequidad de género.
La paridad interpela los asesinatos, el maltrato y todo tipo de violencia ejercida hacia las mujeres, la impunidad que la acompaña cotidianamente y en diferentes esferas de la administración de justicia. Exige la vigencia del Estado laico, que separe las decisiones políticas de las creencias religiosas, un sistema educativo laico y la eliminación de las relaciones de dominación ejercidas sobre el cuerpo de las mujeres, como bases para el logro de la autonomía y la toma de decisiones de las mujeres sobre sus cuerpos y su sexualidad; las garantías para el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos que incluyan servicios de atención para tomar decisiones informadas y para la eliminación de las causas de mortalidad materna y de la violencia sexual; el rechazo a la penalización de los casos de interrupción del embarazos forzosos y no deseados.
La paridad interpela las formas de reproducción del patriarcado en la esfera de lo privado, en los hogares y la vida de las mujeres, apela a la democratización y valoración del trabajo en el hogar, así como a la valoración y corresponsabilidad del cuidado de la familia, de las personas adultas mayores y enfermos.
Exige la inversión pública y asignación de recursos económicos, técnicos y humanos suficientes y especializados para la generación de una institucionalidad pública destinada a garantizar la eliminación de las diferentes formas de discriminación, exclusión, opresión, violencia y pobreza de las mujeres.
En la esfera económica, la paridad plantea: la transformación de la división sexual del trabajo, la protección laboral, el acceso al trabajo y a salarios dignos; sistemas de protección social y jubilación para mujeres productoras, trabajadoras del hogar y trabajadoras por cuenta propia; el fortalecimiento de emprendimientos productivos liderados por mujeres; el acceso a créditos, a la propiedad de la vivienda y la tierra para las mujeres.
Los próximos comicios electorales podrán a prueba, nuevamente, si las organizaciones políticas están a la altura del desafío de la paridad no solo con relación a la inclusión de más de un 50% en las listas de candidaturas —como establece la ley—, sino también en el reconocimiento e inclusión de las mujeres, de sus voces, sus decisiones, visiones y de sus propuestas de emancipación en los programas de gobierno y su consecuencia en el desarrollo del sistema político, ya que no puede haber democracia sin la participación plena de las mujeres. Nuestro desafío ahora es más democracia, más inclusión y más justicia.
¡Paridad es ahora!