La salud ¿primero?
En dos meses no va a desaparecer la enfermedad, pero puede quebrarse la inestable paz que costó casi 40 vidas
Un breve repaso a los números basta para refutar la consigna que esgrimen quienes usan la pandemia como excusa para mantenerse en un poder que no ganaron en las urnas. Hemos rebasado el límite de los 20.000 contagios y acumulado un saldo de 679 fallecidos. Son números abstractos: no reflejan los nombres, las angustias, las lágrimas ni los desamparos. Es como decir 500 respiradores: Si cada uno de esos inexistentes aparatos habría salvado una sola vida, el tamaño de la tragedia disminuiría en un 80 por ciento.
Otro número que se conoció esta semana es 45.000: la cantidad de pruebas que se han realizado desde que la pandemia llegó a Bolivia, hace 100 días. Nuestro vecino Perú ha realizado 1.360.000 pruebas en el mismo periodo. Este número de pruebas nos permite deducir que se ha aplicado el test a un promedio de 450 personas por día, lo que equivale a un total acumulado de 0,40 pruebas por millón de habitantes. Nuestro vecino Chile ha hecho 30.000 pruebas por millón de habitantes. El índice de positividad de Bolivia es del 44%. O sea: de cada 100 pruebas que se realizan, 44 salen positivas.
Son solo números, sin embargo. No describen los cientos de llamadas al Sedes para pedir una prueba que tarda o no llega nunca. No reflejan el miedo de los miles que combaten el virus con eucalipto, limón, paracetamol y una dosis enorme de desconfianza en el sistema. ¿Para qué ir a un hospital donde lo más probable es que ni siquiera te reciban? ¿Para qué pedir una ayuda que te convertirá en solo una estadística, vulnerable al estigma?
El número fatal, 679 muertos hasta hoy (seguramente habrá más el día que se publique esta columna). Es otro número sin rostro, sin aliento, lleno de mentiras. El número oficial de muertos por COVID en el departamento del Beni es 131. Pero los cementerios donde se entierran confirmados y sospechosos tienen más de 300 sepulturas.
El número de la indignación es 7. Es la cantidad de hospitales públicos de Cochabamba que se negaron a recibir a Juan Carlos, aduciendo falta de condiciones o de espacio. Finalmente, se desvaneció en plena calle y falleció sin auxilio. Tres cementerios se negaron, después, a recibirlo. Desgraciadamente, no es el único caso.
Comparen estos números con otro, más indigno: 11.000. Es la cantidad de bolivianos que cuesta en promedio un día de internación en clínicas privadas. Hay pacientes que han muerto dejando cuentas por pagar por más de 400.000 bolivianos. A falta de regulación del Ministerio de Salud, la medicina privada está lucrando con la pandemia. Mientras tanto, se han reportado 10 casos de personas que han muerto en puertas de hospitales públicos esperando ayuda médica. Los que mueren en sus casas sin ayuda ni siquiera se cuentan. Es hora de que se nacionalicen, aunque sea temporalmente, las instalaciones de salud privadas. No puede ser que superar la enfermedad dependa del tamaño de tus ahorros. No puede ser que la herencia de tu familia sea un número amargo: cuánto habría costado salvar la vida de un ser amado, si tendrías el dinero.
El Gobierno de facto es responsable de estos números terribles, porque le tocó gobernar durante la pandemia. Y en lugar de concentrarse en reducirlos, usa los números como excusa para evitar elecciones. Piden dos meses más de prórroga. ¿Para qué? En dos meses no va a desaparecer la enfermedad, pero puede quebrarse la inestable paz que ha costado casi 40 vidas.
Los números del COVID, lejos de ser un factor de miedo, son un factor de bronca: No podemos seguir dejando la salud, la vida, la economía y la esperanza de 11 millones de personas en manos indolentes, inexpertas, ineficientes e ilegítimas. Una sola es la salida: ¡Elecciones ahora!
Verónica Córdova
es cineasta.