Nacionalismo y coloniaje, ayer y hoy
El autor repasa la historia de Bolivia desde sus gobiernos y sugiere profundizar el actual proceso.
La máxima del antipoeta Nicanor Parra: “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, ciertamente puede tener varias interpretaciones según el país y el momento histórico que se trate; para mí como para seguramente otros que conocieron y militaron en la izquierda nacional a fines de los años 60, primero en el Centro de Investigación Revolucionaria Sergio Almaraz Paz (CIR – SAP) y después en el Grupo Revolucionario Octubre (GRO), inmediatamente se nos viene a la mente cómo en Bolivia fueron truncados gobiernos de liberación nacional por las oligarquías reaccionarias y la incomprensión de esos procesos por parte de los partidos y grupos políticos de izquierda tradicional.
La afirmación que: “La historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa” (Carlos Marx), en Bolivia se evidencia de manera recurrente en los ciclos de Nacionalismo y Coloniaje (Carlos Montenegro), en efecto, tomando en cuenta solo los últimos 80 años, a cada proceso de liberación nacional le siguió como tragedia otro liberal conservador. Esto ocurrió en los momentos de ruptura de los ciclos nacionalistas y el inicio de los ciclos coloniales: En el colgamiento de Gualberto Villarroel (1946), en el golpe de Estado a Víctor Paz (1964), en el golpe de Estado a Juan José Torres (1971), en el acortamiento de mandato de Hernán Siles (1984), y el temor presente es que el llamado proceso de cambio, iniciado en 2006, concluya en una farsa liberal reaccionaria.
La particularidad en Bolivia, un país mayoritariamente de clase media, es que al bloque de poder oligárquico, opuesto a los procesos de liberación nacional, en coyunturas específicas se unen sectores de la clase media profesional, política, clero y militares (clase media que vive de sus conocimientos y destrezas) y sectores de la pequeña burguesía (clase media que vive de su economía), con efectos perversos sobre los procesos de transformación y cambio.
Concretamente, Guillermo Lora señalaba: “El PIR y la rosca combatían al régimen Villarroel–MNR desde la derecha, buscando someterlo a la democracia capitalista, al imperialismo. La crítica del POR venía de la izquierda y pretendía alentar a las masas para que no creyesen en promesas (demagogia) del nacionalismo sino para que, siguiendo su propia línea, se encaminasen a estructurar la dictadura del proletariado”. Sin lugar a dudas, el PIR y el POR se juntaron, por motivos distintos a la rosca minero-feudal, para dar fin al proceso de liberación nacional que tuvo como desenlace el colgamiento de Villarroel (21 julio de 1946).
A 12 años de la Revolución Nacional de 1952, el 4 de noviembre de 1964 se produjo el golpe de Estado de René Barrientos, autodenominado de restauración. Nuevamente, la derecha y la izquierda contribuyen a la caída de Víctor Paz. El mismo Guillermo Lora sobre este episodio señalaba: “Así quedaban claramente planteadas las dos posiciones: la del POR que seguía expresando las ideas y la acción avanzada obrera, que pugnaba por desbrozar la ruta hacia el gobierno obrero–campesino y la derecha (…) que se encaminaba a consumar el golpe de Estado para entronizar en el poder al gorilismo”. Al final, éste y no otro es el Réquiem para una República, no son las razones del porqué la izquierda y la derecha se oponen al pazestenssorismo, la historia registra que se truncó, una vez más, un proceso de liberación nacional.
El proceso Ovando–Torres
(1969–1971), tan corto pero patriótico y antiimperialista, garantizó el pleno ejercicio sindical, radicalizado en la Federación de Mineros, luego en la Central Obrera Boliviana (COB) y finalmente en la universidad, para rematar en la Asamblea Popular. En todas estas instancias se aprueba, con variantes de forma, la Tesis de Pulacayo, que: “Puede sintetizarse —según el propio Lora— como el empeño de movilizar a las masas para superar las limitaciones del nacionalismo hacia la conquista del poder, siguiendo el camino de la independencia de clase del proletariado, a fin de que éste pueda convertirse en la dirección de toda la nación”. Aquí, como en ningún otro momento, el izquierdismo prácticamente se alía a la oligarquía liberal y la derecha del Ejército para posibilitar el golpe de Estado de Hugo Banzer (21 de agosto de 1971).
En 1982, con Hernán Siles, se instaura un régimen nacionalista contradictorio, con minoría en el Parlamento, con precios de materias primas por debajo de su costo de producción y desastres naturales no acaecidos en todo el siglo XX. Las demandas sociales postergadas durante el largo periodo banzerista se atienden con dineros sin respaldo desatándose una inflación de hasta un 20.000% en el último año de gobierno. Se está frente a un proceso nacional fallido en el que el MIR y el PCB disputan cuotas de poder; la otra izquierda: PS-1, el POR, el PRIN está en contra del proceso. A propósito, Lora escribiría: “El 10 de octubre de 1982, Siles volvió al poder y casi inmediatamente después ejecutó una política antipopular, antiobrera y antinacional de total sometimiento al imperialismo y el FMI. Ante poderosa presión de los opositores burgueses de derecha y las masas, adelantó las elecciones para el 14 de julio de 1985”.
Se tuvo que esperar más de 50 años, para que se produzcan condiciones objetivas y subjetivas para un cambio estructural. El descrédito de los partidos tradicionales, la democracia pactada y el agotamiento de la política económica liberal, por un lado, y, por otro, el alza de precios de los minerales y el petróleo permitieron dar inicio a un proceso de liberación nacional, denominado “proceso de cambio”. Luego de 12 años de gobierno del MAS (el mismo tiempo de la Revolución Nacional 1952–1964), se observa ahora un concurso de cívicos, el Conade, colectivos ciudadanos, redes sociales, algunas juntas vecinales y gremiales, asociaciones profesionales e izquierdistas tradicionales en torno a la defensa de la aplicación del resultado del referendo del 21 de febrero del 2016, que independientemente de sus razones, se suma al coro de los partidos liberales cuyo propósito definido es restaurar el ciclo colonial.
Dos últimos fenómenos políticos: la conmemoración del referéndum del 21 de febrero de 2016 y el ampliado de la Central Obrera Boliviana, del 22 al 25 de febrero de 2018, por sus resultados configuran la tendencia polarizada de la patria y la antipatria. Por un lado, la COB resuelve asumir el proceso de cambio como propio, y por otro, la clase media que se siente marginada del proceso, se suma a la izquierda “revolucionicida”, diría Fidel Castro, haciendo coro al proyecto premeditado de restauración del ciclo liberal.
La historia en nuestro país no debiera repetirse como farsa por lo que es urgente profundizar el proceso de cambio con medidas más certeras económicas y sociales, al mismo tiempo desvelando las implicaciones y consecuencias de un retorno liberal.
- Danilo Paz Ballivián es investigador asociado CESU–UMSS