Símbolos
Durante estas semanas hemos sido testigos de un interesante debate acerca de la validez, la historia y la pertinencia de símbolos como la wiphala y la flor/bandera de patujú. El detonante de este debate fue el 24 de septiembre, cuando sucedieron dos eventos estrechamente relacionados: el Gobernador cruceño cambió intempestivamente el programa del acto cívico de homenaje a Santa Cruz, con el fin de impedir el uso de la palabra al Vicepresidente del Estado y en ese momento presidente en ejercicio David Choquehuanca. Inmediatamente después, la wiphala, símbolo patrio explícitamente reconocido en la Constitución e izado por el propio Vicepresidente, fue retirada del mástil y de la plaza. Días más tarde, y como consecuencia del revuelo, un joven miembro de la Juventud Cruceñista intentó izar una bandera con la flor de patujú en la plaza Murillo. La Policía lo impidió.
Hay muchos símbolos, sentidos y significados que se hilvanan en este debate, algunos más relevantes que otros. La validez de la wiphala como símbolo en el oriente recibió mayor atención que lo verdaderamente importante: la falta de respeto a la investidura del Presidente en ejercicio y la connotación adicional que puede tener debido a la identidad indígena del Vicepresidente.
Seguro habrá quienes descalifiquen mi duda como una especulación quisquillosa, pero igual me pregunto: ¿El gobernador Camacho le habría hecho el mismo desplante al presidente Arce? No es que en otra persona el gesto maleducado habría tenido otro valor u otro calibre, sino simplemente porque hay siglos de historia detrás de la negación de la palabra al indio por parte de quienes se creen “blancos”.
Tanto en el desplante descrito como en palabras y gestos antes y después del acto cívico mencionado, el gobernador Camacho ha demostrado de forma clara su desprecio señorial hacia quienes considera “otros”: los masistas, los indígenas y los collas —tres categorías que el vicepresidente Choquehuanca representa a mucha honra.
Gabriel René Moreno lo dijo en el siglo XIX y la ideología encarnada en el Comité pro Santa Cruz lo expresa a diario: “Los enemigos del alma (cruceña) son el colla, el camba y el portugués”. Cuando René Moreno dice “camba” se refiere al cruceño rural, al indígena de tierras bajas, al peón, aquél a quien la élite llamaba camba despectivamente antes de que esa palabra se resignificara como una marca de identidad regional. Cuando dice “portugués” se refiere al extranjero que amenaza el poder local. Cuando dice colla se refiere al boliviano nacido fuera de Santa Cruz, sea o no sea indígena. Para el “alma” regionalista cruceña el colla siempre es un “otro”, aunque viva en Santa Cruz por décadas.
Más allá de sus atributos personales, Camacho simboliza esa actitud cruceñista, señorial y patrona. Choquehuanca representa lo indígena, lo colla y lo subalterno. Cuando uno niega al otro la palabra y le hace un desplante público en un evento oficial, lo está haciendo no contra el individuo que comparte con él la palestra, sino contra los millones que éste representa. Aunque el desplante haya tenido objetivos meramente políticos, es imposible no leerlo en términos regionales y étnicos.
La iza de la wiphala en el acto cívico cruceño se puede también leer como un intento de sentar presencia indígena y colla en el centro del poder político de Santa Cruz. La iza de una bandera con el patujú tiene la misma intención: sentar presencia cruceña en la plaza Murillo. Ninguna de estas dos acciones reviste demasiada importancia, pero han concentrado visualmente una confrontación política y discursiva que se sigue intensificando.
Verónica Córdova es cineasta.