Revolución que despatriarcaliza
El ‘vivir bien’ debe ir férreamente unido a una acción anticapitalista y antipatriarcal.
DIBUJO LIBRE
La sociedad occidental ha erigido al hombre como el modelo de Dios y bajo su dominio se encuentra el resto de seres humanos (mujeres, jóvenes, niños y ancianos); también está a cargo del dominio de la naturaleza y el medio ambiente. Esta historia fue fortalecida desde la religión, la economía, las leyes, la cultura y el Estado, imponiéndose una unívoca verdad: la del varón como padre y dueño de la humanidad.
Los pueblos del Abya Yala también fueron permeados por la organización sexo-genérica del dominio masculino sobre el femenino y, en gran parte, reprodujeron las formas de dominación y violencia hacia las mujeres no obstante el principio del “Chacha-warmi”.
Las corrientes feministas occidentales no supieron leer estos fenómenos y con enfoques simplistas iniciaron una lucha entre sexos, sin comprender que las sociedades de hombres y mujeres reproducen la forma desigual y jerárquica de clase, culturas y género, en tanto no comprendan los orígenes de las relaciones de poder, explotación, dominación y discriminación que las sociedades capitalistas, coloniales y patriarcales erigieron en nuestras sociedades.
Bolivia, en los últimos años a partir de las luchas del pueblo boliviano, ha transitado por un proceso de descolonización que lleva a comprender la inviabilidad de un proyecto emancipatorio del “vivir bien” si no va férreamente unido a un proceso anticapitalista y antipatriarcal; esta triada será la condición sine qua non para llevar a Bolivia a otro horizonte de posibilidad.
En los últimos años, el proceso de cambio inició un proceso de reflexión y cuestionamiento sobre lo logrado en favor de las mujeres, comprendiendo que el trabajo estaba mucho más allá que simples políticas de género, que era necesario nutrir nuestra teoría y práctica con los nuevos enfoques decoloniales y marxistas que el feminismo liberal se había encargado de hacer a un lado y que era necesario encarar una lucha feminista anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal, ya que las grandes mayorías de mujeres sufrían por ser pobres, por ser indígenas y por ser mujeres y la liberación de una de estas opresiones estaba articulada necesariamente a las otras.
En los últimos años, a nivel mundial, en la región y en el país, la violencia hacia las mujeres y los feminicidios se han convertido en uno de los problemas más acuciantes y dolorosos de nuestras sociedades; por ello, la aprobación del Decreto 4650, que cuenta con un paraguas constitucional y legal para declarar el 2022 como “Año de la Revolución Cultural para la Despatriarcalización: por una vida libre de violencia contra las mujeres”, busca atacar causas estructurales, con una serie de medidas en todo el país, asumiendo desde el nivel central y dando responsabilidades a los niveles subnacionales para una lucha conjunta contra la violencia a las mujeres.
Nuestra Constitución establece que todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual o psicológica, tanto en la familia como en la sociedad; y el Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar la violencia de género y generacional, así como toda acción u omisión que tenga por objeto degradar la condición humana, causar muerte, dolor y sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como privado.
El Artículo 3 de la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia dispone que el Estado asume como prioridad la erradicación de la violencia hacia las mujeres, por ser una de las formas más extremas de discriminación en razón de género. Se señala que los Órganos del Estado y todas las instituciones públicas, adoptarán las medidas y políticas necesarias.
El Artículo 6 de la Ley 348 define que la violencia constituye cualquier acción u omisión, abierta o encubierta, que cause la muerte, sufrimiento o daño físico, sexual o psicológico a una mujer u otra persona, le genere perjuicio en su patrimonio, en su economía, en su fuente laboral o en otro ámbito cualquiera, por el solo hecho de ser mujer. Y que la violencia contra las mujeres está presente en todos los espacios de la vida.
La violencia familiar contra las mujeres se ha convertido en el primer delito cometido en territorio nacional, según datos del Estado de situación de la violencia contra las mujeres en Bolivia 2021 del Ministerio de Justicia, indicando que la familia es el espacio social donde más se perpetra la violencia contra las mujeres desde niñas. Y según registros oficiales, de 2013 a 2021 se cometieron más de 700 feminicidios.
El Decreto 2650 plantea que la violencia contra las mujeres se origina y se alimenta del patriarcado, como primera estructura de dominación y opresión de la humanidad sobre las mujeres, por lo que la respuesta no puede ser solo normativa punitiva, lo que se requiere es la adopción de acciones que coadyuven a la construcción de una cultura despatriarcalizadora, que transforme de manera estructural los modos de interrelación entre hombres y mujeres que se reproducen en una sociedad patriarcal. El Órgano Ejecutivo a través de sus ministerios, entidades e instituciones bajo dependencia, tuición y empresas públicas, sociedades comerciales donde el nivel central del Estado tiene participación mayoritaria, filiales y subsidiarias, en el marco de la lucha contra la violencia hacia las mujeres, promoverá al menos las siguientes primeras acciones:
a) Generar espacios de reflexión, socialización y acción despatriarcalizadora para prevenir la violencia contra las mujeres; b) propiciar acciones de formación en temas de prevención de la violencia contra las mujeres, identificando al patriarcado como el problema estructural; c) impulsar actividades culturales y expresiones artísticas orientadas a la lucha contra la violencia hacia las mujeres desde una cultura despatriarcalizadora; d) contemplar el enfoque de despatriarcalización en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, al momento de elaborar políticas, difundir y socializar la información; e) desarrollar una campaña comunicacional orientada a la lucha contra la violencia hacia las mujeres, fortaleciendo una cultura despatriarcalizadora; f) otras actividades que coadyuven a la construcción de una cultura despatriarcalizadora por una vida libre de violencia.
Éstas, junto con otras acciones, abordan esta problemática a fondo, buscando influir y procesualmente transformar las estructuras patriarcales de la sociedad, saludamos tan importante iniciativa que debería ser apoyada plenamente.
(*)Sonia Brito S. es socióloga, actual embajadora de Bolivia en Italia.