Yoga universal: Equilibrio meditación y música
En los textos del Mahabharata, Hastinapura es la ciudad de la sabiduría, la que permanente buscan sus habitantes.
Tocas el timbre y mientras te abren, tus ojos se dirigen al lado derecho de la puerta: una especie de buzón contiene varios trípticos que anuncian las actividades bimestrales de la escuela. Al lado, una pizarra que informa de las clases que se imparten. Alguien abre la puerta e instantáneamente notas la calidez de las personas que están ahí. Entras y sientes algo especial en el ambiente, respiras un aire tranquilo, totalmente distinto al de afuera.
Fotos y pequeñas estatuas de diferentes seres de luz se encuentran en sus paredes y vitrinas: desde Jesús de la Misericordia, hasta una imagen de Buda, Ganesha y Lao Tse… Occidente y Oriente se unen en un ambiente armonioso. Además de ello, se pueden ver en las paredes pequeños cuadros con mensajes de santos.
Entras al aula donde pasarás las clases teóricas: una docena de sillas aguardan a los alumnos ansiosos por aprender a abrir el corazón. El salón de clases los espera con asignaturas como Filosofía y Ética, Liberación de la voz, etc.; además de las materias que implican los instructorados de Hatha Yoga, Yoga de la Música y Meditación que se abrieron el año pasado. Son precisamente estos dos aspectos los que distinguen a Hastinapura, una organización cultural-educativa: el universalismo espiritual y los tres instructorados.
Carlos Damiani, director del centro educativo desde 2001, dice que el nombre de Hastinapura fue tomado de la epopeya del Mahabharata por la fundadora Ada Albrecht. “El Mahabharata es un relato simbólico de toda la constitución del género humano, de sus virtudes y sus dificultades, el origen y el fin del género humano”.
Dentro del Mahabharata, una de las historias se lleva a cabo en una ciudad, que es la más importante: Hastinapura. Este nombre viene del sánscrito, o lengua antigua de India, donde “Hastin” significa “elefante” y “Pura”, lugar, ciudad o territorio. En este caso, en un plano simbólico, es la “ciudad de los elefantes” (entendiéndose como elefante a ese ser que simboliza lo más noble y sabio de la fauna).
El segundo nivel simbólico es que Hastinapura es la ciudad donde, por designio, existe la sabiduría y los habitantes son seres que se inclinan por ella. El propósito de esta escuela es, entonces, ir más allá de toda concepción individual para redescubrir la sabiduría plena. Hastinapura se fundó en 1981 y actualmente tiene filiales en la Argentina, Uruguay, Colombia y Bolivia.
En cuanto al universalismo espiritual, Carlitos —que es como todos lo llaman en el centro— asegura que no hay filosofía que nos enseñe cosas diferentes, todas las filosofías y religiones tienen un mismo núcleo, pero la enseñanza es de forma diferente. Por eso, la fundadora encuentra que es importante hablar de esta unicidad.
“Para ella, el orden del Universo es uno solo, por tanto, la ciencia del Universo entero debe ser una sola y la filosofía debe ser conocida y entendida como la madre de todas las ciencias, que es una sola. Para eso, tiene que haber un hilo común y ella tuvo la gracia de encontrar esta unidad. A eso le llamamos universalismo”.
En cuanto a los instructorados, la visión para organizarlos tuvo que ver con que todo ser humano necesita una orientación, una guía, un apoyo, que no puede ser restricta a un solo cuerpo, como a esta escuela, sino que en lo posible más bien debe difundirse. En ese sentido, la escuela toma una labor pedagógica, educativa, —principalmente— formativa.
El instructorado de Hatha Yoga, según Andrey Belmonte, profesor de la materia, se basa en “la integración del ser humano, compuesto por el cuerpo, mente, emociones, energía, y alma”; la integración se logra con el estudio interior de estos cinco aspectos de cada persona y con la práctica constante que conlleva el hatha yoga.
“La oración cantada, utilizando el pulso y la tónica en instrumentos de percusión y la misma voz humana” es para Viviana Bustillos, profesora del instructorado de Yoga de la Música, lo fundamental de este curso. Como todo camino espiritual reúne al alma con lo divino, pero a través de la música en su expresión más sublime y armoniosa. “Esto se puede explicar si se comprende que en cada ser vivo existe una natural necesidad de expresión armónica que propicia la comunicación y unificación del corazón de todos los seres. La música es un reflejo de la armonía universal que se expresa en toda la naturaleza”.
En cuanto al instructorado de Meditación, Carlitos indica que se basa en la contemplación, comprensión y restablecimiento del sentido de la vida. Es una vía directa hacia la suprema realización del ser humano, vía de autoconocimiento esencial, es un ejercicio que va por encima de toda teoría u opinión y de todo pensamiento, hacia la verdadera plenitud humana. La meditación conduce a estados de mayor relajación, armonización, pacificación gracia y devoción y su desarrollo requiere de voluntad y habilidad.
Cynthia Giwencer, una de las alumnas que pasa el instructorado de Hatha Yoga, afirma haberlo escogido porque más allá de la práctica quería entender y aprender la filosofía del yoga. “Descubrí que el cuerpo físico va muy conectado con el alma, que es la guía en el camino junto con la filosofía de los maestros espirituales”.
Pamela Zapata, otra de las estudiantes, asegura que lo que le llamó la atención fue los bajos costos que se pagan en las mensualidades, además de que todos los cursos dictados en Hastinapura, incluyendo las clases de yoga, son actividades dhármicas, razón por la que ningún profesor o instructor percibe un sueldo por dar clases. “Al enterarme de esto, me pareció que las personas que daban clases lo hacían por una verdadera vocación de servicio, lo cual siempre fue muy inspirador para mí”. Actualmente, Pamela da clases de práctica de Hatha Yoga en la escuela, como parte de su formación como instructora.
Vanessa Bonilla dice que la primera vez que llegó a participar en la escuela fue por el cursillo que se brinda de Liberación de la voz. “El canto fue, desde que soy una niña, de mi particular interés”. Por eso mismo, atendió a la convocatoria del instructorado de Yoga de la Música en especial, porque para ella “la música es un arte que conmueve profundamente a nivel emocional, pero sobre todo, espiritual”.
Edwin Leytón llegó a la escuela por un curso de meditación de un mes y terminó quedándose en un instructorado de tres años, del cual se enteró ya dentro de la sala. Desde aquella ocasión, ya es casi un año y medio que asiste a las clases, “aunque de manera intermitente”, según aclara. Para él, “meditación es sinónimo de autoconciencia, y una manera de encontrarnos a nosotros mismos, en el entendido que es una labor de nunca culminar”.