El Alto desde lo más Alto
Como parte de los festejos por los 31 años del aniversario alteño se ofrece la experiencia de descender los 26 metros del Faro Murillo.
Son 50 peldaños metálicos los que separan el suelo seguro de la plazuela con lo más alto de El Alto: se trata del icónico Faro Murillo, desde donde se contempla el horizonte de esta altiplánica ciudad que hoy celebra su 31 aniversario. Allí, Marco Águila, quien se siente eufórico, reclama que le saquen fotografías para perpetuar esta experiencia, pese a que ya practicó rapel en una población del área rural. Pero la adrenalina va por dentro.
Marco, como otros tantos amantes de las emociones fuertes, acudió a la convocatoria de la Unidad de Promoción Turística del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto (GAMEA), que organiza el Saraqaña – Rapel Urbano, una aventura en la que se vive una emoción singular desde la cima de aquella torre. Más que un deporte, dicen los que saben, el rapel es una técnica que se practica al aire libre, en especial en las montañas. Conocido también como “escalada”, consiste en bajar por una pared empinada con la ayuda de cuerdas.
“Muchos piensan que este tipo de actividades se hacen solo en el área rural, como Peñas (en la provincia paceña Los Andes), o en Aranjuez (en la zona Sur de la ciudad de La Paz), pero queremos que la población lo haga dentro de El Alto, a cinco minutos de la Ceja”, comenta Diego del Carpio, responsable de Promoción Turística del GAMEA, quien supervisa los detalles para que este pasatiempo sea seguro en la atalaya de hormigón armado. El Saraqaña – Rapel Urbano se comenzó a practicar hace tres años, para conmemorar el Día Internacional del Turismo (23 de septiembre). Desde entonces se han llevado a cabo 16 actividades similares en este lugar, con más de 1.000 personas que pasaron por la emoción intensa de retar al miedo desde 26 metros de altura en un lugar emblemático como el Faro Murillo.
Según el historiador Randy Chávez, fue en este lugar —en el límite entre El Alto y La Paz— donde fue exhibida la cabeza de Pedro Domingo Murillo después de su ahorcamiento el 29 de enero de 1810. Tomasa, una de las hijas del protomártir y quien lo acompañó hasta su muerte, rescató la parte superior del cuerpo y la ocultó en un altar de la iglesia de San Francisco, hasta que en 2009, recordando el bicentenario del Grito Libertario, el Gobierno Municipal de La Paz reunió todos los restos de Murillo y los conserva en el subsuelo del templo del centro paceño.
En la plazuela donde se yergue la estructura con forma de tea —en cuya cima se enciende, cada 16 de julio, el fuego que simboliza el anhelo de libertad paceña—, el guía de turismo Daniel Flores se encarga de explicar los detalles básicos para ascender la escalera y bajar de la torre. Marco, quien también administra la revista digital A.C. Turismo, se siente animado por volver a sentir la experiencia que vivió en Peñas, cantón de la provincia Los Andes, que se caracteriza por tener peñascos para hacer escaladas.
Después de una corta charla, Daniel sube por la escalera con relativa facilidad. Son 50 peldaños de metal que parecen tener como único límite el azul del cielo despejado. Pero la cúspide tiene su final, comparable con la terraza de un edificio de siete pisos. Al contrario del guía, otros invitados a la experiencia van sintiendo el miedo natural de alejarse del suelo, aunque, en contrapartida, observan detalles del singular panorama, como las decenas de toldos azules y anaranjados donde trabajan amautas que leen el futuro con coca o cartas y dan solución a múltiples problemas. En el ascenso también se siente el aroma a sahumerio con el que trabajan estos adivinos.
Ya desde lo alto del faro, se observan las coloridas torres de las iglesias que ayudó a construir el sacerdote Sebastián Obermaier y algunas construcciones que demuestran el desarrollo de la urbe alteña. Del lado de la Cordillera Real, el Illimani, el Mururata, el Chacaltaya y el Huayna Potosí parecen ser los cancerberos de la hoyada donde moran los edificios y casas de la sede de gobierno. En cuanto Marco supera los escalones, se detiene a ver el panorama y la distancia que hay con el suelo. Es el momento en que siente inquietud y empieza a preguntar a Daniel sobre los detalles de la seguridad para la práctica del rapel. Así como lo hace con todos los aventureros que llegan al Faro Murillo, para tranquilizar al novel rapelista, Daniel le explica que la soga puede soportar hasta tres toneladas de peso, los mosquetones resisten otras dos y los cascos son garantizados, con homologación de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo (UIAA) de Europa.
Según Diego, el nerviosismo que experimenta Marco es normal, pues desde que se sube la escalera y se ve hacia los costados se siente vértigo. “Los primeros dos metros son donde todos tienen miedo, incluyendo los guías, pero después, al saber que están seguros, empiezan a disfrutar del recorrido”. Daniel afirma que hace tres años no hubiera llevado a cabo esta práctica, debido a que sentía el miedo natural a las alturas. Es por ello que cuando descendió por primera vez lo hizo cerrando los ojos. Un detalle llamativo es que de todas las personas que se animan a descender desde la cúspide de la infraestructura verde y roja, mujeres son mayoría, mientras que los varones son quienes más desisten de culminar la proeza. “Si bien parece que las mujeres sienten más vértigo, son las que se deciden a hacerlo, mientras que el varón siente miedo y pone reparos. Ellas bajan gritando, pero lo hacen; mientras que el varón dice: no, no, me bajo nomás”.
Los ánimos y el reto de no sucumbir como los demás hacen que Marco se decida a cruzar la baranda y emprender el deslizamiento. Es tal vez uno de los momentos más sensibles, pues la carga emocional es intensa, sujetado por dos cuerdas, una con la que el rapelista controla la bajada y la otra —llamada cuerda de vida— que regula el guía y que otorga más seguridad. En ese momento, la mente se centra en la mano izquierda que sujeta la soga, la derecha que sirve de apoyo, las piernas que deben estar rectas y separadas, y la vista fija en la superficie donde se puede apoyar los pies para sentir seguridad, pero Daniel anima al rapelista y éste supera el miedo.
En la mitad de la proeza se advierte la libertad de estar en el aire, con solo dos cuerdas que dan seguridad a quien cuelga. Desde ese lugar, suspendido en la nada, se observa un panorama distinto de El Alto, La Paz y los cerros, como tener un lugar único para presenciar el panorama.
La sensación es tan profunda, que los requisitos principales son no tener vértigo ni problemas cardiacos. “Ha habido casos en los que las personas no han sido sinceras con nosotros. Se daban cuenta de que tenían vértigo cuando estaban encima de la torre, y es muy complicado bajarles, porque comienzan a temblar y a desesperarse”, recuerda Diego.
Tras cinco minutos que son una eternidad, Marco llega al piso de la plazuela, donde, después de recibir la felicitación de sus acompañantes, muestra la sonrisa de alivio y de orgullo por haber vencido al miedo. Sabe que difícilmente repetirá la experiencia. Y vuelve a insistir por las fotos.
Inició con Alejandro Magno
Los antecedentes de esta disciplina se encuentran en libros de historia militar, que dan cuenta de que los ejércitos de Alejandro Magno usaban cuerdas para ascender y descender montañas.
En relatos y documentos más recientes se documentó que los habitantes cercanos a los Alpes suizos escalaban las montañas en busca de hongos en invierno y de bayas en verano. Al que practicaba esta acción se le llamó alpinista. Fueron precisamente los campesinos del norte de Francia quienes empezaron a utilizar la palabra rappel para describir la acción de bajar por empinadas colinas a colectar alimentos. Inicialmente se utilizó la técnica de rappel de cuerpo, que consistía en dos técnicas o formas: rappel commicci o rappel de manos, que consiste en colocar una cuerda en dobleces a través de los brazos, y rappel dolfer, que fue una introducción hecha a la anterior técnica por el austriaco Karl Dolfer, quien lo modificó al pasar la cuerda en medio de las piernas. Con esta técnica se podía descender una mayor distancia y con mayor seguridad. Para los años 30 se introdujo la confección de sillines, específicamente en los Alpes suizos; sin embargo, la mayor contribución a las técnicas de rappel y escalada fue hecha con la aparición en el siglo XX de la Unión Internacional de Alpinistas Asociados, quienes por medio de compañías como CMC, PMI y PETZL crearon diferentes equipos para mejorar esta actividad.
El origen del rapel como tal se le atribuye a Jean Esteril Charlet, un guía de Chamonix-Mont-Blanc (Francia) que vivió entre 1840 y 1925. Él creó la técnica básica en 1876, en un intento fallido por descender el Petit Dru en los Alpes, hasta que tres años después perfeccionó su método de rappeling y bajó de manera exitosa la montaña.
Algunos consejos para la práctica del rapel
También conocido como escalada, el rapel se practica sobre superficies verticales, que consiste en descender por una pared empinada con el apoyo de cuerdas especiales.
Para experimentar y disfrutar la sensación de estar a una altura considerable es necesario tomar ciertos consejos, como llevar ropa cómoda, preferentemente que no sea de nailon, porque el roce con la cuerda puede calentar en demasía alguna parte del cuerpo. Se debe tener precaución con el pelo o barba largo, debido a que por efecto del viento se puede enredar en el descenso, según el libro Consejos para practicar rapel, de Aarón Covarrubias.
En esta disciplina es esencial el uso de guantes, puesto que si se descendiera muy rápido, el roce de la cuerda puede quemar las manos.
Antes de ponerse el arnés es necesario verificar su buen estado y ceñirlo fuerte a la cintura. Con un arnés flojo, ante una posible caída, resbalón o vuelta sin querer, se corre el riesgo de salir de la cuerda y caer.
El caso también es imprescindible para descender, en especial cuando existe el riesgo de chocar contra una pared y caer sobre un piso sólido.
En cuanto a los errores comunes en la práctica de esta disciplina, no se tiene que armar cuerdas ni mosquetones artesanales.
Paquetes para bajar desde el Faro Murillo
La empresa estatal Boliviana de Turismo (Boltur) ofrece el paquete Saraqaña – Rapel Urbano.
Beneficios: Transporte, guía y equipos.
Precio: Bolivianos: Bs 72-extranjeros: Bs 83
Contactos: 901 10 5296, www.boltur.gob.bo, Plaza Murillo 551
Fecha: 19 de marzo
(Incluye la visita al Museo Antonio Paredes)
La Asociación Boliviana de Agencias de Turismo Receptivo (Abatur) también pone a disposición esta experiencia en la ciudad de El Alto.
Beneficios: Transporte, guía y equipos.
Precio: Bolivianos: Bs 170-Extranjeros: Bs 250
Contactos: 2312574 y 2340053, [email protected]
Calle Sagárnaga 242