Nikopol en concierto
Imagen: Nikopol
Nikopol
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El músico Nicolás Suárez comparte su camino por el blues, que festejará en el teatro Nuna.
La música ha sido siempre mi excusa para ser feliz. Desde muy niño he tenido contacto con instrumentos musicales que hacía sonar, instrumentos que investigaba para encontrar, según yo, su mejor forma de expresión. Al principio era una melódica, muy cercana a la armónica, pero con teclas pequeñas. Seguí con los instrumentos de percusión que despertaban en mí una curiosidad imparable. Luego vendría el piano y los teclados en general, para envolverme finalmente en el encanto de los instrumentos autóctonos bolivianos.
Pero no fue solo la tímbrica mi única inquietud, tambien estaban la forma, el fondo y la manera. Qué era el tango, cómo se tocaba la cueca, cómo se bailaba el huayño, cómo se organizan las bandas, por qué tantas personas en una orquesta sinfónica. De tanto pensar y escuchar llegué a una de mis primeras conclusiones: El canto es el mayor vehículo para alcanzar el cielo y los mejores cantantes son definitivamente arcángeles que cayeron a la tierra para hacernos saborear lo divino.
Bueno, en todo caso, esta es una pequeña introducción para contarles de dónde viene mi afición al blues, que es uno de los temas principales de esta charla. Soy un cultor del rock, eso lo saben muchos, y he tratado de emular a todos los tecladistas y/o pianistas de este género que he podido, algunos más fáciles de alcanzar que otros, unos difíciles pero alcanzables; otros, los definitivamente imposibles, aquellos que se desvanecen en tus manos justo cuando estás a punto de descubrirlos, a esos no pude interpretar. Sin embargo me he dado el gusto de tocarlos a algunos, soy de la línea de Ken Hensley, Jon Lord, Greg Roly, Keith Emerson, Ray Manzarek; he montado obras completas de Uriah Heep, ELP, Doors, Journey, Toto, Clapton y, por supuesto, he vivido por completo a Wara tocando con ellos durante 11 años continuos. De todos ellos he aprendido los miles de secretos que guardo celosamente en mi minibiblioteca que está dentro de una biblioteca.

Pero el blues no estaba en mis planes, no formaba parte de mi perspectiva, no soñaba con él; hasta podría decir que entró tangencialmente en mi vida, un poco a la fuerza, un poco sin darme cuenta. Aunque ya sabía algo de la historia de este fascinante género, nunca había tocado blues hasta que me lo presentaron y propusieron los Climax (grupo fundamental en la historia del rock boliviano, con quienes toqué durante un corto tiempo). Pero como entrenamiento, como ejercicio, como kalistenia, pues al inicio del ensayo dábamos muchas vueltas a la estructura básica del blues intercalando solos de la guitarra, el órgano, el canto (que se inventaba Javier), a veces hasta había solos de batería. Después de esta larga sesión de jam en blues (pues podia durar horas), ya estábamos listos para comenzar el ensayo, con piezas un poco mas racionales que el instintivo blues. Muy posteriormente me enteré de que esta práctica era utilizada por importantes grupos de rock como Led Zeppelin, Ten Years After y Wara, entre otros.
Una segunda experiencia fué cuando tocaba el piano en la Big Band La Paz y dentro de nuestro repertorio teníamos lo más clásico del blues. Esa época fue fundamental para aprender las miles de variaciones de este género, los miles de disfraces que utilizaba el blues para ser interpretado, sus diferentes caras y facetas: en swing, en pop, en funk, en rock. Hasta tocamos Escaleras al cielo en un bello arreglo, un blues perfecto. Mi tercera y penultima experiencia en el blues fue cuando toqué por unos buenos años con GoGo Blues, con mi amigo y hermano Gonzalo Gómez, quien me abrió las puertas del grupo y me dejó ser (al puro estilo Let it be). Ahí aproveché mi experiencia en la Big Band y vacié todo mi conocimiento en sus canciones. Gonzalo me dijo: “si te gusta, te quedas…” Y me quedé, aunque no por mucho tiempo. Él mismo me hizo volar por mi cuenta. En uno de los ensayos me propuso que componga blues, y yo, entusiasta como estaba, le presenté como 16 canciones, de las cuales escogió cuatro para ponerlas en el CD que grabamos y se tituló Hoy. Era una época tormentosa, cortavenocienta, un poco telenovelesca, la que estaba viviendo en ese momento y decidí vaciarla en canciones que contaban mi vida en diferentes circunstancias y aquí llego a mi segunda conclusión: En el blues puedes contar tu vida, pero no necesariamente textual, puedes agregarle algo de ficción, mucho de imaginación, grandes cantidades de sorpresas que no están en el original, puedes distorcionarla a morir, todo por el bien de la música. Y así lo hice y me dio resultado.

Como compositor e intérprete boliviano, y es necesario acá recalcar mi origen, no he vivido el blues histórico, el de los cánticos de trabajo, el de los llantos y quejas, el de las historias de abandono y separación de familias, al menos así como lo cantan esas maravillosas bandas donde se funden canto, guitarra y armónica en un solo grito de protesta, de impotencia y tristeza. Para hacer blues he tenido que sacudirme y ubicarme, reconocerme e identificarme, y kaikearme sanamente, como lo hacen los buenos khaluyos, pero claro, en mi idioma, con mi verdad cargada y con mi propia experiencia vivida. Así que digo en La voz, uno de mis blues, que quiero ser yo esa honda voz que te dibuje la razón, o en el Blues Mayor, corre el tiempo por tus venas, si te atrasas corre más y más, y si te alcanzan todas tus penas, ya no das más, vives apenas, convocá a tus amigos a una farra professional para vivir el Blues Mayor, o en Bailecito para Valeria, donde ingenuamente digo que soy un oso guerrero de algodón, vengo a reconquistar tu corazón, para casi gritar en Itakaque Blues, vámonos, vámonos para siempre.
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Como dice una de mis canciones: Cada mañana me dejo sorprender, pero con audiciones que me llevan por los cuatro puntos cardinales del mundo, y no es que precisamente escuche música nueva todo el rato, puede ser cualquier tema o sinfonía que, a pesar de haberla oído con anterioridad, me suena nueva en una segunda, tercera o quinta audición. Y de pronto descubro en uno de mis luminosos sueños como una penúltima conclusion que: El bailecito habia sido un blues, y que la entrada de Oruro es el mayor Festival de Rock que tenemos en Bolivia. Esta visión me hace encarar la música, en mi cuarto, donde desde mi ventana puedo ver desiertos y dunas. Jukumaris y ballenas.
El viernes 9 de junio, a las 19.30, con la Banda Nikopol, integrada por Vic Carpio (bajo), Fabbat Nava (batería), Chubi Gonzales (voz) y su servidor ( piano y Hammond) presentaremos un concierto maravilloso en el teatro Nuna (21 de Calacoto, parada del PumaKatari), conmemorando los 10 años del CD Blues en las rockas, nuestro primer testimonio de vida. Nos acompañarán maravillosas cantantes como Emma Junaro, Vero Pérez y Mimi Arakaki; guitarristas como Gonzalo Gomez y Juampi Barboa, y virtuosos metales y vientos andinos. Vengan, queridos miskis, vivamos juntos el blues.

Texto: Nicolás Suárez
Fotos: Nikopol