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La Sucre profunda/ morena de Fabricio Callapa

/ 30 de julio de 2023 / 06:55

Fabricio Callapa es una de las nuevas/potentes voces narrativas de Sucre. Retrata en sus relatos y poemas la cara profunda y morena de la capital.

Silvio Fabricio Callapa Ramírez es un escritor de Sucre. Sus padres (de Oruro y Potosí) fueron migrantes en la Argentina donde “Fabri” (como es conocido entre sus amigos) estudió la primaria. Callapa hizo la secundaria en el Junín de Sucre, “un colegio fiscal que durante una época te enseñaba francés como lengua originaria”. Creció escuchando el “nu metal” de los 2000, leyendo libros prestados de la mítica Biblioteca Pachamama, viendo “animés” y jugando videojuegos en consolas o “fichines”. Así “descubrió” el mundo y aprendió a valorar sus raíces, a respetar/admirar a sus ancestros y sus culturas.

“Fa” saltó a la “fama” hace dos años al ingresar la pre-lista de la revista inglesa Granta sobre “los mejores narradores jóvenes en español”. Hacer parte de esa prestigiosa selección junto al paceño Gabriel Mamani Magne no sirvió de mucho. O por decirlo más directamente, no sirvió de nada.

Vivir (y escribir) en Sucre (lejos del eje troncal La Paz-Cochabamba-Santa Cruz) es llorar, parafraseando a Larra. Entrar al “canon” literario boliviano desde los márgenes es misión imposible. Es como querer trascender las fronteras del país, sin tener agente literario. Doble misión imposible.

El libro que publica en 2018 en la editorial sucrense Pasanaku (en la que colabora) pasa desapercibido a pesar de contener siete potentes/frescos relatos. Se llama El fin de los días que conocimos. Este año la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia publicará Una chica de amarillo Pikachu (segundo lugar en la categoría cuento del séptimo concurso “Letras e Imagénes de Nuevo Tiempo 2022” de la FCBCB). O eso han prometido.

Callapa publicó en 2013 un poemario (Next-Gen, junto a Japhet Rivas Lavadenz); participó en la fundación de la editorial Pasanaku; colaboró con la Radio/Red de la Diversidad, la Wayna Tambo; hizo la revista/fanzine Lluvia Inversa de narrativa fantástica; y es militante de la editorial “cartonera” de la capital (4C-4 Nombres Cartonera, junto al poeta Christian Avilés) donde ha reeditado su primer libro de cuentos Ahora que el espejo ya no recuerda mi forma (con nuevo título: Años que reúnen instantes, presentado en el III Festival del Libro Cartonero 2023 de Lima, Perú). Formó parte de la antología Pan para rato: nueva narrativa sucrense publicada en el suplemento Puño y Letra del periódico El Correo del Sur. Participó en dos Festivales Interculturales Contra el Racismo y estudió en la Normal Mariscal Sucre para ser profesor.

Callapa en la presentación de su libro en la III Feria del Libro Cartonero de Lima, Perú, junto a Cristian Avilés.
Callapa en la presentación de su libro en la III Feria del Libro Cartonero de Lima, Perú, junto a Cristian Avilés.

Estamos delante de una voz literaria intrépida, ilusionante; una voz que nos trae el rostro moreno y profundo de Sucre, una ciudad estigmatizada por su rancia/racista oligarquía. Esta entrevista es un viaje por la ciudad blanca y sus rincones oscuros. Otra capital es posible.

— Hace dos años fuiste seleccionado en la pre-lista de “Los mejores narradores jóvenes en español” de la revista inglesa Granta que elige a 25 narradores menores de 35 años en lengua castellana. ¿Qué supuso aparecer ahí?

— Recuerdo que fue el escritor Gabriel Mamani Magne quien me mostró una captura de la introducción al libro de Granta. Allí, en las últimas oraciones de un párrafo, estaba su nombre mencionando algo así como que él narraba acerca de los bolivianos migrantes en Brasil y, despuesito, había un tal Fabricio “Calalpa” y una descripción de las historias. Estuve escéptico por el apellido, aunque Gabriel me dijo: “No mames, viejo. ¿Quién más va a ser?” Me puse feliz y lo compartí con mi novia en un mensaje al celu. Como hubo un error en mi apellido no hubo mucha repercusión, salvo en quienes tuve la oportunidad de conocer en persona y amigos cercanos que me expresaron su alegría. Yo sentí la noticia como un mensaje personal, uno que te dice: “lo estás haciendo bien, pero siempre hay más por seguir”. Cuando envié la postulación fue con 1% de posibilidades y 99% de fe, como en el meme, así que aparecer mencionado fue como un guiño de esos tipos super importantes del mundillo literario y editorial que no te imaginas leyendo tu obra. Tengo que agradecer al escritor Saul Montaño que me envió el enlace de la convocatoria.

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— Hubo un error a la hora de poner tu apellido y trataste de solucionar el “error”.

— Busqué a la autora de la introducción, Valerie Miles, la agregué al Facebook y le escribí un mensaje privado, quizás demasiado timorato y confuso, y me dejó en visto. Compartí en mi muro la introducción que había colgada en la página de Granta, con un post breve, y me dio un “like”. Fin.

— ¿Es la ciudad de Sucre un personaje más en tu obra?

— Hace poco salió un estudio respecto a las poéticas de la ciudad, escrito por Alex Salinas. Toma de referencia a tres autores: Marof, Teixidó y Pacheco, y busca la representación simbólica de la ciudad en sus obras. Es interesante la pretensión de la literatura boliviana de querer caracterizar a sus ciudades. Se podría caer en el riesgo de dotarla de una visión reduccionista y hasta opresiva para nuevas búsquedas, aunque este no creo que sea el caso. Cada autor absorbe a su ciudad y la narra desde su imaginación, no creo que la ciudad sea un personaje en lo que escribo, pero sí estoy seguro de que a veces me supera y queda latente en el subsuelo de la obra.

— El libro que te llevó a esa lista es El fin de los días que conocimos (agosto, 2018), editorial Pasanaku. ¿Retratas en esos cuentos la otra cara de la capital?

— No creo que esté narrando otra Sucre, sino más bien una parte de la ciudad que me ha tocado vivir. Aunque no es el centro de mi obra, pienso que abrazar lo que a uno lo ha hecho es fundamental y esto permea los recovecos de cualquier trabajo artístico, por más que pretendas borrar la geografía de tu escritura.

Hace dos décadas inicié una búsqueda conmigo mismo que me llevó a pensar en mis orígenes, aceptar la persona que me han hecho y dejé hacerme, y eso se fue filtrando en lo que escribo. Pienso que hay una Sucre aún más profunda de la que parecen mostrar los relatos de mis libros.

— ¿Cómo se construye y visibiliza desde la literatura, el teatro y el cine ese otro rostro (negado) de esa Sucre morena?

— Creo que solo haciendo obra estos temas pueden ser visibilizados y puestos en discusión, al menos desde el arte o la producción intelectual. Pienso en trabajos como Retrato de ciudad con calavera en la mano de Máximo Pacheco Balanza, Mirando al espejo de Omar Alarcón o Nos reservamos el derecho de Admisión de Pablo Barriga. En la obra de Máximo se puede ver esa dualidad de la ciudad, la cara migrante de Sucre que viene desde derroteros rurales, pero con una tremenda fuerza de voluntad y ganas, en contraposición de aquella ciudad quieta con rasgos de abulia y represión. En cuanto a la obra de Omar, es un audiovisual en el que visita a la abuela, como una especie de encontrarse con la figura del ancestro, reconocer la parte indígena que ese colonialismo promovido de forma consciente de las instituciones o la misma cotidianidad ha puesto como inferior o algo a superar.

Finalmente, el trabajo de Pablo Barriga es una investigación etnográfica que indaga los modos de relacionamiento de las clases altas, ya sea desde la elección del preescolar hasta las estrategias de cortejo de parejas y la formación de familias, muchos de los resultados exponen ciertas valoraciones y gestos que, en apariencia inocentes, develan formas de pensamiento cuestionables. También pienso en la posición discursiva de grupos como La Logia, cuyas letras reivindican lo indígena y lo migrante.

En cine hay colectivos de gestión colaborativa como el Cluster Audiovisual que ahora trabaja proyectos con gente del interior y exterior del país. Y “El Cuarto Desordenado”, que se halla produciendo un par de cortometrajes de la ficción. Tenemos clubes de cine como el Teixidó, dirigido por Alejandro Pereyra o el Cineclubcito de Diego Mondaca. Después hay realizadores independientes como el ya mencionado Omar Alarcón o Pablo Barriga, que trabajan en los límites del documental. La escena en el teatro es más amplia, pero no estoy muy familiarizado, desde los elencos del Teatro de los Andes, El Teatro Animal, Bubulú, Carcunda, Río Abajo o también las Sinchi Imillas, que están surgiendo.

— Has tocado en tu obra el género con textos que te acercan a la ciencia ficción, al terror más cotidiano, al realismo más sucio, al animé y al lenguaje del videojuego con “Declaratoria de un lamedor de cuerpos”. ¿Cómo/para qué aprovechas estos géneros?

— Alguna vez le dije a un amigo que no solo éramos influenciados por las lecturas, sino en general por todos los consumos culturales que hicimos a lo largo de nuestras vidas. Ciertas lógicas del videojuego, la música, el cine, la impronta insólita para el occidental de los “animés” y ese despelote que es vivir en un país como Bolivia conforman un “ch’enko”, una mezcla de formas notorias o a veces sugeridas al crear.

Allá por los 2010, con Japhet Rivas, escribimos un poemario pensando en videojuegos, tecnología y vida cotidiana. Entonces nuestros poemas iban dirigidos a los programadores de juegos alucinados o a la dificultad que supone acceder a consolas de precios inaccesibles mientras uno se antojaba con tenerlas en sus manos.

Me interesaba aquel mundo como temática, pero también como vía expresiva. Todo eso puede sonar sacado de los pelos, pero pienso en el poema de Shinkichi Takahashi: “No tomo tus palabras/ simplemente como palabras. / Lejos de ahí. / Escucho/a qué te hace hablar/ —sea lo que sea— / y yo escucho.” Ese “a qué” me parece clave.

En un cuento, que está en la red, me vi en el dilema de que la situación narrada sonaba tan inverosímil, dentro de la inverosimilitud general de la historia, que me animé a incluir el “cheatcode” del GTA, entre guiones como una acotación. Me pareció divertido.

Así como ocurrió con el cine, los videojuegos, internet o cualquier innovación tecnológica, estas introducen nuevos derroteros en el lenguaje y nuestra misma concepción del mundo se ve influida por su implementación. Algunos amigos me comentan que algunos de mis cuentos los imaginan como el episodio de algún “animé”, además que siempre he querido escribir una novela que sea el equivalente a una serie de once o trece episodios.

La literatura, como una realidad paralela o cristalizada en la obra, se enriquece con estas formas discursivas y también pienso que las enriquece. Un ejemplo podrían ser las adaptaciones que hay en el “animé” Aoi Bungaku, de Studio Madhouse, que interpretan obras de la literatura japonesa como Indigno de ser humano de Dazai o El biombo del infierno de Akutagawa, o también la narrativa de juegos como Heavy Rain o cualquier otro juego actual y el “lore” que lo delimita.

— Se considera erróneamente que las nuevas generaciones están alejadas de lo político o incluso peor, que se acercan peligrosamente a posiciones de derecha o reaccionarias; sin tener la más mínima curiosidad (ya no digo pasión) por el país, por la realidad e incluso por la historia. Sin embargo, has abordado desde la literatura la Guerra del Chaco, que para muchos parece haber transcurrido hace siglos y el tema del “bullying”, por ejemplo.

— Me invitaron a una antología llamada Sed y Sangre con un cuento que abordara el conflicto bélico. Tenía parte de la historia en mi cabeza, pero la invitación me ayudó a otorgarle un tiempo y espacio específico. Escribir un cuento sobre una época distinta a la tuya requiere que te documentes para conseguir cierta fidelidad. Tiempo atrás me había emocionado Luis Toro Ramallo con su novela Chaco, así que pensé en la posibilidad de una historia que acontezca en la periferia de la guerra e imaginando alguna de esas historias que hubiesen quedado al margen de lo narrado, del discurso oficial.

Gracias a los consejos de Máximo Pacheco pude consultar algunas fuentes, desde lo literario y lo histórico. En esas lecturas me encontré el libro de cuentos Placer de Raúl Leytón que también me ayudó a visualizar los ánimos de la época. Lo político es algo que nos atraviesa y está presente en todo, ya sea desde la influencia que ejerce el Estado o nuestra propia cotidianidad. Hay una muestra de lo que son las relaciones de poder en cada detalle insospechado, en cada cosa que se dice o encubre. Ignorar aquello y decirse apolítico es no hacerse consciente de lo que uno hace. Aunque hay muchas personas felices así y otras que parecieran enloquecer en la búsqueda de un sentido o un por qué a todo.

– Tu cuento El fin de los días que conocimos habla de perros callejeros. Como lo hizo en su momento Wilmer Urrelo. ¿Dónde te sitúas en la joven literatura boliviana? Sucre ha sido en su momento tierra de buenas promesas literarias que se quedaron en nada como Miguel Ángel Gálvez, ganador con La caja mecánica en 2000 del Premio Nacional de Primera Novela de la editorial Nuevo Milenio.

— Creo que el situarme en algún dentro de la literatura boliviana corresponderá a la crítica. Me mata lo que señalas de Gálvez. Su libro ha sido tan rompedor en el contexto que se han creado muchas expectativas en torno a él y su próxima obra, incluso está a punto de volverse una leyenda dentro de las letras locales, al margen de que su novela ya es un clásico de culto. Todos aquellos que han buscado alguna obra de terror han quedado prendidos a La Caja Mecánica, así que esperamos su próxima novela, que de seguro será todo un universo.

— Forma partes de la escena alternativa de Sucre. ¿Pasan cosas en una ciudad que parece congelada en el mundo con sus paredes inmaculadamente blancas/vírgenes?

— No estoy seguro de ser parte de una escena. Ocupo más bien el lugar de espectador y a veces de colaborador, un personaje extra de lo que se hace en Sucre. Creo que hay un movimiento bastante disperso, que se aglutina en actividades de autogestión que no suelen apoyarse en la oficialidad.

Hace un año y medio, el “femzine” Layqaykuna, gestionó una gira de la “hip hopera” Sara Hebe por Bolivia, la organizaron a través del diálogo con los espacios y auspicios en las ciudades del eje y Sucre. Creo que fue la primera gira de un artista internacional después de la pandemia en Bolivia, y eso no es poca cosa.

Así también hay conciertos, presentaciones, ferias, lecturas, en espacios independientes que la luchan por hacerse de un espacio en medio de la indiferencia de la ciudad. Hay mucha creatividad y fuerza para hacer arte. Tenemos a los Nautilius, con un “metalcore” muy potente y a Inkazoulo, que debe ser de los traperos más versátiles del país, algunas de sus pistas tienen una onda muy Ghostemane. Los chicos de la editorial Pasanaku estamos preparando un taller de poesía y un nuevo libro.

Sucre es una ciudad cuyo ritmo y tranquilidad. Si estás con las condiciones materiales, te permite crear. Pero debe ser un infierno para que uno pretenda vivir de su trabajo artístico, es un remar a contracorriente. A veces estos proyectos se quedan en intenciones, en arranques desenfadados que no logran superar más allá de su aventón inicial. Pienso que falta el apoyo en formación, espacios y difusión para que estos movimientos no sean hechos aislados y temporales.

— ¿Qué estas escribiendo? ¿Dónde te ves dentro de 10 años?

— Trato de imponerme un ritmo de escritura, así que tengo un puñado de cuentos aún sin editar, muy distintos entre sí. Quiero seguir escribiendo, leer y conocer más. Sueño con escribir un libro que suene al Dog Man Star de Suede y otro que parezca sacado del universo de Texhnolyze. Ya tengo tarea para unos años más. Sé que suena infantil, ¿pero no es acaso la niñez el lugar desde donde nos hacemos?

— Los escritores bolivianos que trascienden nuestras fronteras tienen agente literario. ¿Es indispensable esa figura especialmente para nuestra desconocida literatura?

— Supongo que sí. No me siento en posición de juzgar. Pienso que todos los escritores que se dedican a la literatura necesitan sentir cierto apoyo que parecen brindar los agentes. Los caminos al mundo editorial son áridos, o al menos así se ven. Julio Ramón Ribeyro, en La Palabra del Mudo, escribe que son tantas las coincidencias que parecen alinearse en la gestación de un escritor, desde el mismo trabajo y talento, cualidades imprescindibles, y hasta cierta suerte de caer en el momento preciso y el entorno adecuado que te permita crecer y ser reconocido y hallado. Eso aplica para el presente. Ya en el futuro, solo el tiempo y los lectores suelen convertirse en los mejores jueces de una obra literaria.

— ¿Te preocupa que tu literatura tenga algo que decir en la famosa construcción de una identidad boliviana en nuestras letras?

— Aunque a veces ando muy ensimismado, me preocuparía más desconectarme, renegar de lo que soy y de donde vivo, creo que uno tiene que buscar ser fiel a uno mismo, honrar al ancestro, al lugar, y renovarlos, dotarles de una nueva vida.

Una ciudad/mundo bajo la alfombra

Fabricio Callapa es el espejo/reflejo literario de la mejor Bolivia. Sus relatos navegan en los márgenes, en las periferias, en los barrios; lejos de la academia, lejos incluso de las editoriales que no dejan de ser roscas que se miran el ombligo de clase.

Callapa usa el lenguaje de forma sublime con imágenes potentes, como sus personajes. Sin parafernalias, sin exotismos. Cuestiona. Callapa mira para otro lado. Callapa bebe de todo lado, sin prejuicios. Y no hace ascos a nada: tiene un poemario, dos libros de cuentos (espera por el tercero), funda editoriales, es “cartonero”. Escucha el nuevo metal, post-punk, hip hop y trap. No tiene barreras en los hemisferios de su cabeza. Lo mismo te clava un cuento sobre la Guerra del Chaco y sus héroes fracasados que se imagina una novela como si fuera episodios de un “animé” japonés. Lo mismo te habla de una banda de pop surcoreano que de la última película de su cuate Omar Alarcón con la “trans” más conocida de la capital, “Nikita”. Es fascinante, como su literatura. A ratos me parece que solo es un personaje de “animé” hecho en Chuquisaca.

Callapa me hace recuerdos al mejor Piñeiro, a los últimos cuentos del añorado “Alf” Cárdenas, a la literatura urbana del mejor Urrelo, a los relatos extraños del buen “Maxi” Barrientos. En su relato/monólogo interior Desencanto, un héroe de la Guerra del Chaco vuelve a Sucre para terminar “suicidado” en raras circunstancias. El punto de vista narrativo es de la mujer que lo espera, soporta, aguanta. Hasta que no puede/quiere más. Ahí pone la mirada Callapa: en los “tocados”, los “artilleros”, los olvidados, en las mujeres que sufrieron antes, durante y después de la guerra, estúpidas como todas.

La literatura de Callapa te saca de paseo por el lado salvaje de la vida. Por esos barrios que algunos ni se imaginan, que otros te aconsejan no caminar, ni de día ni de noche. Mosaico te lleva a las afueras de Sucre, a una chichería donde se detiene para coleccionar fotografías de borrachos, como si fueran los alumnos más destacados de su promoción, como si fuesen personajes que se merecen la mejor de las orlas. Los relatos y poemas de Callapa son la contra/cara de una ciudad tristemente famosa por sus salvajes actos de racismo asqueroso. Es la venganza de los humillados y ofendidos.

Amanecida pone de manifiesto la impunidad respecto a los asesinatos machistas desde el punto de vista de un hombre/policía “vengador”. El “bullying” es abordado en Cosas que ocurren mientras nadie mira el baño con un estilo  descarnado y directo, asceta por momentos. Ya sabe cómo se sienten sus primas.

Callapa es hincha de Chejov; como el ruso lo observa todo y como el maestro borra los ornamentos. Sabe que escribir es tachar. Que menos es más. Esa misma noche nos mete en una boda de varias noches, cual preste, escenario ideal para un robo. Su literatura tiene humor y poesía, es el lenguaje de las calles. Declaratoria de un lamedor de cuerpos es su versión más bizarra/retorcida, más cercana al género “weird”. Callapa es el mejor secreto guardado de la capital; es una buena noticia para nuestra literatura.

*Sus libros se pueden conseguir en La Paz: librería Subterránea (Av. 6 de Agosto # 556, Edificio Torres Ferrara. Local 7) y librería Prisma Infinito (Genaro Sanjinés # 541, entre Ingavi y Comercio); en El Alto: AMTA Café Cultural (Av. Juan Pablo II, frente al Colegio FAB); en Cochabamba: librería Electrodependiente (Av. Salamanca, Edificio Morales); en Santa Cruz: El Bagallero Ilustrado (https://bagalleroilustrado.com/); y en Sucre: la Libre-Ría (Dalence # 305) y librería La Rayuela (J.J. Perez # 331).

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

****

Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

También puede leer: Semilla, picantería boliviana: Sabores tradicionales para disfrutar en Achumani

Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

También puede leer: Lazos de vida

Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

También puede leer: Back to Black

Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

También puede leer: José Ballivián

El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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