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Juan Alvarez-Durán, aprender a mirar

/ 8 de octubre de 2023 / 06:50

Hablamos de cine, de imágenes, de racismo, de la Cinemateca, de La Paz y Santa Cruz con el cineasta a propósito del estreno de su última obra, ‘Maisman’

El cineasta, videasta y productor Juan Álvarez-Durán ha estrenado esta semana su última obra, Maisman. La última frase del cortometraje es: “¿por qué te has cambiado de apellido, papá?”. La pregunta es un disparo a quemarropa, como las oraciones de Lucho Espinal. El padre (interpretado por Freddy Chipana) no se apellida Blanco, es Mamani. La hija (una solvente Sasha Salaverry), que pregunta tras descubrirlo recién, dice llamarse ahora Mayra Mamani. 

Juan Álvarez-Durán (junto al guionista Gabriel Mamani Magne) no aporta ninguna respuesta. La respuesta es un fundido en negro y silencio. Ya lo dijo Jesús Urzagasti, somos el país del silencio. Y el país de los Mamanis (el 10% del pueblo boliviano se apellida así). La obra artística (comenzó haciendo videoarte) y cinematográfica de Álvarez-Durán no ha dejado de girar sobre la identidad, el racismo, el cine indigenista de los años 20 del siglo pasado, la memoria. Su otro “leit motiv” son el registro directo y los archivos, el apropio de las imágenes de ayer para contar cosas sobre el mañana. Esta charla con este autodidacta en cine tuvo lugar mirando la ciudad, de norte a sur, desde este a oeste, desde Killi Killi.

 — Comenzaste haciendo un trabajo audiovisual para la universidad que luego fue usado también para una videoinstalación sobre los miradores de La Paz. ¿Qué son estos espacios?

— La Paz es un lugar para mirar, cualquier recodo es una posibilidad para mirar, pero en la paradoja es también una ciudad en la que no queremos mirar. Grabar los miradores fue un descubrimiento, en Jacha Apacheta (Alto Munaypata) había una representación en tamaño natural de lo que es el Dios indio, hay una descripción en la Máscara de Piedra de Fernando Montes. Hoy es un fofo mirador con una imponente cruz cristiana. Hemos perdido los lugares para mirarnos adentro.

Sasha Salaverry son los protagonistas de 'Maisman'
Sasha Salaverry son los protagonistas de ‘Maisman’

— Toda tu obra tiene como principal anclaje el trabajo y el pensamiento crítico sobre la imagen en un mundo saturado por ella. 

— Es un posicionamiento político, las imágenes se toman mucho como la realidad, y somos poco predispuestos a dudar de lo que vemos. Me interesa trabajar esa posibilidad, hacerla evidente; la manipulación, el sesgo, el recorte. Entiendo el cine político como un reto para crear formas diferentes, y eso necesita partir desde una reflexión sobre la imagen, en un mundo que está plagado por la monoforma, como dice Watkins. Necesitamos aprender a mirar.

— Tus obras reflexionan sobre la identidad boliviana (irresuelta) y el racismo (tu último corto Maisman), sobre las escrituras indígenas aymaras/andinas (Nosotros los bárbaros). ¿Nos podemos mirar de nuevo viajando al fondo de nuestras culturas ancestrales? ¿Por qué necesitamos mirarnos por primera vez?

— Porque es una manera de reconocernos. Todos tenemos algo de indio, todos tenemos que aprender a equilibrar nuestro ser indio con la otra tradición que nos forma. Hace poco leí El Legado Indígena: de cómo los indios americanos transformaron el mundo, del antropólogo norteamericano Jack Waetherford. Y ves que nuestro presente es —en buena parte— gracias a los logros indígenas. 

En el cine necesitamos dialogar y reflexionar con sus manifestaciones tomando en cuenta que son instrumentos, herramientas que no hemos subordinado a su forma de entender el mundo. Si al igual que el tejido o la cerámica, dejando de lado el fetiche europeo por la escritura, haríamos video o cine, otra sería la manifestación, pero vamos décadas queriendo que nos cuenten sus penas. O para ganar reconocimiento, contar sus penas y avatares.

protagonistas de 'Maisman'.
Freddy Chipana protagonistas de ‘Maisman’.

— Hablando de combatir el cine boliviano miserabilista, paternalista, ¿qué te enseñó el rodaje de tu tercer largometraje Nosotros los bárbaros (2020) y esas comunidades aymaras que te miraban como “extraterrestre”? Decía Luis Brun en una crítica a esta tu penúltima película que “intentamos purgar la culpa de nuestros hipotéticos ancestros colonizadores, idealizando, reivindicando y rescatando una cultura que no terminamos de entender”. Y con una herramienta, el cine, en manos de una clase media-alta (Lucrecia Martel dixit).

— Aprendí mucho de todo el proceso. Escribí la crónica de todo lo que paso desde mi paso por Colquiri hasta poder poner en una película todo lo que había sentido y pensado en un principio sobre la búsqueda en el altiplano boliviano y chileno de un tipo de escritura desaparecido que se había investigado en los años 40 del siglo pasado. Un viaje para no encontrar nada. Tengo un texto que se llama Nosotros, los bárbaros: reverso de una película con aymaras, publicado en la Revista de Historia de la Universidad de los Andes, Mérida (Venezuela). Ahí digo: “El asumir que uno puede tomar una imagen que dé cuenta de la complejidad y diferencia, no perteneciendo a ese grupo social y con una interpretación y medios diferentes, presentarla como verdad me parece desleal, sentía que esa fascinación había creado toda una tradición engañosa y bastante rentable. Sanjinés está sobrevalorado”.

— Hay ciertos sectores de la sociedad que ven peligrar sus privilegios, que hablan con altavoces poderosos de “racismo a la inversa”. ¿Es una perversidad?

— El racismo a la inversa no existe. Los cambios sociales, el que las mayorías asuman un rol protagónico, son ley de vida. El racismo siempre ha sido un argumento de posicionamiento y diferenciación (Deborah Poole dixit). Lo perverso es que con un Estado que se autodenomina plurinacional no hayamos trabajado para crear condiciones sociales para valorar lo indígena. Que el idioma esté en la escuela pero no esté en tu cocina su conocimiento es perverso y dañino.

— Tu primer trabajo de videoarte fue Cosas que repito (2007) donde el sonido (una respiración en “primer plano”) juega un rol esencial. ¿Hacer cine/arte es como respirar para ti?

— Hacer cine, video, arte es mi vida. Cosas que repito fue mi respuesta a un momento álgido para saber si funcionaba. La respuesta —más bien— fue una beca al Talent Campus en Buenos Aires. Ahí pude encontrar un lugar de pares, un mundo del cual sigo aprendiendo y disfrutando, no sin penurias.

El cineasta Juan Álvarez- Durán.
El cineasta Juan Álvarez- Durán.

— El documental está viviendo desde hace años un momento intenso/clandestino dentro del cine boliviano, ajeno a las pantallas comerciales pero con mucha fuerza, con muchas ganas de decir/mostrar cosas. ¿Hacia dónde camina?

— Como todo país en conflicto siempre habrá documental de tipo cine directo, con nuestros pocos medios disponibles para proponer otras cosas. El formato periodístico es una vía posible. Creo que el documental boliviano va dando tumbos. Estamos muchos cineastas haciendo, pero el Estado no nos acompaña. La última propuesta que puse llegó a estar preseleccionada en el programa Ibermedia pero fue desechada acá por el Adecine, que solo apoya ficciones. Eso molesta y decepciona. Nos falta agremiarnos. Nos falta exigir que tengamos presencia en los cines, que tengamos mejor formación, que tengamos mejores propuestas, que tengamos la misma oportunidad de encontrarnos con el público.

— Eres un crítico del papel que juega la Cinemateca Boliviana como impulsora del cine nacional y repositorio del archivo nacional cinematográfico. Dime tres cosas que harías/cambiarías si estuviera en tu mano.

— Cambiaría la gestión del archivo: necesitamos que el Estado se haga cargo de su rol de cuidado y preservación del material fílmico y electromagnético. Dejemos de asignarle un rol protagónico a la mediocridad privada. Necesitamos ser activos en el cuidado y recuperación del material que se ha producido en el país, pero con un control social inteligente.

Necesitamos cambiar la manera en que entendemos el archivo. Seguimos en la lógica del museo. Hoy la Cinemateca es un galpón de latas, no tenemos un catálogo actualizado, un plan de restauración de corto, mediano y largo plazo. Tenemos instalaciones que se están cayendo a pedazos, una administración ignorante de temas específicos; si le preguntan la diferencia entre nitrato y acetato al responsable (si es que tienen uno), no sabrá responder. Así de mal estamos. 

Creo que la Cinemateca cumplió un rol importante —en sus inicios— de difusión de cine de calidad. Hoy ese rol está casi perdido. Reorientaría la función de exhibidor y difusor de cine alternativo; crearía una política de formación de públicos. Hoy, dadas sus limitaciones, la Cinemateca tiene que competir. Ahí hemos perdido todos.

Charla en el estreno del corto ‘Maisman’ en el Hotel Torino.
Charla en el estreno del corto ‘Maisman’ en el Hotel Torino.

— Hablas del cine como un arte total, como un arte que lo puede abarcar todo. Martín Boulocq también reivindica esa capacidad de confluencia entre pintura y cine o Kiro Russo con el sonido y la fotografía. ¿Qué te gusta más de esa totalidad del cine?

— Para mí, el cine tiene que ver más con la escultura que con otros artes, porque es la que hace posible crear otros lugares. Los espacios son algo que me interesa mucho. Habitar es una posibilidad que no solo permite la narración sino el color y el encuadre; el montaje y la rearticulación del espacio, eso me fascina. Sigo explorando esa relación.

— Estudiaste Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Andrés y has ejercido la crítica de cine. En un mundo dominado por las redes sociales y los “haters”, ¿qué papel deben jugar los medios y la crítica en el cine? ¿Está condenada a su desaparición como los dinosaurios? ¿Los críticos escribimos para nosotros mismos?

— La crítica es muy importante cuando es sincera, cuando es leal al cine. Lamentablemente en una sociedad poco dada a mirarse, criticar se toma como felonía. Entonces los críticos bajan su amor y optan por sobrevivir. Por eso tenemos muchos críticos que aman el poder y no el cine. Eso nos ha cobrado factura y por eso no hemos tenido un pensamiento propio sobre Jorge Sanjinés o sobre Jorge Ruiz. A ambos los hemos mitificado. Nuestras películas siguen siendo la veleidad de sus realizadores y después nos quejamos de la falta de público.

— Trabajas últimamente con imágenes de archivo (fuiste también el productor y asesor de montaje de Algo quema de Mauricio Ovando), ¿qué te aportan esas imágenes de antaño incluidas en otros contextos?

— El archivo es fascinante porque nos hace tener claro que hubo tiempo, las marcas del tiempo. Las formas de un pasado son interesantes para reflexionar sobre nuestra relación con el mundo, para tener profundidad en nuestra existencia. Cuidarlas y trabajar sobre ellas es algo que me parece importante. En consecuencia, me he formado; tengo un diplomado en Preservación y Restauración Fílmica.

— La producción es un gran problema, pero la exhibición no es menor. ¿Dónde muestras a los demás tus trabajos, más allá de festivales y en los resucitados cineclubes que nacen y mueren sin que nadie se entere? ¿Estamos condenados a ver todo en nuestras pequeñas pantallitas o en el Instagram de la soledad de nuestras burbujas?

El afiche del corto ‘Maisman’, con las actuaciones de Freddy Chipana y Sasha Salaverry
El afiche del corto ‘Maisman’, con las actuaciones de Freddy Chipana y Sasha Salaverry

— Tal vez estamos en un momento en que por lo menos tener presencia en las burbujas es importante, pero debemos tener claro que luchar por pantallas es algo que nos toca como realizadores, pero también el Estado debe regular. Es una lucha constante.

— En 2016 trabajaste un largometraje (Saldos) con Jorge Sierra sobre la imagen de Bolivia desde la identidad de Santa Cruz. ¿Qué aporta este diálogo de dos directores, uno paceño y el otro cruceño? ¿El cine puede ayudar a poner frente a frente a esas dos visiones de país que a menudo viven de espaldas?

— El cine es una herramienta potente para evidenciar que no somos tan diferentes. Santa Cruz está en un proceso de transformación. Tiene que entender que mucho de su crecimiento actual es gracias a la migración, que los discursos de Camacho son viejos y desechables, que los diálogos de mutuo conocimiento son importantes, que el respeto es fundamental para entender la diversidad, que podemos hacer muchas cosas conjuntamente.

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Maisman, tu última película presentada hace una semana en el Cine Club Jorge Ruiz en el Hotel Torino, nos habla sobre el abandono de los apellidos propios por otros ajenos, sobre las raíces. Tu “corto” termina con una pregunta frontal: ¿Por qué te has cambiado el apellido, papá? Y tu respuesta es el silencio. ¿Por qué?

— En un Estado que no trabaja profundamente sobre sus problemas, seguirá así por mucho tiempo. Quisiera que fuera una respuesta rabiosa de afirmación, pero hoy no hay nada más rabioso que el silencio.

— Un rasgo de tu cine (al margen de tus trabajos más experimentales) —junto a la teatralización buscada y las formas ensayísticas— es el juego de espejos, de dualidades de espacios, de falsos documentales, de alusiones/ilusiones citando uno de tus videoartes. ¿Qué te da ese juego, esas costuras visibles, esa simulación?

— Parafraseando a Deleuze en Potencia de lo falso, creo que desde que era muy niño me di cuenta de que todo era muy falso, por mi padre, por la religión, por la familia. Si bien estamos a merced de la posibilidad de la máquina para crear imágenes, más aún hoy con la inteligencia artificial, todo el tiempo estamos creando imágenes para nuestro entorno, exacerbado por las redes sociales. La pregunta es de todo lo que vemos, ¿qué es verdadero? Creo necesario, entonces, incidir en lo falso, quebrarlo por su misma naturaleza, explotarlo por su mismo mecanismo.

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: Ricardo Bajo y Juan Álvarez-Durán

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Cortinas absolutas: claves para ver Twin Peaks de David Lynch

La serie televisiva representa el testamento creativo de un autor que reflejó su particular visión del ocaso de una era.

/ 8 de febrero de 2025 / 21:56

David Lynch ya dejó este mundo, pero su obra está ahí, firme, brillando más y más con el pasar de los años. «Twin Peaks: The Return» (la temporada final de la serie, con 18 capítulos de una hora) no solo fue su último trabajo de gran envergadura en el ámbito audiovisual, sino que además fue su proyecto más ambicioso: en materia narrativa, en magnitud de producción, despliegue territorial, locaciones, elenco, efectos especiales, etc. La suma del todo constituye una obra monumental, con un presupuesto que un cineasta independiente y excéntrico como él probablemente no había conocido en sus proyectos anteriores.

Más allá del debate entre defensores y detractores de esta enorme empresa, cabe destacar el tremendo esfuerzo, pasión y entrega que denota cada plano, cada escena, cada capítulo, por parte de su(s) autor(es). Aquí, más que evaluar o ranquear «The Return» en la filmografía de Lynch, procuramos introducir ideas que permitan abrazar esta rareza de la televisión con una perspectiva contextualizada sobre su temática y su estética dentro de la trayectoria y la época que le tocó vivir a este coloso del séptimo arte.

1.         Naked Lynch o Lynch al desnudo: «Twin Peaks» es un fenómeno muy diferente a franquicias como «Star Wars» o «Avengers», excepto por el hecho de que constituye, de igual manera, un «universo extendido», y lo viene haciendo desde que salió la precuela «Fire Walk With Me», antes de que la idea se pusiera de moda. Con «The Return», este universo se expande y se consolida como un auténtico imperio del imaginario lynchiano. Así como hay fans de «Star Wars» que seguramente trataron de levantar piedras mediante la Fuerza, «Twin Peaks» también ha creado fans capaces de inhalar líneas blancas zigzagueantes con la esperanza de entrar a la Black Lodge. Se trata de un show de culto y un territorio donde las obsesiones de su creador se despliegan sin barreras: los dobles se triplican, las cortinas rojas se elevan hasta el infinito, el humo y las luces estroboscópicas invaden la mirada, y la noche impera desatando insospechadas criaturas. En «The Return», a diferencia de la debacle intergaláctica de la franquicia «Star Wars», vemos un cariño, un cuidado meticuloso por el devenir de los personajes que, 25 años después, nos siguen transmitiendo empatía: algunos con una trayectoria crudamente realista, digna de «The Wire» y otros, como se podrán imaginar, no tanto. En «Twin Peaks», con sus picos y sus valles, podemos sumergirnos en el mundo de un Lynch al desnudo: la honestidad y el riesgo que asume al adjudicarse semejante océano de fantasmas sin autocensura ni compromisos son dignos de un verdadero poeta.

2.         La pantalla fatal: Como fenómeno televisivo, «Twin Peaks» se adelanta al boom de las series y clausura el mismo 25 años más tarde, dibujando un arco que indica una era dorada de este medio que, quizás la generación X no lo tenía en mente, también había sido transitorio y efímero. La relación de Lynch con la televisión es compleja, marcada por un sentimiento de amor/odio –no olvidar que la primera acción de «Fire Walk With Me» es la bestial destrucción de un televisor, en consonancia con el sabor amargo que dejó a sus autores la injerencia de las cadenas sobre el guion y el aspecto creativo de la serie–. «The Return» no es solo un retorno al (ya) mitológico pueblo fronterizo sino también y, sobre todo, al medio televisivo; se trata casi de una revancha. En ese sentido, no se puede ignorar que este experimento plantea diálogos con varios proyectos del siglo XXI: «Mad Men» en cuanto al exquisito diseño de producción, «Breaking Bad» con respecto al retrato de la crueldad y la violencia, «Game of Thrones», al desplegar una telaraña narrativa diseminada en tiempos y espacios heterogéneos, «The Sopranos», por la mirada «humanista» y onírica del mundo del hampa, e incluso «Stranger Things» o «Dark» por su aproximación desenfadada a lo monstruoso y paranormal.

3.         El precio del multiverso: Hoy en día se ha banalizado la idea –cuán peligrosa para una sana vivencia del hecho narrativo– de los famosos multiversos. En lugar de usar esta hipótesis como un comodín para hurgar caprichosamente la relojería del relato, «resucitar» personajes a placer, «rehacer» el presente como si de un trámite se tratara, «The Return» plantea el altísimo costo de una ontología de esa calaña. Convengamos en que, si existieran tales multiversos, el precio que habría que pagar por osar adentrarse en ellos tiene que ser mayor aun que el sufrimiento que produce la fatalidad de la experiencia lineal e irreversible que conocemos: ¿quizás la ominosa consciencia de un sinsentido, de un vacío, de un absurdo (multi)universal donde todo y todos dan igual y, por ende, nada tiene valor? Lynch, a su manera, parece advertir del peligro de ese ardid narrativo, síntoma de un malestar axiológico en la sociedad que no es para tomar a la ligera.

4.         De Reagan a Trump, crónica de la pesadilla americana: Si «Blue Velvet» y las primeras temporadas de la serie en cuestión hablaban de una dualidad en la cultura estadounidense –por un lado, las amables casitas y jardines habitados por gente bondadosa y, por otro, el mal hormigueante acosando como una sombra–, el desarrollo posterior de la obra lynchiana escenifica una carretera hacia la perdición de un proyecto de sociedad que se va oscureciendo a velocidades vertiginosas. El Doctor Amp, influencer oriundo de Twin Peaks, encarna la indignación ante un sistema que empobrece, envilece, envenena, engaña, aliena y explota a las masas sonámbulas, mientras ese infame uno por ciento se sigue hinchando los bolsillos a costa de la desaparición de los valores y las bondades prometidas por la utopía reaganiana. Ese parece ser el pozo y esas las aguas puercas que resultaron del experimento neoliberal. Ahora, ¿nos tocará beberlas hasta el fondo y descender o seremos capaces de palearnos –mediante palas doradas– fuera de este charco de heces que nos tiene atrapados en la inmundicia existencial?

5.         Al otro lado de la cámara: Además de haber enlistado a una tropa de actores y actrices estelares en el cosmos de su cinematografía junto con nuevos y suculentos fichajes, David Lynch se desafía a sí mismo en su desempeño actoral y da la cara como nunca lo había hecho. Su personaje, Gordon Cole, funciona como una metáfora del propio creador que supervisa, recluta, protege y otorga misiones a sus subalternos con un fin superior que no es sino la obra misma, algo tan misterioso como una rosa azul.

6.         Hacer el humor con otro: El viaje del héroe fue y será siempre el núcleo de toda empresa narrativa. La epopeya triunfal y la tragedia desgarradora son los polos dentro de una gama de posibilidades que ofrece una estructura antropológica fundamental: la tendencia innata a contarnos historias. La crisis que se impone sobre la función heroica en la época que vivimos ya fue tratada de manera visionaria en la filmografía de Lynch –basta con analizar el proceso de los protagonistas que va desde «Blue Velvet» (1986) hasta «INLAND EMPIRE» (2006)– y hoy se hace patente en la sucesión de bodrios y aberraciones narrativas que Hollywood pare año tras año en un lento suicidio en tanto que faro del imaginario colectivo. Lynch, para dar cuenta de esta deriva del héroe viril –sin ceder a la «deconstrucción para opas» a lo Disney–, recurre al humor, a su humor: una receta que combina el absurdo kafkiano y esa cándida extrañeza de un Jacques Tati en un contexto marcado por la crueldad y la falta de humanidad. El experimento consolida la primera aproximación «seria» de Lynch a la comedia; el resultado es, como poco, desconcertante.

7.         Pinturas negras para el siglo XXI: El final de las grandes guerras trae, a primera vista, un nuevo amanecer, una oportunidad para reencaminar a la especie hacia valores más nobles y luminosos. Lastimosamente, la historia nos prueba una y otra vez que no es así, que ese embrión de una sociedad mejor viene fecundado por un mal latente y de proporciones inconmensurables. Así lo percibió el viejo Goya cuando fue testigo del fin de la carnicería napoleónica y pintó esa ominosa serie de imágenes lacerantes en las paredes de su quinta. En las pinturas negras, el aragonés plasma una sensación de sinsentido universal donde solo el mal parece tener agencia, donde lo heroico solo figura como caricatura deforme y burlesca. Seres contrahechos, sucios, menesterosos, bestiales, casi inhumanos se acumulan y se confunden entre sí en medio de una penumbra espeluznante. Asimismo, en el genocidio atómico llevado a cabo por EEUU con el fin de liquidar el pleito en 1945, Lynch parece descubrir la semilla de una era terminal para el sueño de la razón. El manejo de fuerzas cuánticas, dentro de su mitología personal, ha desencadenado una energía de la que la humanidad no tiene control, tanto en sus implicaciones físicas como espirituales. El famoso capítulo 8, el capítulo negro, da cuenta de esta visión con un nivel experimental inaudito, y añade el nombre de David Lynch en el equipo de los Goyas y los Kafkas; todos productores de una poética tremendamente pesimista sobre la aventura moderna… Una aventura cuyas consecuencias aún no conocemos pero que prometen sucesos de una dimensión insólita en la historia del planeta.

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Geronimo Sims representará a Bolivia en Viña del Mar 2025

El cantante se prepara para hacer historia en Viña del Mar 2025 como el primer boliviano en participar en la competencia internacional del festival.

/ 8 de febrero de 2025 / 21:32

En un hito histórico para la música boliviana, Geronimo Sims, un talentoso cantante de apenas 19 años, se prepara para representar a Bolivia en el prestigioso Festival de Viña del Mar 2025. Será la primera vez que el país participe en la competencia internacional del evento, y Sims, con su canción «Septiembre», busca no solo dejar huella en el escenario de la Quinta Vergara, sino también llevar el nombre de Bolivia a lo más alto del panorama musical latinoamericano.

En una entrevista exclusiva con Escape, de La Razón, Sims compartió su entusiasmo y dedicación hacia este proyecto, que marca un antes y un después en su carrera. «Ser el primer representante boliviano en la competencia internacional de Viña del Mar es muy lindo y un gran orgullo para mí», afirmó el joven artista, quien a sus 19 años ya ha logrado lo que muchos músicos sueñan en toda una vida.

Una vida de perseverancia

Geronimo Sims no es un recién llegado al mundo de la música. Desde los cinco años, comenzó a escribir canciones. A los 16 firmó un contrato con Sony Music, convirtiéndose en el primer artista boliviano de la nueva generación en hacerlo. «La música siempre ha sido lo más importante en mi vida», confesó Sims. «Es mi pasión, mi sueño, y siempre he tenido muy claro lo que quería hacer de mi vida».

Su determinación y talento lo llevaron a trabajar con productores de renombre internacional, como Arturo «Turra» Medina, ganador de un Grammy Latino y conocido por su trabajo con artistas como Carla Morrison, Natalia Lafourcade y Leonel García. Fue en Los Ángeles, en un estudio donde alguna vez grabó Michael Jackson, donde nació «Septiembre», la canción que lo llevará a Viña del Mar. «Es una canción muy llena de esperanza, con un toque de melancolía, pero que habla de reencontrarse», precisó Sims.

Audiovisual

Geronimo Sims en Viña del Mar

Geronimo Sims en Viña del Mar

Un show espectacular

Aunque su presentación en Viña del Mar será breve, por la modalidad del festival, Sims promete un espectáculo inolvidable. «Es un show espectacular el que estamos preparando», aseguró. «Desde lo visual, será una experiencia inmersiva, con pantallas y un cuerpo de baile profesional que se está preparando en Chile», detalló. El joven artista ha estado ensayando sin descanso desde que recibió la noticia de su participación en la cita musical. «No hemos parado ni un solo día con la preparación, baile, canto. Vamos a dar una presentación que lleve no solamente a Bolivia, sino que realmente lleve los valores de los bolivianos, como la perseverancia, el esfuerzo y el sacrificio».

La importancia del apoyo popular

Sims sabe que el apoyo de su país será crucial para su éxito en Viña del Mar. «Lo más importante va a ser la votación», explicó. «El voto del público cuenta como uno más entre los votos del jurado, así que es súper importante que la gente vote». Para asegurarse de que todos los bolivianos sepan cómo apoyarlo, el artista planea subir un tutorial en sus redes sociales con las instrucciones necesarias. «Lo más importante es estar unidos y mostrar que cuando los bolivianos nos unimos, hacemos cosas muy grandes».

Además de la votación, Sims está realizando una gira por los nueve departamentos de Bolivia antes de viajar a Chile. «La gira es gratuita, es para conectar con la gente, para que quienes no me conocen vayan a conocer mi música», dijo. Esta gira no solo es una oportunidad para promocionar su música, sino también para agradecer el apoyo que ha recibido de sus seguidores. «Cada día somos más, hay mucha gente que se suma, y siempre es súper lindo recibir el cariño de la gente».

Fusión de tradición y modernidad

Geronimo Sims define su estilo como pop, pero con una amplia gama de influencias que van desde el folclore tarijeño hasta el rock y las baladas. «Mi música es súper pop, pero me gusta experimentar y traer estilos que tal vez no son pop como tal, acercarlos más hacia el pop», explicó. «Me gusta muchísimo fusionar, combinar y todo, pero lo más importante es que tenemos un proyecto que busca hacer una cara nueva del pop latino».

El artista también destacó la importancia de su equipo en este proyecto. «No solamente soy yo, sino todos los que trabajan conmigo. Tenemos un proyecto hermoso que busca llevar a Bolivia siempre hasta lo más alto, llevar a la música boliviana a lo más grande». Sims cree que Bolivia tiene mucho más que ofrecer al mundo musical más allá del folclore. «Tenemos una cultura súper linda y diversa, pero también tenemos talento y capacidad para competir en todos los géneros, en todas las áreas».

Un futuro prometedor

Con más de 3.2 millones de vistas en YouTube, 2.2 millones de seguidores en TikTok y una creciente base de fans en plataformas como Spotify, Geronimo Sims es un artista que se proyecta en América Latina. Su canción «Septiembre» ya ha alcanzado el número uno en varias listas de reproducción, y su colaboración con la artista boliviana Viudita Moderna, «Lágrimas», fue un éxito rotundo en Radio Disney Bolivia.

Además de su participación en Viña del Mar, Sims tiene grandes planes para 2025, incluyendo el lanzamiento de nuevas canciones y videos. «Se vienen muchas sorpresas», adelantó. «Más canciones, videos y otras novedades que podrán enterarse por todas mis redes y mi sitio web oficial».

Un mensaje de unidad y orgullo nacional

Geronimo Sims no solo va a Viña del Mar como un artista, sino como un representante de la cultura boliviana. «No soy el único boliviano que está yendo, también está Tupay por el lado de la competencia folclórica», recordó. «Los invito a todos a apoyarnos, vamos a dejar a Bolivia en alto, vamos a dejar el nombre de Bolivia en alto y la tricolor en alto».

Con su talento, dedicación y el apoyo de su país, Geronimo Sims está listo para conquistar Viña del Mar y, con ello, abrir nuevas puertas para la música boliviana en el escenario internacional. Como él mismo lo dijo: «Cuando los bolivianos nos unimos, hacemos cosas muy grandes». Y este 2025, en Viña del Mar, Bolivia tendrá la oportunidad de demostrar el punto.

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‘La Casa del Sur’, con las puertas abiertas

El nuevo largometraje de Carina Oroza Daroca y Ramiro Fierro, explora las heridas de la dictadura boliviana a través de la mirada íntima de dos generaciones de mujeres.

/ 8 de febrero de 2025 / 20:58

Contar desde lo local para llegar a lo universal. Esta máxima acompaña como un mantra a prácticamente todos los guionistas y contadores de historias del mundo, pero no siempre lo consiguen. En la Casa del Sur se logra el objetivo con creces. El filme de la directora boliviana Carina Oroza Daroca y el realizador boliviano colombiano Ramiro Fierro consigue llevar a la familia —en todos los sentidos, dentro y fuera del écram— al séptimo arte, hasta esa pasión por contar nuestras historias, por denunciar los horrores vividos en el país relatados desde el propio hogar y vivencia. Esta cinta es memoria, es coraje y es amor.

Estrenada el 6 de febrero en salas de Bolivia, La Casa del Sur es un largometraje de ficción, pero inspirado en una historia real. Es obra de la productora Banda Imagen, en coproducción con Kymo (Colombia), Filmosonido (Chile), Escorzo SRL y Cinearte (La Paz), distribuida en Bolivia por Londra Films P&D.

La cinta está ambientada en una hacienda en los valles de Concepción en Tarija, entre viñedos junto al río. Allí llega Ana (Piti Campos)—chef y reconocida bloguera de cocina— quien ha recibido la noticia del fallecimiento de su tía y desea vender el inmueble. Con ella llegan los recuerdos de un momento muy doloroso para la familia acaecido 25 años atrás: cuando Naty (Grisel Quiroga) y una joven Ana (Arwen Delaine) fueron acorraladas por una tropa de militares que buscaba guerrilleros en la región. Los uniformados acusaron a Naty de encubridora y la llevaron a la ciudad, dejando a la niña sola en la casona. Ante esto, Lu (Alejandra Lanza), afamada cantante y hermana de Naty, regresa a la hacienda  y se hace cargo de la crianza de Anita, mientras Suárez (Cristian Mercado), un militar inescrupuloso, y sus oficiales buscan alguna prueba.

Memoria. El viaje paralelo de Ana entre su presente estancado y un pasado que dejó heridas abiertas e imborrables se hace a través no solo de los sucesos, sino de toda una paleta sensorial: los sabores de ajíes, uvas y singanis; los paisajes de viñedos y de arboledas rebosantes de duraznos (en una fotografía impecable, austera y bucólica de Ernesto Fernandez); las melodías —entre alegres y melancólicas— de las canciones tradicionales en voces de las protagonistas y de las canciones de Melo Herrera, Andrés Herrera, Mauricio Motero y Alejandro Rivas Cotte; a través de las texturas de un mesón de cocina, testigo mudo de alegrías y de abominaciones, de recortes de diario viejos, de discos de vinilo descoloridos por el tiempo.

A diferencia de otros dramas que tocan el tema de las dictaduras desde la historia formal, esta cinta lo hace desde la mirada de dos generaciones de mujeres, desde el hogar. Es una mirada muy importante, pues, invisibilizadas, estereotipadas o instrumentalizadas en el trayecto del cine boliviano —con muy contadas y honrosas excepciones—, en este relato toman la palestra y reflejan la fuerza y carácter particular de cada personaje, así como se explora el conflicto y el encuentro en el seno de la familia. El sacrificio también está presente en el filme, la toma del cuerpo femenino como trofeo, así como la dignidad como única respuesta ante la vejación. En tiempos de fascistización del pensamiento, con gente que evoca la dictadura y cree que los avances en los derechos de las mujeres son una afrenta, este filme ofrece una sutil pero poderosa reflexión.

Coraje. La Casa del Sur no solo es una historia de valor y de reivindicación, de búsquedas personales y de reconcialición, sino que ha implicado un viaje largo por detrás de las pantallas. Con lo complicado que es financiar una película y con los embates de la pandemia, este ansiado estreno fue posible este año en un momento en que la producción lo veía cada vez lejano e improbable.

Con una historia paralela con sutiles transiciones para saltar entre épocas a través del color y referencias muy bien pensadas en el guion de Oroza Daroca, la cinta avanza calma pero segura, se toma su tiempo y sortea con éxito una estructura que podría parecer confusa en teoría, pero que en el producto final resulta muy sencilla de seguir y acompañar. La tensión de acompañar los momentos felices y de encuentro entre Ana y Lu en paisajes de ensueño mientras la desgracia las acecha como buitre con sigue tenerte al borde del asiento durante toda la cinta.

Las actuaciones entregadas y uniformes de todo el cast ayudan mucho en este resultado, con una Alejandra Lanza muy solvente y versátil que da la talla para mantener el duelo permanente con el militar encarnado por Cristian Mercado, que a pesar de ser un personaje más cliché y quizá el menos desarrollado, consigue lo que un antagonista añora: que se lo odie con fuerza. Arwen  Delaine y Piti Campos consiguen que podamos comprender esos dos lados de Ana, la niña y la adulta rota, y la acompañemos en el viaje. Por su parte, David Mondacca ofrece una actuación entrañable como el fiel y sincero cuidador de la tía.

Amor. Los lazos parentales, el arraigo al pago y a los tuyos, son el eje de película que habla de la familia, pero no solo en la pantalla. Se ha trabajado con un equipo técnico y artístico reducido que ha filmado en tiempo récord y cuya entrega a este trabajo se nota en cada detalle. Es impresionante cómo ese amor puede reflejarse, emanar desde las pantallas (lo que escribo no es muy formal o científico, pero quien ve la Casa del Sur, estoy más que seguro de que lo nota).

Por ello, entre los agradecimientos está también el correspondiente a la familia de la directora, la familia Daroca, sin la que filmar en esas locaciones hubiese sido imposible. Y ahí entra el último personaje de la cinta, no por ello menos importante: la casa. Porque una casa es más que los muros, es memoria, es familia, es aromas, es sonidos… es pertenencia. Y así nos la muestra Carina Oroza —desde lo local a lo universal—: nos abre las puertas de su hogar, de las historias y heridas familiares, de los sabores del sur, de sus canciones, y esta sincera invitación nos llega con facilidad al corazón. 

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Latitudes 2025: performance art y las identidades pluriversales

La capital cruceña se engalanó con el festival que celebra al cuerpo como vehículo de expresión artística.

/ 1 de febrero de 2025 / 22:07

La ciudad de Santa Cruz de la Sierra fue el epicentro del arte contemporáneo con la sexta edición del Festival Internacional de Performance Art Latitudes. El evento, que se desarrolló del 28 de enero al 1 de febrero, reunió a artistas locales, nacionales e internacionales para explorar temas de identidad, tradiciones y plurinacionalidad. Bajo la dirección curatorial del reconocido artista y gestor cultural Héctor Canonge, este encuentro se ha consolidado como un espacio de reflexión y diálogo sobre las prácticas somáticas y performativas en el contexto boliviano y global.

En diálogo en exclusiva con Escape, de La Razón, Canonge, fundador y curador de Latitudes, compartió detalles sobre la trayectoria del festival, su enfoque en esta edición y la importancia del performance art como disciplina artística. “Latitudes se creó hace más o menos seis años, después que yo había regresado a Bolivia”, relató el artista. “He vivido la mayor parte de mi vida en el exterior y regresé a Bolivia en 2012. Después de ese primer año de aclimatizarme, de hacer presentaciones como artista en diferentes ciudades, me reubiqué en Santa Cruz y comencé a trabajar como gestor independiente creando iniciativas de performance art”, añadió.

El festival, que inició con intervenciones públicas en plazas y espacios abiertos de la ciudad, ha evolucionado hasta convertirse en un referente internacional del performance art. “Incluso después de la pandemia hubo una edición virtual en línea que se llamó Latitudes Híbridas, porque todas las presentaciones fueron a través de Internet”, explicó Canonge. Este año, el festival regresa con fuerza, abordando el tema “Acciones Pluriversales”, en celebración del Bicentenario de Bolivia.

Performance art y reflexión

El performance art es una disciplina que desafía las convenciones del arte tradicional. Se origina en las vanguardias del siglo XX. Canonge explicó que “el performance art tiene sus orígenes en Europa, donde hubo una reacción contra el teatro burgués. Un grupo de artistas en Austria y Rusia comenzó a experimentar con formas de arte que no requerían un escenario tradicional ni un guión rígido”. Esta disciplina se caracteriza por su fluidez y su capacidad para evocar emociones y reflexiones en el público sin ofrecer una narrativa literal.

“El performance art no te está dando una narrativa literal, te da algo más evocativo, algo más para pensar”, señaló Canonge. “El cuerpo es el generador de las acciones, y esas acciones son la obra de arte. Es una obra de arte efímera, porque, si no la ves, te la perdiste”. Esta característica efímera y dinámica convierte al performance art en una herramienta poderosa para explorar temas complejos como la identidad y la plurinacionalidad.

“El arte del performance latinoamericano se diferencia del performance art de Europa o de Estados Unidos porque es muy político. En Latinoamérica es político, de activismo, de lucha contra la represión. En Chile y Argentina hubo grupos que lucharon contra las dictaduras. En Bolivia también hubo un pequeño grupo, pero no fue tan fuerte como para seguir adelante en los años 80 y 90. Se perdió muy rápidamente con la dictadura de los 70, donde había una represión muy fuerte”, aseveró el organizador.

Identidad y Bicentenario

En esta edición, Latitudes 2025 se enfoca en la construcción de la identidad boliviana. “Este año estamos con el tema que se relaciona con el Bicentenario de Bolivia y el tema de es ‘Acciones Pluriversales’, con la idea de explorar la identidad”, explicó Canonge. “Cómo los artistas se identifican acá en el país o cómo aquellos artistas bolivianos viviendo en el exterior están trabajando en performance y cómo la realizan allá en diferentes puntos del mundo y si llevan algo de Bolivia con ellos”.

El festival cuenta con la participación de artistas bolivianos y extranjeros que abordan estas temáticas desde diversas perspectivas. Entre los artistas nacionales presentes en Latitudes 2025 están Juan Pablo Calero Araoz, Monica Adriana Sanchez, Mariana Behoteguy Chávez y Randy Rojas. A nivel internacional, se puede citar a creadores como Ale Montiel (Argentina), Dimple B Shah (India), Adrian Leodan Morales Ramírez (México) y Marta Lodola (Italia), quienes exploran sus propias raíces y cómo estas se entrelazan con la identidad boliviana.

“Hay artistas de la India que están abordando este tipo de mestizajes con la presencia inglesa en la India, hay artistas de Grecia que exploran la identidad griega”, comentó Canonge. “El festival ha servido para provocar una reflexión sobre qué es lo que hace de un ser humano, en el caso de los bolivianos, qué es lo que hace un boliviano o boliviana, y en el caso de los otros artistas, con sus respectivas identidades”.

Un festival con proyección internacional

Latitudes no solo es un espacio para artistas bolivianos, sino también una plataforma que conecta a Bolivia con el mundo. “Este año principalmente hay un enfoque en artistas nacionales, ya sean locales del interior o artistas bolivianos viviendo en el exterior”, explicó Canonge. “Pero también hay invitados internacionales que están haciendo su propia aproximación a esta idea de la identidad, a esta idea de lo ancestral”.

El festival se realiza en tres importantes instituciones culturales de la capital cruceña: el Centro de la Cultura Plurinacional (CCP), el Museo de la Ciudad Altillo Beni (MAB) y la Alianza Francesa Santa Cruz (AFSCZ). Cada sede alberga performances en vivo, seminarios, talleres y conversatorios que invitan al público a sumergirse en el mundo del performance art.

El legado de Latitudes

Desde su creación en 2017, Latitudes ha logrado posicionarse como un referente en el circuito internacional del performance art. “Latitudes es el primer Festival Internacional de Performance Art de Santa Cruz de la Sierra, y el único en Bolivia”, afirmó Canonge. “Desde su creación, el festival ha logrado posicionarse exitosamente en el radar del performance art internacional”.

Además de su impacto artístico, el festival ha contribuido al desarrollo de una red de artistas bolivianos a través de Performance Art Bolivia (PABA), una plataforma creada por Canonge en 2022. “PABA es una plataforma dedicada a la creación, difusión y promoción de programas de arte de la performance en Bolivia”, explicó. “Es a través de eso también que se ha generado este año mucho interés sobre el desarrollo y la evolución del performance art en el país”.

Latitudes, más que un festival

Latitudes 2025 no es solo un encuentro de arte; es un espacio para la reflexión, el diálogo y la exploración de la identidad en un mundo cada vez más interconectado. A través de performances, talleres y conversatorios, el festival invita al público a cuestionarse sobre su propia identidad y cómo esta se construye en relación con el entorno y la historia.

“El performance art es más dinámico, más fluido”, concluyó Canonge. “El cuerpo es el sujeto de la creación artística, el cuerpo crea la obra, y al mismo tiempo ese cuerpo del artista se convierte en objeto de apreciación. Esa es la relación de la importancia de la corporeidad en el performance art”.

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Emilia Pérez: un debate sobre arte y responsabilidad política

La película nominada a 13 premios Oscar es centro de una intensa polémica al presentar una actriz transgénero.

/ 1 de febrero de 2025 / 21:35

La película Emilia Pérez, dirigida por el cineasta francés Jacques Audiard, se ha convertido en uno de los temas más polémicos de la temporada de premios de 2025. Nominada a 13 categorías en los premios de la Academia, incluyendo Mejor Película y Mejor Actriz para Karla Sofía Gascón, la cinta ha generado un intenso debate sobre representación cultural, identidad transgénero y la responsabilidad política del arte. Mientras algunos celebran su ambición y su enfoque en temas marginalizados, otros critican su falta de autenticidad y su posible refuerzo de estereotipos dañinos.

Emilia Pérez cuenta la historia de un líder narcotraficante mexicano que encuentra redención a través de una transición de género, interpretada por Karla Sofía Gascón, quien hizo historia al convertirse en la primera actriz transgénero nominada al Oscar. La película, un thriller musical operático, combina elementos de drama social, crítica al narcotráfico y una exploración de la identidad transgénero. Sin embargo, esta mezcla de géneros y temas ha sido tanto alabada como criticada.

Carol Gainsborg Rivas, filósofa y analista cultural, ofrece una perspectiva equilibrada sobre la controversia. «Hay distintos debates cruzados entre medios», señala. «Por un lado, tienes la discusión de si el arte tiene una responsabilidad política o no. Cuando tú haces arte, no estás buscando comunicar, estás buscando expresar solamente. Entonces, quien crea podría excusarse de la responsabilidad política de su trabajo».

Argumentos a favor

Los defensores de Emilia Pérez destacan la importancia de la visibilidad transgénero en Hollywood. Meryl Streep, una de las figuras más respetadas de la industria, elogió la película por su «narrativa audaz» y su representación de personajes complejos. «Películas como Emilia Pérez desafían las normas tradicionales de la narrativa y abren puertas para voces subrepresentadas en Hollywood», afirmó Streep.

Guillermo del Toro, otro defensor de la cinta, celebró la nominación de Gascón como un «momento histórico». «Esto refleja progreso en una industria que a menudo pasa por alto a las comunidades marginadas», dijo el director mexicano.

Karla Sofía Gascón, por su parte, ha sido una firme defensora de la película. En su discurso de aceptación en los Globos de Oro, declaró que «la luz siempre vence a la oscuridad», reforzando los temas de empoderamiento y resiliencia que la cinta busca transmitir. Gascón ha enfrentado las críticas de frente, argumentando que su papel no es solo un logro personal, sino una representación de «innumerables individuos transgénero que luchan por el reconocimiento y la dignidad».

Estereotipos y falta de autenticidad

Sin embargo, no todos están convencidos de que Emilia Pérez sea un paso adelante en la representación transgénero. GLAAD, una organización que aboga por la representación LGBTQ+ en los medios, describió la película como «un paso hacia atrás». A pesar de que Gascón es una actriz transgénero, la organización argumenta que la cinta perpetúa estereotipos dañinos en lugar de desafiarlos.

Carol Gainsborg también expresa preocupación por la forma en que la película aborda la identidad transgénero. «La trama habla de un narco que encuentra la redención en la cirugía y en la transición como trans, lo cual hace eco en esta lógica de que las personas de la diversidad están enfermas, y la única forma de salir es expiando culpas», explica. «Automáticamente se simplifica la respuesta de lo que ser trans representa y se plantea que ser trans solamente es a través de una cirugía, cuando en la población trans hay un montón que no pasa por el proceso hormonal, otros que pasan solo por el proceso hormonal y otros que finalmente deciden optar por métodos quirúrgicos».

Además, Gainsborg critica la falta de participación de personas trans en el proceso creativo. «Hay una actriz que es trans, lo cual es un logro importante, pero no hay una población trans en todo el proceso creativo. Y el mayor cuestionamiento está en relación a la trama, el guion, cuando además el desafío que se plantea el director es súper grande porque está tratando de combinar una película que hable de la crudeza del narcotráfico, la experiencia vital de una persona trans, y todo esto en un musical, lo que puede trivializar y convertir en puro espectáculo el contenido que él quiere presentar».

Representación cultural en Emilia Pérez

Otro punto de controversia es la representación de la cultura mexicana en la película. Muchos críticos han acusado a Audiard de ofrecer una visión superficial y estereotipada de México. Héctor Guillén, guionista mexicano, expresó su descontento en redes sociales. «Estás tomando uno de los temas más difíciles del país… es como si estuvieras jugando con una de las guerras más grandes del país desde la Revolución», dijo.

Audiard, por su parte, ha sido criticado por sus comentarios sobre el idioma español. En una entrevista, describió el español como «el lenguaje de países modestos, de países en desarrollo, de los pobres y los migrantes». Estas declaraciones fueron interpretadas como clasistas y despectivas, lo que generó una ola de indignación.

Gainsborg también cuestiona la capacidad de Audiard para representar una realidad que no es la suya. «Tienes un director etnocéntrico que se manda unas declaraciones en francés y dice que puede crear lo que a él le dé la gana, porque el francés es un idioma del primer mundo, pero el castellano es de países en desarrollo y limita su posibilidad. Ya te muestra probablemente no la mejor disposición para hablar de una realidad mexicana, que es lo mismo que se repite en relación a la población trans».

El papel de las redes sociales y la polarización

Las redes sociales han amplificado tanto el apoyo como las críticas hacia Emilia Pérez. Hashtags en apoyo a Gascón han sido trending junto a otros que critican la película, reflejando la polarización del discurso contemporáneo sobre representación y política de identidad.

En Estados Unidos se está discutiendo también la película en relación a la cultura woke y las demominadas guerras culturales. Sin embargo, la filósofa advierte sobre la simplificación del debate. «En lo woke hay muchas cosas también cuestionables. Que sea un enemigo fácil, un recurso simplista para Trump y todo el discurso conservador, claro, es en bandeja de plata. Pero me parece que es algo que se debe discutir, se debe observar más a profundidad para de verdad entender lo que este movimiento representa», sostiene.

Emilia Pérez: un debate necesario

Emilia Pérez es, sin duda, una película que ha generado un debate necesario sobre la representación de comunidades marginadas en el cine. Mientras algunos la ven como un paso adelante en la visibilidad transgénero, otros la critican por su falta de autenticidad y su posible refuerzo de estereotipos dañinos. Como concluye Gainsborg, «son muchos puntos que se tocan y puedes debatirlo desde la experiencia como experimento estético, como expresión artística, como acto político, como un acto político personal de redención del individuo y una muy peligrosa reducción de espectáculo».

En última instancia, Emilia Pérez sirve tanto como una celebración del progreso como un recordatorio de las complejidades involucradas en representar auténticamente a comunidades minoritarias en la pantalla grande. El debate en torno a la película subraya la necesidad de un enfoque más reflexivo en la narrativa cinematográfica.

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