Competitividad y tecnologías en la banca boliviana
El Informe de Competitividad Bancaria 2017, refleja que Bolivia está en el último lugar del ranking regional (3,3 puntos), por debajo de Nicaragua (3,5) y Ecuador (3,4), mientras que Panamá (7,2) y Chile (6,9) lideran la clasificación.
En el “Foro Banca Digital, Ciberseguridad y Regulación”, organizado en febrero por la Asociación de Bancos Privados de Bolivia (Asoban), conocimos que el sector financiero nacional tiene deficiencias en su competitividad con relación a la banca de otros países de Latinoamérica.
El Informe de Competitividad Bancaria 2017, elaborado por el gabinete ecuatoriano de investigación Corporación de Estudios para el Desarrollo y la Asociación de Bancos Privados del Ecuador, con el apoyo de la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, refleja que Bolivia está en el último lugar del ranking regional (3,3 puntos), por debajo de Nicaragua (3,5) y Ecuador (3,4), mientras que Panamá (7,2) y Chile (6,9) lideran la clasificación.
El Informe, de acuerdo con los reportes de prensa, evaluó entre otras cosas “el funcionamiento, fortalezas y debilidades de los sistemas bancarios de cada país, así como los entornos económicos, políticos, sociales y legales, además de condiciones específicas como bancarización, productividad y rivalidad”.
Bolivia, indica el estudio, tiene mayores carencias en aspectos como regulación, ambiente económico y comportamiento del sector fiscal, capital humano y empresarial, niveles de capital de los bancos, acceso a instituciones financieras y eficiencia de los mercados del rubro, número de cuentas bancarias y de cajeros automáticos, solidez de los bancos, liquidez y volatilidad de entornos, activos de bancos extranjeros, libertad financiera y poder de mercado.
Ante este panorama —a fin de no perder competitividad en la economía regional y global—, los banqueros están obligados a implementar iniciativas integrales y estructurales, en especial aquellas relacionadas con las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). Estas nuevas herramientas deben ser incorporadas en las operaciones y transacciones bancarias hasta llegar a la banca digital o móvil, exitosa por su bajo costo, por su cobertura y por su adopción por la generación millennial.
ENTORNO. Según la Ley 393 de Servicios Financieros (de agosto de 2013), el Estado —a través del Consejo de Estabilidad Financiera (CEF)— debe definir y ejecutar las políticas destinadas a orientar el funcionamiento del sistema financiero. Sin embargo, si bien actualizó la normativa de regulación del sistema financiero, la Ley 393 no contempla disposiciones que promuevan la competitividad bancaria, interpretándose que deja a los propios actores la adopción de medidas para este fin.
Por lo tanto, los bancos deben promover una política de competitividad financiera, porque una banca fuerte, amplia en cobertura y democrática, repercutirá en mayor dinamismo y respaldo a la economía y a los emprendimientos, como las startups por ejemplo. Esta política podría ser trabajada con los distintos actores públicos y privados, en el marco de las lineas de planificación de políticas públicas.
Las estrategias que se adopten deben integrar medidas de distinto orden y articularse en su conjunto. Uno de los pilares de esta estrategia debe ser la profundización del uso de las TIC en el sistema financiero hasta la transformación en banca digital, aunque es preciso considerar —como dijo Saadia Zahidi, directora del Centro para la Nueva Economía y Sociedad del WEF— que: la “Cuarta Revolución Industrial puede nivelar el campo de juego para todas las economías. Sin embargo, la tecnología no es una fórmula mágica por sí sola”. Por tanto, los banqueros bolivianos deben combinar tres factores: instituciones, infraestructura y habilidades (talento humano).
Entre algunas de las ideas asociadas a las tecnologías para mejorar la competitividad se pueden indicar siete.
Primero, profundizar una política de uso de TIC con la que los bancos redefinan sus modelos de negocios para ofrecer a los clientes una atención digital, con personalización de servicios mediante el uso de big data (análisis de datos masivos).
Segundo, adoptar políticas de formación y consolidación de talento humano especializado en TIC, en alianza con la academia y los sectores privados y públicos.
Tercero, promover alianzas entre la academia y la banca para desarrollo de investigación y desarrollo en proyectos y mercados financieros y en tecnología bancaria.
Cuarto, unificar y transformar sistemas y procesos para la personalización de servicios y la omnicanalidad de éstos. A través de los cluster (grupos de innovación financiera) podría promoverse políticas de automatización de procesos de los servicios financieros, con herramientas como Blockchain, las criptomonedas y otras.
Quinto, promover el desarrollo de fintech (firmas de tecnologías financieras) en alianza con la academia, el sector privado y el Estado. Las fintech, a largo plazo, se comen el mercado o son asumidas como aliadas.
Sexto, establecer clusters financieros como lo hicieron países de la región y del mundo. Los clusters servirán para evaluar, identificar y proponer medidas y acciones para innovar y aumentar la competitividad bancaria en temas como talento humano, normatividad, inclusión y educación financiera, nuevos modelos de negocios, transformación de procesos, cambio cultural, innovación y posicionamiento del sector.
Séptimo, promover el cloud banking, es decir la utilización de la nube para el almacenamiento y procesamiento de las transacciones y operaciones bancarias, con ahorro en costos e infraestructura, como la reducción de centros de datos.
Las experiencias señalan que debe prestarse atención especial a una política de fintech, en la perspectiva de fortalecer la banca tradicional, mejorando su competitividad. Las firmas de tecnologías financieras hasta ahora han estado desarrollando productos y servicios complementarios, pero su capacidad de avance tecnológico puede ser aprovechada para convertirlas en proveedores de soporte digital.
Abogado con estudios en Derecho Empresarial.