Rubén Escamilla: Un ejemplar modelo campesino de agronegocios
Socovedi impulsa proyectos en zonas rurales de bajos ingresos en Chuquisaca, Cochabamba, Tarija, La Paz y Potosí. Invierte por año 2,2 millones de dólares canadienses para generar riqueza colectiva con el modelo cooperativo
La Sociedad de Cooperación para el Desarrollo Internacional (Socovedi) es una organización canadiense sin fines de lucro que lleva más de 30 años en Bolivia, brindando iniciativas de desarrollo económico rural sostenibles e inclusivas en regiones desfavorecidas. Rubén Escamilla, representante en el país, señala que buscan mejorar las condiciones de vida de las familias campesinas mediante la creación de emprendimientos económicos rentables, el reforzamiento de capacidades institucionales y comunitarias, y el empoderamiento de las mujeres para reducir la desigualdad. La oenegé es fruto de la solidaridad del movimiento cooperativo canadiense, que busca que la Bolivia rural desarrolle económicamente.
—¿Qué características tienen los proyectos de Socovedi?
—Nuestras propuestas son de largo plazo y apuntan a generar cambios de comportamiento y de actitud en nuestras contrapartes. Combatir la pobreza rural requiere antes que nada de la voluntad de las poblaciones y organizaciones de apostarle a un cambio. En ese sentido, somos facilitadores y facilitadoras que mostramos y validamos con dichas poblaciones nuevas opciones económicas sostenibles, para que posteriormente familias, comunidades, cooperativas, asociaciones y gobiernos municipales continúen de manera autónoma e inclusiva con estas iniciativas de desarrollo. Consolidamos con nuestras contrapartes locales, la agroindustria campesina del orégano (Unidad de Negocio de Especias y Condimento, UNEC), beneficiando a aproximadamente 2.500 familias rurales de Chuquisaca, Cochabamba, Potosí y Tarija; triplicando el ingreso de las familias y exportando más de 650 toneladas métricas por año. En los últimos cuatro años venimos desarrollando y consolidando una nueva agroindustria campesina del árbol de Tara, que, como la anterior, contribuirá a sacar a miles de familias de la situación de pobreza y marginalidad.
—¿Cuál es el objetivo de trabajar en el área de desarrollo económico sostenible?
—Para Socovedi, trabajar en desarrollo económico sostenible e inclusivo es un reto porque estás hablando de generar riqueza colectiva mediante sinergias y cooperación, de desarrollar capacidades, de mejorar los modelos de gobernanza de las organizaciones y de las empresas campesinas, para que éstas sean incluyentes y abran espacios de toma de decisión y liderazgo para las mujeres. Implica salirse del molde, innovar, ver y adaptar lo que se hace en otras partes del planeta; pensar y repensar qué puede ser viable, rentable, inclusivo, sostenible y positivo para nuestras contrapartes. Nuestro modelo campesino de agronegocios busca detener la migración rural masiva, ofreciendo opciones rentables de generación de ingresos y empleo digno que mejoran la autoestima —tanto de mujeres como de hombres—, y propiciar una visión estratégica territorial y de desarrollo de las organizaciones y de los gobiernos municipales. Es importante mencionar que las empresas que hemos contribuido a crear y a consolidar son de las cooperativas, de las asociaciones y de las familias agricultoras involucradas. Para nosotros no existe un desarrollo económico sostenible si no se genera una riqueza colectiva que aporte dignidad, autoestima, bienestar y empoderamiento para las mujeres. ¡Es un lindo desafío!
—¿Cómo se modifica la realidad de los beneficiarios?
—Nuestros programas son tangibles, concretos, pragmáticos porque responden a la lógica del mercado que se rige por la oferta y la demanda. En ese sentido, nuestros productos deben encontrar buenos compradores, alcanzar estándares internacionales de calidad, garantizar volúmenes y ser respetuosos del medioambiente. Por ejemplo, las familias que apostaron con nosotros por la agroindustria del orégano, hace 15 años, han experimentado cambios sustanciales en sus ingresos que les han permitido brindar oportunidades de educación a sus hijos —incluso a nivel universitario—, comprar nuevas parcelas, mejorar sus viviendas, su salud y nutrición.
Igualmente, se ha logrado que familias retornen a sus territorios, ha cambiado su perspectiva de vida, hay orgullo campesino y una relación más armoniosa y respetuosa dentro de las familias, en particular con las mujeres, porque nosotros invertimos mucho en que los hombres sean agentes de cambio mediante programas de capacitación llamados Escuelas de Campo. Desde Socovedi, con nuestro enfoque de desarrollo cooperativo, aportamos granos de arena y esperamos que, a su turno, nuestras contrapartes hagan lo propio. Los cambios obedecen a una decisión voluntaria de querer mejorar, de avanzar y de trazarse colectivamente un nuevo rumbo.
Finalmente, trabajamos fuertemente en programas de liderazgo en gestión empresarial para mujeres, para que la brecha de desigualdad disminuya. Que las mujeres, paso a paso, tengan acceso y control sobre los recursos y tomen las decisiones que les corresponden, siendo valoradas y respetadas. Nosotros propiciamos cambios estructurales, por eso hablamos de largo plazo (…).
Los proyectos se han focalizado en zonas de muy bajos ingresos con economía de subsistencia, expulsoras de población, con baja infraestructura y marginadas del desarrollo. Es importante señalar que en este camino hemos encontrado aliados-contrapartes locales clave como la Cooperativa el CEIBO (cacaoteros) en el norte de La Paz, la Cooperativa CECAOT (quinueros) en Potosí, y la Agrocentral y su Red de cooperativas agropecuarias de Chuquisaca, con quienes impulsamos la agroindustria del orégano en la región.
—Socovedi es una organización compuesta por 26 instituciones cooperativas y mutualistas. ¿Cómo las estructuras de cooperativismo pueden permitir un desarrollo socioeconómico sostenible e inclusivo en zonas rurales del país?
—El modelo cooperativo o cooperativista cuenta con unas bondades enormes en distintos ámbitos: en lo económico, porque su apuesta es generar riqueza colectiva, no para que quede en manos de unas cuantas personas y esto se traduce en bienestar. El modelo cooperativo está basado en la solidaridad y el respeto y, ahora en tiempos de pandemia, ha demostrado su resiliencia y capacidad de adaptación para seguir avanzando. Un buen ejemplo es justamente UNEC, que sigue operando y ha exportado orégano durante toda la pandemia, asegurando un ingreso fijo para las familias agricultoras en tiempos de crisis. Desde lo ambiental, ha demostrado que sus prácticas son respetuosas y amigables con el medio ambiente. El modelo cooperativo es una fórmula ganadora que permite a las familias, comunidades y organizaciones que se estructuren y se capaciten, creando opciones económicas más inclusivas y sostenibles. Si quieres combatir la pobreza y generar opciones más equitativas y que viabilicen el empoderamiento de las mujeres, entonces piensa en el modelo cooperativista. ¡Seguimos!
Perfil
Nombre: Rubén Escamilla
Profesión: Economista
Cargo: Representante de Socovedi en Bolivia
Dos décadas en la región
Profesional canadiense de origen colombiano, formado en Desarrollo Internacional, Economía, Planificación y Desarrollo territorial. Por más de dos décadas trabajó en varios países de Latinoamérica con poblaciones rurales y sus organizaciones.