Hasta que pillaron a Messi
Los futbolistas de la élite mundial se han convertido en especímenes apetecidos
Una fiesta organizada por el retirado Ronaldo Luis Nazario Lima, uno de los primeros futbolistas mediáticos a tiempo completo, puede convertirse en un explosivo de imprevisibles consecuencias. Lionel Messi, que andaba muy lejos de esos peligros, ha entrado en el mundo del chisme y el sensacionalismo, desprevenido ante una cámara que lo registró en comportamiento “políticamente incorrrecto”. Por una vez, el tímido y mejor jugador del mundo olvidó esa máxima que dice “vicios privados, virtudes públicas”.
La mediatización de la vida de las figuras públicas ha llegado a instalarse con gran éxito en el mundillo del cotilleo futbolístico. Lejanos quedaron los días en que hablar de fútbol era sobre todo eso, hablar de fútbol y sus alrededores sin esa maquinaria depredadora que a punta de clics fotográficos y cámaras indiscretas ha invadido prácticamente todo espacio, hecho al que por supuesto le han prestado gran estímulo, todos aquellos ávidos y hasta desesperados por palestra pública.
Los que no se adscriben a ingresar en el círculo de lo fotografiable sin lugar a matices y autorrestricciones, pertenecen a la rara especie de los que hacen del perfil bajo, la mejor manera de resguardarse ante las habladurías, los chismes, las intrigas o los debates penetrados por todos los tonos de la cursilería que vende titulares, fotos de fotos, y por lo tanto, pedazos de las vidas de los personajes que reinan en el mundo virtual y todavía forman parte del periodismo gráfico sensacionalista que ha vivido del morbo y ha producido algunas fortunas planetarias estimables para quienes sobrevaloran la importancia del dinero en la existencia humana.
Cristiano Ronaldo tomando sol en un yate con su novia. Cristiano con un amigo en alguna salida nocturna para que quede como sospechoso de gay. Gonzalo Higuaín bailando en una disco en Buenos Aires con dos botineras (jovencitas aficionadas a los futbolistas). Iker Casillas con su novia Sara Carbonero anunciando con una foto digna de Inspiration Cards que serán padre y madre. Gerard Piqué sentado de copiloto llevando a Milan, su bebé, mientras Shakira se pone al volante. Y para volcar el cesto de frutillas sobre el pastel almibarado, Sergio Ramos con el cabello platinado, con un tinte seguramente más fino e irrompible que aquél que en sus tiempos usara Marilyn Monroe. El fútbol, los futbolistas de la gran élite mundial se han convertido en especímenes tan apetecidos como los rock stars, los actores de cine, otras figuras de la farándula y demás personajes coloridos que de cuando en cuando se mandan alguna macana digna del amarillismo en boga.
De un momento a otro, casi transitando con naturalidad a ese escenario, las audiencias, los espectadores, los lectores, nos convertimos en mirones sin quererlo, en indiscretos sin buscarlo, gracias a ese ojo de la cerradura agigantado por los diarios, la televisión, las páginas web, los blogs, facebook y twitter, lo que significa que todos, al final, como corderos que van acrecentando el rebaño, nos convertimos en espías en la medida en que el exhibicionismo se posesionó, desde Lady Gaga hasta cualquier mediático de provincia desesperado por contar alguna anécdota disparatada a fin de salir del anonimato y con esto, creer que consiguió romper la intrascendencia y acceder a algún tipo de reconocimiento público.
El asunto adquiere tono controversial cuando la víctima propiciatoria elegida tiene más bien las características psicosociales inversas a las de la ansiedad por encontrar flashes y relampagueos. Así tenemos que Marcelo Bielsa y Pep Guardiola no conceden entrevistas exclusivas y solamente se dirigen a sus públicos a través de conferencias de prensa reglamentadas por las casas deportivas en las que prestan servicios, y de esta manera consiguen algún blindaje frente a tan desenfrenada voracidad por raptar algún rasgo que vaya más allá de lo estrictamente público-deportivo que caracteriza a estos personajes que no calcularon que su timidez, retraimiento o aversión a lo mediático, se convertiría en otro factor de estimulación del morbo, en tanto lo que no se conoce y queda rodeado por un aura de misterio termina convirtiéndose en asunto apetecible a desentrañar alguna vez.
Hasta hace unos días, Lionel Messi se había manejado con gran cuidado en estas aguas en las que las personas de pocas palabras y nada de elocuencia suelen pasarla mal. De él se publicaban esporádicamente algunas fotos registradas muy a distancia junto a su novia, o a su padre, y algunas más en una piscina con su hijo Tiago, nacido hace algunos meses. El mejor jugador del mundo había conseguido proyectar hacia el mundo que vive pendiente de su próxima gambeta, o de su próximo gol, que lo suyo no son los micrófonos, y muy excepcionalmente, ante mucha insistencia, conceder una entrevista que generalmente no pasa de los veinte minutos.
Pues bien, parece que el 10 del Barcelona y la selección argentina no conocía los antecedentes fiesteros del ya retirado y engordado Ronaldo en sus tiempos de crack del Real Madrid, y acudió invitado sin prevenciones a la celebración de su cumpleaños en un hotel de Las Vegas, ya se sabe, para los football-stars, abordar un avión es igual que para cualquier hijo de vecino en La Paz, subirse al viejo colectivo 2 de color azul que va de El Prado a Sopocachi, y ni corto, ni perezoso, probablemente muy suelto de cuerpo en el festejo, fue fotográficamente violado con la cabeza apoyada en una rubia muy expresiva en actitud cariñosa.
Lio hizo honor a su nombre abreviado y como el que en este tipo de situaciones explica y se complica, pretendió desautorizar la autenticidad de las fotos publicadas en la revista Pronto, lo que dio lugar a que Pablo Grosby, dueño de la agencia que comercializó las imágenes, explicara de manera rotunda que no hay montaje o trucaje alguno y que las fotos son auténticas, en tono heroico, cual si fuera un reportero de guerra merecedor de algún premio.
“Bienvenido al mundo de los mortales”, le dirían los practicantes de la ironía a Lionel Messi, chico de pocas palabras, salido de las canteras de Newell’s y La Masía que ha terminado por otorgarle un triunfo rotundo a la lógica paparazzi, ésa que se alimenta de la indiscreción, ésa que hace muchísimo tiempo consiguió hacer añicos la frontera entre lo público y lo privado.