Otra noche cruel y de desencanto
No podrá negarse que Nacional tuvo en Ignacio Don a un arquero estupendo. Y que el zapatazo de Silvio Torales se clavó en un ángulo imposible para Daniel Vaca. He ahí dos factores esenciales del empate que condenó a The Strongest, porque si algo no tenía en sus cálculos el local —quedó muy claro— era sufrir la desventaja.
Aparte, el cuadro paraguayo sumó otro argumento: defenderse correctamente en toda la segunda parte. Entonces, la pulcritud dejó de ser prioritaria y lo único que importó se vinculó con alejar el peligro, sin demasiada ortodoxia, por cierto. The Strongest derrochó esfuerzo, pero también falencias. Estar abajo en el marcador, primero, y el avance del tiempo, después, descontrolaron al equipo de Villegas. Lo despojaron de ideas.
Avanzó a ojos cerrados. Por eso, chocó una y otra vez, al punto que a partir de la igualdad de Jair Reinoso —paradoja extrema— sus llegadas decrecieron en riesgo, lisa y llanamente porque el pelotazo pasó a ser la vía poco menos que única, en desmedro del toque rasante, con precisión, que cuando se empleó descompaginó a la zaga alba.
Y aunque se cuestionó el arbitraje del uruguayo Falce, las imágenes de televisión demostraron que en lo esencial no falló, aunque sí sumó errores de apreciación que sacaron de las casillas a varios jugadores aurinegros, cuando lo esencial era afrontar la misión con serenidad. Ernesto Cristaldo (de lo mejor del dueño de casa) se cansó de exigir al portero rival.
Sí, Nacional resistió. Atrincherado en su zona. En el recuento global quedó de manifiesto que remató poco, pero cosechó igual que el que cargó con el gasto. Otra ironía que, de todos modos, como se explica en el comienzo de esta columna, tuvo razón de ser. En medio del ventarrón y la lluvia el desenlace endosó a la eliminación el agrio sabor de lo que pudo ser y no fue.
(*) El autor es corresponsal en Bolivia de Fox Sports.